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Catechetical Sunday 2016 Poster in Spanish

Orando con los Padres de la Iglesia: Una reflexión cada día para Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua

por Mike Aquilina

Paralos griegos y romanos de la época de Jesús, la religión era un surtido de dioses y cultos. Ningún dios podía reclamar devoción exclusiva, y la religión popular no tenía ninguna doctrina común. Si algo unía a los muchos cultos "paganos", era su pragmatismo. La premisa básica de la religión romana, de acuerdo con un erudito, era transaccional, como una compra en el mercado: "los dioses pueden ser inducidos a intercambiar servicios por sacrificio" (El surgimiento del cristianismo, 86).

Si uno pronunciaba una fórmula determinada, o si ofrecía un sacrificio particular, o si emprendía una peregrinación prescrita, entonces un dios particular podía concederle un favor.

Pero tal vez no. Los dioses eran de naturaleza caprichosa, y no siempre cumplían. No observaban ningún código moral y no sentían ningún vínculo de afecto con los simples mortales. Todos éramos —dioses y humanos— arrojados a este lío quisiéramos o no, por alguna razón, y no nos debíamos nada unos a otros. Pero en un día de poco movimiento, podíamos llegar a un acuerdo.

La oración de judíos y cristianos era un asunto completamente diferente. Asumía una relación profunda. Asumía obligaciones. Asumía un vínculo de amor. Si se lee los Salmos, se verá que a veces hacía promesas, esto por eso, pero nunca presumía que se recibirían bienes. Sólo confiaba en la justicia y la misericordia que eran características del Dios de Israel.

Esta fue la clase de oración practicada por los primeros cristianos. Y es la clase de oración que cambió el mundo. Hizo impresión en griegos y romanos porque era tan sorprendentemente diferente. A pesar de que los paganos se sentían reacios a abandonar viejas supersticiones, no podían dejar de admirar los efectos de la oración sobre los cristianos: no tanto en la forma en que cambiaba sus circunstancias, sino más bien en la forma en que cambiaba a los cristianos.

La oración cambia a los creyentes de la manera en que el amor profundo cambia a un ser humano. Inspira mayor ambición, esperanza, disciplina y coraje. Lo que no haríamos, lo haremos por amor.

Jesús no quería que sus discípulos incurriesen en patrones paganos de oración. "Cuando ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan" (Mt 6:7-8).

Dios no se encuentra en la recitación de memoria de una fórmula, sino en una relación familiar. Dios es nuestro Padre.

Jesús, sin embargo, se atuvo a las formas de oración observadas por su pueblo. Recitaba el Shemá, la gran confesión de fe judía. Hacía peregrinación a Jerusalén. Asistía a los servicios del sábado en la sinagoga. Meditaba sobre las Escrituras. Pagaba el impuesto del templo. Pasaba largas noches en oración. Ayunaba y daba limosnas.

Jesús hacía lo que hace la gente común. Trabajaba, comía, dormía, jugaba con los niños; tenía conversaciones con amigos y extraños. Sin embargo, se esforzaba por hacer de toda su vida una oración al Padre. E instaba a todos sus discípulos a hacer lo mismo: "orar siempre y sin desfallecer" (Lc 18:1). San Pablo se hizo eco de este principio cuando dijo: "Oren sin cesar" (1 Ts 5:17).

Este fue el gran reto de los primeros cristianos: orar siempre, de muchas maneras, pero nunca caer en la mera cháchara de las fórmulas. Era una preocupación constante de los pastores de la Iglesia. Lo vemos en las epístolas pastorales del Nuevo Testamento, donde san Pablo comenzó a ordenar los tipos de oración (1 Tm 2:1), lo cual continuó en las generaciones posteriores, a medida que los Padres de la Iglesia reflexionaban sobre las Escrituras y extraían el significado práctico para los griegos, romanos, africanos, persas y otras congregaciones que no estaban familiarizadas con la práctica judía.

La enseñanza es rica y sigue siendo útil. Es tan amplia que podría llenar una biblioteca de libros. Los Padres de la Iglesia son aquellos reconocidos por la tradición cristiana como maestros y ejemplos de la fe. Debido a que el Evangelio se extendió tan rápido y tan lejos, los Padres (y Madres) fueron diversos. Sus escritos llevan las marcas de muchas diferentes culturas. También variaban en sus aproximaciones a la oración, tanto que a menudo se dividen en "escuelas" según sus prácticas distintivas o incluso sus lugares de origen ("alejandrina", o "antioquena", o "siriaca oriental").

Aun así, podemos encontrar enseñanzas que todas ellas tienen en común. Y, ciertamente, todos podemos beneficiarnos de sus reflexiones sobre Cristo y la vida de fe. La palabra "católico" significa "universal". Y así podemos reivindicar la buena doctrina de cada época y lugar. Al igual que san Justino Mártir en el siglo II, podemos decir: ¡todo lo bueno es nuestro!

A continuación ofrezco tres enseñanzas básicas de los Padres antes de entrar en nuestros temas de meditación a través de las temporadas santas del año venidero.

  1. Nuestra oración comienza con el culto de la Iglesia, la liturgia. Antes de que pudieran "decir oraciones", los primeros cristianos estaban absortos en los ritos. Eran bautizados. Asistían a misa. La asistencia dominical se considera la línea de base para la oración cristiana. Hacia el siglo III, san Cipriano asumió que los devotos querían recibir la Eucaristía diariamente (Sobre la oración del Señor, 18). Jesús ordenó que la Iglesia "haga esto" en conmemoración suya. Los Padres fueron fieles a ese mandamiento.

  2. Es bueno que tengamos un programa establecido, un plan, para nuestras devociones básicas. El documento cristiano más antiguo que sobrevive, aparte del Nuevo Testamento, es la Didaché. (Algunas partes de ella son probablemente más antiguas que muchos de los textos del Nuevo Testamento.) Este libro anónimo daba prescripciones bastante precisas para la oración cristiana. Asignaba dos días a la semana para el ayuno. Asumía la asistencia regular a la Eucaristía dominical. Y prescribía la recitación del Padrenuestro tres veces al día.

  3. Sin embargo, hay una distinción entre la oración vocal, la oración mental, la oración formal y la oración conversacional. Los Padres querían que hablemos con Dios habitualmente, como hablaríamos con un familiar o un amigo. San Juan Crisóstomo dice: "La oración es un coloquio con Dios" (Homilías sobre el Génesis, 30.5). Y Evagrio Póntico lo expresa un poco más precisamente: "La oración es un coloquio del intelecto con Dios sin intermediario alguno" (Tratado sobre la oración 3). El objetivo es hacer que la oración sea habitual e interior. Las oraciones deben llevarnos a la oración. Uno de los Padres del desierto dice que nuestra oración será perfecta cuando ya no nos demos cuenta de que estamos orando.

Pero lo "perfecto" requiere práctica. Los hábitos se forman con los años. Tenemos que orar, como hacían los santos, hasta que sea justamente eso lo que hacemos.

Consideremos esta hermosa historia acerca de una conversación en el desierto egipcio en el siglo IV:

Abba Lot fue en busca de José y le dijo: "Abba, de acuerdo con lo que yo puedo, recito un oficio corto, ayuno un poco, oro, medito, vivo en el recogimiento y, tanto como puedo, me purifico de mis pensamientos. ¿Qué más debo hacer?"

Entonces Abba José se levantó. Extendió sus manos hacia el cielo y sus dedos se convirtieron en diez lámparas encendidas.

Le dijo a Abba Lot: "Si tú quieres, te conviertes enteramente en fuego".

Al igual que la oración de los primeros cristianos —y la oración de Jesús mismo—, nuestra oración adoptará muchas formas. Que estas oraciones, todas juntas, ocupen toda nuestra vida en oración y como oración.

Reflexiones de los Padres para Adviento 2016 hasta la Octava de Navidad

27/11 "Prepara un camino al Señor mediante una conducta honesta, y con acciones irreprochables allana tú el sendero, para que la palabra de Dios camine hacia ti sin obstáculo". Orígenes, Homilías sobre Lucas, 21

28/11 "Persigue la humildad, como alguien enamorado de ella. Ámala, y ella te glorificará". San Basilio, Homilía sobre la humildad

29/11 "Me tocaste, y me abrasé en tu paz". San Agustín, Confesiones, 10.27

30/11 "Nada embellece tanto el alma cristiana como la misericordia, la misericordia como se muestra principalmente hacia los pobres". San Ambrosio, Sobre los deberes del clero, 1.11.38

1/12 "La voluntad de Dios es nuestra santificación, porque él desea que su imagen, nosotros, nos hagamos a su semejanza; que podamos ser santos como él es santo". Tertuliano, Exhortación a la castidad, 1

2/12 "Si te consideras fiel, pero todavía no tienes la perfección de la fe, necesitas decir como los apóstoles: 'Señor, Auméntanos la fe' (Lc 17,5). De hecho ésta proviene de ti en la mínima parte, porque es de Él que la recibes en la parte principal". San Cirilo de Jerusalén, Lecturas catequéticas, 5.9

3/12 "Conforta a todas las ovejas a las que Cristo buscó por su sangre y pasión". San Cipriano, Cartas, 66

4/12 "¿Cuál es el significado de 'Preparen el camino del Señor'? Significa: alístense para la recepción de lo que Cristo pueda desear hacer". San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre Lucas, 6.

5/12 "Con suavidad suma, el dedo de tu justicia, en amor y compasión, toca las heridas de aquel que ha de ser curado". San Efrén de Siria, Himnos Nisibianos, 11.4

6/12 "Reconoce el mal que has hecho, de palabra o de obra, de día o de noche. Reconócelo ahora que es el tiempo propicio, y en el día de la salvación recibirás el tesoro celeste". San Cirilo de Jerusalén, Lecturas catequéticas, 1.5

7/12 "El Señor Jesús tuvo compasión de nosotros para llamarnos a él, no para asustarnos. Vino con mansedumbre; vino con humildad". San Ambrosio de Milán, Sobre la penitencia, 1.1.3.

8/12 "¿Qué es más grande que la Madre de Dios? ¿Qué más glorioso que aquella a quien la Gloria misma eligió?" San Ambrosio de Milán, Sobre la virginidad, 2.2.7

9/12 "Necesito de la mansedumbre por la cual se desbarata al príncipe de este mundo". San Ignacio de Antioquía, Carta a los tralianos, 4

10/12 "Seamos piadosos en secreto, no cargados de alarde, ostentación e hipocresía. Desechemos la piel de oveja, y más bien hagámonos ovejas". San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Tito, 2

11/12 "No te entregues a la tiranía de la tristeza, sino domina la tempestad por la razón". San Juan Crisóstomo, Cartas, 9

12/12 "Abracémonos, pues, con todas nuestras ener­gías a lo que puede encaminarnos a lograr el objetivo de la pureza del corazón; evitemos, por el contrario, como funesto y malsano, lo que nos apartaría de él". San Juan Casiano, Conferencias, 1.5

13/12 "Pon a Cristo sobre ti, y no el oro. Donde está Mammón, no está Cristo. Donde está Cristo, no está Mammón". San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Colosenses, 10

14/12 "Es realmente motivo de alegría que podamos ver los signos de la victoria contra la muerte, incluso nuestra propia incorruptibilidad, a través del cuerpo del Señor". San Atanasio el Grande, Cartas, 11.14

15/12 "Abran, abran sus corazones a la alegría del Señor, y dejen que su amor se desborde de su corazón a su boca". Anónimo (siglo I), Odas de Salomón, 8.1

16/12 "Nos reunimos para recordar las divinas letras… Con esas santas palabras apacentamos nuestra fe, levantamos nuestra esperanza, fijamos nuestra confianza". Tertuliano, Apología, 39

17/12 "El que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría. Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo". San Jerónimo, Comentario sobre Isaías, 1.2

18/12 "Un teólogo es aquel que ora; y aquel que ora es un teólogo". Evagrio Póntico, Capítulos sobre la oración, 60

19/12 "La memoria está relacionada con el tiempo pasado, la esperanza con el futuro... Amamos, persuadidos por la fe de que el pasado fue como fue, y por la esperanza esperando el futuro". San Clemente de Alejandría, Stromata, 2.2

20/12 "La desobediencia de Eva fue rescatada por la obediencia de María; en efecto, el nudo que la virgen Eva ató con la incredulidad, la virgen María lo desató con la fe". San Ireneo de Lyon, Contra las herejías, 3.22.4

21/12 "Dios bajó del cielo, y de una virgen hebrea se asumió y se vistió de carne; y el Hijo de Dios vivió en una hija del hombre". San Arístides de Atenas, Apología, 2

22/12 "María es más bendita al recibir la fe de Cristo, que al concebir la carne de Cristo". San Agustín, Sobre la santa virginidad, 3

23/12 "Regocíjese el pecador, puesto que se le invita al perdón; anímese el gentil, ya que se le llama a la vida". Papa San León Magno, Sermones, 21

24/12 "Complete en nosotros sus dones el que no desdeñó asumir también nuestros comienzos; háganos también hijos de Dios el que por nosotros quiso ser hijo del hombre". San Agustín, Sermones, 184

25/12 "Tú solo y tu madre sois hermosos bajo todos los aspectos; porque en ti no hay ninguna mancha, ni mancilla alguna en tu madre. ¿Quién… puede compararse en belleza con éstos?" San Efrén de Siria, Himnos Nisibianos, 27.8

26/12 "No se humilló Él sin motivo hasta extremo tanto si no hubiese querido exaltarnos a nosotros". San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Mateo, 2.3

27/12 "También Dios se vistió del cuerpo de la madre / y formó un hombre de la virginidad"". Prudencio, Himno sobre la divinidad de Cristo, 435-436

28/12 "No puede haber lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida". Papa San León Magno, Sermones, 21.1

29/12 "¡Tú, Belleza de tu madre! / Ella estaba desposada según la naturaleza, / antes de que vinieses". San Efrén de Siria, Himnos sobre la Natividad, 11

30/12 "Dios Padre engendró a Dios Hijo fuera del tiempo y lo hizo de la Virgen dentro del tiempo. Aquel nacimiento rebasa el tiempo, éste lo ilumina". San Agustín, Sermón, 140

31/12 "Uno y otro nacimiento fue asombroso: el divino sin madre, el humano sin padre". San Agustín, Tratados sobre el Evangelio de Juan, 33.2

1/1 "Nuestro Señor Jesucristo, realmente y no sólo en apariencia, tomó un cuerpo de María, la Madre de Dios". San Alejandro de Alejandría, Cartas, 1.12

Reflexiones de los Padres para la Cuaresma 2017 hasta la Octava de Pascua

1/3 "El que está sentado sobre el trono de los querubines lavó los pies del traidor. ¿Y ustedes —ustedes que son tierra y cenizas, y escorias y polvo—, ustedes se exaltan a sí mismos, y se ensorbecen?" San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de Juan, 71.2

2/3 "El que se llama a sí mismo no más que polvo y cenizas es exaltado". San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la primera carta a los Corintios, 1.5

3/3 "Esfuércense alegremente; pues nada está perdido. Cada oración suya, cada salmo que cantan está grabado. Cada limosna, cada ayuno está grabado. Cada matrimonio debidamente observado está grabado". San Cirilo de Jerusalén, Lecturas catequéticas, 15.23

4/3 "Eres un recipiente, aún estás lleno; derrama lo que tienes dentro, para recibir lo que no tienes". San Agustín, Homilías sobre la primera carta de Juan, 2.9

5/3 "En esos días de Cuaresma reciba cada uno un libro de la biblioteca, que se leerá entero y por orden". San Benito, Regla, 48

6/3 "En estos días debemos añadir algo a la tarea habitual de nuestra servidumbre, oraciones especiales, abstinencia en la comida y bebida, para que, cada uno por propia voluntad, ofrezca a Dios algo extraordinario en la alegría del Espíritu Santo… y espere la santa Pascua con la alegría de un deseo espiritual". San Benito, Regla, 49

7/3 "El deber del ayuno se hace aceptable a Dios cuando se perfecciona con los frutos de la caridad". San Juan Casiano, Institutos, 5.35

8/3 "Nutre la oración con el ayuno". Tertuliano, Sobre la penitencia, 9

9/3 "Tú, pecador, entrégate a esta penitencia, abrázala como el náufrago que pone su confianza en una tabla". Tertuliano, Sobre la penitencia, 4

10/3 "Desamparado de todo socorro, me arrojaba a los pies de Jesús, los regaba con mis lágrimas, los enjugaba con mis cabellos y domaba mi carne rebelde con ayunos de semanas". San Jerónimo, Cartas, 22.7

11/3 "Los cielos y los ángeles se alegran por la conversión del hombre". Tertuliano, Sobre la penitencia, 8

12/3 "Perdí, oh Señor, el día pasado.
La ira vino y se robó mi corazón.
Oh que la luz de esta mañana se quede hasta la noche".
San Gregorio Nacianceno, "Perdí, oh Señor, el día pasado" (trad. Beato John Henry Newman en Historical Sketches, vol. 1; versión del traductor)

13/3 "¿De qué sirve la túnica de penitente si cubre el orgullo de un rey?" San Jerónimo, Cartas, 17.2

14/3 "En cada acto que hagamos, en cada paso que demos, dejemos que nuestra mano trace la cruz del Señor". San Jerónimo, Cartas, 22.37

15/3 "Que tus aflicciones sean libros para advertirte". San Efrén de Siria, Himnos Nisibianos, 3.11

16/3 "Si has ayunado dos o tres días, no te creas mejor que otros que no ayunan. Tú ayunas y estás enojado; otro come y lleva la cara sonriente". San Jerónimo, Cartas, 22.37

17/3 "Nuestra manera de pagar a Dios es exaltarlo y confesar sus maravillas ante todas las naciones bajo el cielo". San Patricio, Confesión, 3

18/3 "El presente tiempo es de confesión. Las cosas que has hecho y dicho durante la noche y el día confiésalas. Confiésate en el tiempo adecuado y el día de salvación recibirás el tesoro celeste". San Cirilo de Jerusalén, Lecturas catequéticas, 1.5

19/3 "Considerando, pues, todo esto, imitemos a aquel bienaventurado José, que brilló por todas estas virtudes, a fin de alcanzar también sus mismas coronas". San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Mateo, 49.8

20/3 "Sólo se acuerdan de Dios cuando se encuentran en situaciones malas". Lactancio, Instituciones divinas, 2.1

21/3 "El coraje fortalece ante las flaquezas y una desdicha se trueca muy a menudo en aprendizaje de la virtud". Minucio Félix, Octavio, 36

22/3 "El soldado de Dios no es abandonado en el dolor ni es consumido por la muerte. Así, el cristiano puede parecer desgraciado; pero no puede decirse realmente que lo sea". Minucio Félix, Octavio, 37

23/3 "Estas dos cosas nos originó el pecado: tristeza y muerte, y por estas mismas dos cosas destruye el pecado". San Juan Crisóstomo, Homilías sobre las estatuas, 5.13

24/3 "La tierra, la vid y el olivo necesitan castigo. Cuando se magulla el olivo, su fruto huele dulce. Cuando se poda la vid, sus uvas son buenas". San Efrén de Siria, Himnos Nisibianos, 3.9

25/3 "Responde el arcángel Gabriel [a María]: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra' (Lucas 1:34-35). Y ahora preguntas cómo el pan se hace cuerpo de Cristo, y el vino y el agua sangre de Cristo. También yo te digo: Viene el Espíritu Santo y hace esto que está sobre toda palabra y pensamiento". San Juan Damasceno, Sobre la fe ortodoxa, 4.13

26/3 "La humillación de la glorificación es el mérito; la glorificación de la humildad es el premio". San Agustín, Tratados sobre el Evangelio de Juan, 104.3

27/3 "La paz es el fin de nuestros bienes". San Agustín, Ciudad de Dios, 19.11

28/3 "La paz es un bien tan noble, que aun entre las cosas mortales y terrenas no hay nada más grato al oído, ni más dulce al deseo". San Agustín, Ciudad de Dios, 19.11

29/3 "Acerquémonos, pues, entonces, mis amados, a la fe, ya que sus poderes son tantos. Pues la fe... sanó a los enfermos. Conquistó naciones. Derribó muros. Detuvo la boca de los leones y apagó la llama del fuego... Todas estas maravillas fueron obradas por la fe". San Afraates, Demostraciones, 1.18.

30/3 "Si sufro el martirio, seré liberto de Jesucristo, y resucitaré libre en él". San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, 4

31/3 "No es precisamente noble poner cara triste y macilenta para simular ayunos o darlos a conocer, abundar en réditos de propiedades y alardear de una capa raída". San Jerónimo, Cartas, 58.2

1/4 "El que no ora más que cuando está de rodillas, ora muy poco". San Juan Casiano, Conferencias, 10.14

2/4 "Errar es humano, pero perseverar en el error es diabólico". San Agustín, Sermones, 164.14

3/4 "Curioso linaje [de los seres humanos] para averiguar vidas ajenas, desidioso para corregir la suya". San Agustín, Confesiones, 10.3

4/4 "Limpia tu copa para que quepa en ella una gracia más abundante; pues el perdón de los pecados se da a todos por igual pero la comunión del Espíritu Santo se concede según la medida de la fe de cada uno". San Cirilo de Jerusalén, Lecturas catequéticas, 1.5.

5/4 "Cada pensamiento santo es el don de Dios, la inspiración de Dios, la gracia de Dios". San Ambrosio, Sobre Caín, 1.45

6/4 "Las cosas que atañen a la sobriedad y la templanza deben observarse con mayor diligencia en estos días, para que una corta práctica las convierta en un hábito duradero". Papa San León Magno, Sermones, 68.4

7/4 "¿Ayunas? Muéstramelo con las mismas obras. ¿Cuáles obras?, preguntas. Si vieres a un pobre, compadécete; si te encuentras un enemigo, reconcíliate. Si ves un amigo ganando honor, no lo envidies". San Juan Crisóstomo, Homilías sobre las estatuas, 3.11

8/4 "Hay una alegría que es aflicción; la miseria se esconde en ella. Hay una miseria que es provecho; es una fuente de alegría en el nuevo mundo". San Efrén de Siria, Himnos Nisibianos, 4.13

9/4 "¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por la comunión de sus dolores". San Cirilo de Jerusalén, Lecturas catequéticas, 20.5

10/4 "Quien no adelante, retrocede, y quien nada adquiere algo es lo que pierde. Hemos de correr por tanto por los caminos de la fe, por las obras de misericordia, por el amor de la justicia, para que… merezcamos participar en la resurrección de Cristo". Papa San León Magno, Sermones, 59.8

11/4 "[Jesús] conocía al ladrón [Judas], y no lo delataba, antes lo toleraba, y con ello nos daba ejemplo de tolerar pacientemente en la Iglesia a los malos". San Agustín, Tratados sobre el Evangelio de Juan, 50.11

12/4 "Cristo salvó a la raza de los mortales, no entre rayos y truenos, sino llorando en un pesebre y tendido sobre la cruz". San Jerónimo, Cartas, 82.1

13/4 "Este sacramento que recibes se realiza por la palabra de Cristo. Y si la palabra de Elías tuvo tanto poder que hizo bajar fuego del cielo, ¿no tendrá poder la palabra de Cristo para cambiar la naturaleza de los elementos?" San Ambrosio, Sobre los misterios, 9.52

14/4 "Colgaron de un árbol al que se extiende sobre la tierra; traspasaron con clavos al que sentó el fundamento del mundo; circunscribieron al que circunscribió los cielos; ataron al que libera a los pecadores". San Alejandro de Alejandría, Cartas, 5.5

15/4 "Alaba al Señor que soportó la lanza y que recibió los clavos en sus manos, en sus pies. Entró en el infierno y se llevó sus despojos". San Efrén de Siria, Himnos sobre la Natividad, 13.30

16/4 "¡Cristo ha resucitado de entre los muertos! ¡Resucita con él! ¡Cristo ha regresado a sí mismo! ¡Regresa tú también! ¡Cristo ha sido liberado del sepulcro! ¡Libérate tú de los lazos del pecado!" San Gregorio Nacianceno, Orationes, 45.1

17/4 "Cuando se nos sumerge en el agua tres veces y de nuevo surgimos del agua, estamos imitando la sepultura salvífica y la resurrección, que, en el tiempo, ocurrió al tercer día, y debemos pensar que, como el agua está a nuestra disposición y libremente podemos sumergirnos en ella y salir nuevamente de ella, así también el soberano del universo tenía en su mano el sumergirse en la muerte, como nosotros en el agua, y de nuevo resurgir a la bienaventuranza que le es propia". San Gregorio de Nisa, La gran catequesis, 3.35

18/4 "Reciban y crean que en el día de la resurrección su cuerpo se levantará en su totalidad, y recibirán de nuestro Señor la recompensa de su fe, y en todo lo que han creído, se regocijarán y se alegrarán". San Afraates, Demostraciones, 25

19/4 "Estábamos encerrados en la oscuridad, y hemos salido a la luz. Estábamos hundidos en la corrupción, y hemos resucitado en la gloria. Estábamos sepultados en la carne, y hemos resucitado en el espíritu. Estábamos también hundidos en la debilidad, y hemos resucitado en el poder". San Afraates, Demostraciones, 8.10

20/4 "Nuestros cuerpos, al recibir la Eucaristía, ya no son corruptibles, puesto que tienen la esperanza de la resurrección". San Ireneo de Lyon, Contra las herejías, 4.18.5

21/4 "En todos nosotros está el Espíritu, que es el agua viva otorgada por el Señor a los que creen en él con rectitud y lo aman". San Ireneo de Lyon, Contra las herejías, 5.18.2

22/4 "Ama la verdad, y que no salga de tu boca otra cosa que la verdad, que el espíritu que Dios hizo residir en esta tu carne pueda ser hallado veraz a la vista de todos". Hermas, El pastor, 3.1

23/4 "Su castigo se convierte en misericordia, porque es por misericordia, estoy persuadido, que Dios inflige un castigo". San Gregorio Nacianceno, Orationes, 45.14



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