Mary McClusky

2 de noviembre de 2018

La muerte es un tema difícil. Sin embargo, verla desde los ojos de la fe abre nuestro corazón a la esperanza de que representa la entrada a la plenitud de la vida eterna. La Iglesia celebra el Día de los Fieles Difuntos cada 2 de noviembre para recordarnos la realidad del paraíso y recordar a los difuntos. Durante este mes rezamos por nuestros seres queridos que han partido para ayudar en su purificación y facilitar su paso a la plenitud de la vida eterna.

Para quienes hayan pasado por un aborto, el mes de noviembre puede ser particularmente desolador. Es posible que madres y padres recuerden la muerte de sus hijos y que le resulte difícil perdonarse. Algunos padres se lamentan por su pérdida y se preguntan si sus hijos no bautizados están en el cielo.

La Iglesia nos enseña a tener esperanza en la salvación de los hijos no bautizados, ya sea que hayan fallecido por aborto espontáneo, aborto inducido u otro motivo y nos ofrece consuelo para los padres que atraviesan un duelo y el apoyo que necesitan para confiar sus hijos al cuidado amoroso de Dios y profundizar su relación con el Padre Misericordioso.

El Catecismo dice: “En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia solo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: ‘Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis’, nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo" (CIC 1261).

Para quienes hayan tenido parte de alguna manera en la pérdida de su hijo, el Ministerio del Proyecto Raquel diocesano puede ser de ayuda. Quienes sientan culpa, vergüenza y arrepentimiento por un aborto pueden recurrir a la orientación y el apoyo confidenciales de los miembros del equipo ministerial, que son sacerdotes, laicos o profesionales de la salud mental. El ministerio ayuda a las madres y los padres que atraviesan un luto a reconciliarse con el Señor y entablar relaciones con sus hijos por medio de la oración. Algunos padres tienen la sensación de haber recibido el perdón de su hijo. Además, como se nos recuerda cada noviembre, nuestras oraciones ayudan a quienes han muerto, y estos también pueden rezar por nosotros.

Por medio de la oración y los sacramentos, nos conectamos no solo con nuestro Padre, que tiene una misericordia infinita, sino también con aquellos para quienes tenemos la esperanza de la salvación. Recuerden las palabras de Juan Pablo II para las mujeres que han abortado: "El Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Podéis confiar con esperanza a vuestro hijo a este mismo Padre y a su misericordia” (Evangelium vitae 99).

Como miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, somos un pueblo de Pascua, que vive la esperanza que nos dio la resurrección de Cristo, su victoria frente al pecado y la muerte. Somos llamados a dar testimonio del don de cada vida, sin importar lo breve o pequeña que sea. Este noviembre, recuerden que cada niño no bautizado que ha muerto puede encomendarse a la misericordia de Dios. Oremos específicamente para que los padres de hijos abortados sean bendecidos con la esperanza de reunirse con ellos en el cielo algún día.


Mary McClusky es subdirectora para el Desarrollo del Ministerio Proyecto Raquel en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de obispos católicos de los EE. UU. Para recibir ayuda confidencial después de un aborto, visite www.esperanzaposaborto.org o www.hopeafterabortion.org.