Entrenamiento para el Catequista - Petroc Willey

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El Catecismo: Una sinfonía de la fe

por Petroc Willey, BD, STL, PhD, PhD (Lateranense)
Decano de Investigación
Instituto Maryvale en Inglaterra
Consultor del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) sorprende a muchos que empiezan a leerlo porque se describe a sí mismo como una sinfonía. Una imagen en la portada representa una escena pastoril de un pastor, sentado bajo la sombra de un árbol, tocando una flauta. Tendida atentamente a sus pies, mirando fijamente al pastor, hay una oveja. Un breve párrafo en la cubierta interior explica que esta simple imagen "sugiere también algunos aspectos que caracterizan el presente Catecismo: Jesucristo, Buen Pastor, que guía y protege a sus fieles (las ovejas) con su autoridad (el cayado), les atrae con la sinfonía melodiosa de la verdad (la flauta) y les hace reposar a la sombra del 'árbol de la vida' (su Cruz redentora que abre las puertas del Paraíso)" (CIC, segunda edición [Washington, DC: Libreria Editrice Vaticana–United States Conference of Catholic Bishops, 2001]).

Nosotros, los creyentes, somos las ovejas, tendidas a los pies del Pastor. Estamos como suspendidos allí, absortos, atentos, porque el Pastor está tocando una melodía, una melodía que viene del cielo. El Catecismo es descrito como una "sinfonía melodiosa". ¿Qué podemos aprender de esta descripción? Un lector probablemente habría supuesto que el Catecismo se describiría a sí mismo simplemente como un libro en el que podemos aprender la enseñanza de la Iglesia Católica. La descripción del Catecismo de sí mismo como una "sinfonía" no es lo que uno espera. Sigamos esta imagen de la sinfonía, entonces, a ver qué nos puede decir sobre la belleza, el propósito y la utilidad del Catecismo. Encontraremos que contiene el secreto para entender tanto la forma de leer como de apreciar el Catecismo para uno mismo y también la forma en que puede ayudarnos maravillosamente como catequistas al transmitir el depósito de la fe en el mundo actual.

Esta es la música del cielo

Cristo, que es Dios el Hijo, está tocando esta música para nosotros. Cuando escuchamos, nos vemos transportados a las alturas del cielo. Cuando leemos el Catecismo y aprendemos acerca de la fe de la Iglesia, estamos escuchando la música del cielo.

En Fidei Depositum, el beato Juan Pablo II escribió sobre su "sentimiento profundo de alegría" por la "concordancia de tantas voces" que habían cantado juntas el Catecismo, esta sinfonía coral, para darle existencia (Papa Juan Pablo II, Constitución apostólica para la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica [Fidei Depositum (FD)], https://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_19921011_fidei-depositum_sp.html). Estas voces son las voces de todos los obispos. Ellos están cantando en armonía la música que Cristo nos ha dado, de modo que "el que los escucha a ustedes, a mí me escucha" (Lc 10,16). Cada obispo en el mundo participó comentando, durante un periodo de seis años, sobre el texto del Catecismo, al igual que "numerosos teólogos, exegetas y expertos en catequesis" (FD).

La armonía de esta sinfonía es algo que ahora está consagrado con autoridad en las páginas del Catecismo. Pero la sinfonía es también algo que se ejecuta de nuevo cada día. El Catecismo utiliza una expresión musical de san Ireneo en su sección sobre la Eucaristía, cuando dice que toda nuestra manera de pensar "armoniza con la Eucaristía" (CIC, no. 1327). Antes de que los músicos empiecen a tocar, afinan sus instrumentos para que puedan tocar la música correctamente y en armonía entre sí. Nos enfrentamos a una necesidad similar cuando se trata de catequizar; debemos "armonizarnos" a nosotros mismos con la fe que se presenta en el Catecismo y con los principales "ejecutantes" en la Iglesia que enseña, el Magisterio.

El Catecismo se dirige, escribe el beato Juan Pablo II, no sólo a los obispos, sino también a todo el Pueblo de Dios, ya que todos han sido llamados a unir sus voces a las de los obispos para que los instrumentos que se unen en este gran armonía se multipliquen. Esta es la razón de por qué estudiar cuidadosamente el Catecismo y su contenido y aprender a utilizar el Catecismo en la enseñanza son tan importantes, de manera que se evite toda cacofonía y las notas puras de la armonía se eleven para atraer a otros a escuchar la belleza del mensaje de Jesucristo. La misma palabra "catequesis" sugiere esto. Viene de la palabra griega que significa "eco", y los catequistas captan y se hacen eco de la melodía de Cristo Maestro y la del Magisterio.

La fe es bella

Describir el Catecismo como una sinfonía nos recuerda también que la fe es algo bello. Es bella porque nos introduce en Cristo, que es la belleza eterna hecha carne, que aparece entre nosotros. "Belleza siempre antigua, siempre nueva", cantó san Agustín en sus Confesiones cuando descubrió al verdadero Dios y entregó su vida a él. La "siempre antigua, siempre nueva" belleza del Dios infinito se encarnó en Dios el Hijo.

Los catequistas deben hablar con la verdad del Evangelio, a tiempo y a destiempo. Esto no es fácil en una cultura relativista que ya no cree en ninguna verdad objetiva. En esta difícil situación, el Catecismo nos está aconsejando recordar el "camino de la belleza", la via pulchritudinis, como una ruta a la verdad. Podemos permitir que la verdad "resplandezca" (FD). Podemos esforzarnos con calma por mostrar cuán bellas son las verdades de la fe cuando aparecen no sólo con palabras e ideas, por verdaderas que sean, sino también en vidas de verdad e integridad, en la oración —que es definida como "amor de la Belleza absoluta (philocalía)" (CIC, no. 2727)— y en el carácter sagrado de la liturgia.

El Catecismo propone tres ayudas específicas para ayudarnos a mostrar la belleza de la fe. La primera es el uso de obras de arte que pueden ofrecer una síntesis visual de la fe de una manera profundamente atractiva. Cuatro obras se incluyeron en el Catecismo por esta razón, y catorce fueron colocadas en el más pequeño Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. La segunda forma es la inclusión de las palabras y ejemplos de los santos unidos a las diferentes doctrinas de la Iglesia. Esto nos señala dónde podemos ilustrar la belleza de la fe testimoniada en vidas de entrega en el amor a Dios y nuestro prójimo. Tercero, se pone énfasis en usar las referencias cruzadas en el Catecismo que conectan las doctrinas con las otras partes del Catecismo, los otros movimientos de la sinfonía (véase Catecismo, no. 18). Siguiendo estas referencias cruzadas, estaremos permitiendo que el Catecismo nos enseñe las maneras en que la música del cielo resuena en la liturgia, la vida y las expresiones y fórmulas de la oración.

La fe tiene una estructura

Las sinfonías son estructuradas cuidadosamente, por lo que la descripción del Catecismo como una sinfonía nos ayuda a ver que la fe también tiene una estructura definida y clara. En la forma clásica, las sinfonías se escriben normalmente en cuatro movimientos. Un poderoso movimiento introductorio suele presentar al oyente los principales temas y melodías y establece la clave del todo. Normalmente sigue un movimiento más lento, y luego un tercer movimiento cuyo estilo y ritmo se basan en alguna forma de danza. El último movimiento de una sinfonía ofrece una conclusión satisfactoria al todo, resolviendo las tensiones que hubiese en la obra y permitiendo al oyente experimentar una sensación de culminación.

Comparar la estructura del Catecismo con la de una sinfonía puede sin duda ayudar a explicar a otros cómo está dispuesto el Catecismo. El Catecismo se divide en cuatro partes, que podemos pensar que son paralelas a los cuatro movimientos de una sinfonía (véase CIC, nos. 13-17). Después de un Prólogo de apertura (CIC, nos. 1-25), que presenta material explicativo sobre cómo leer y usar el Catecismo, la primera parte, "La profesión de la fe", establece los grandes temas que se encontrarán en el Catecismo. En esta parte se presentan las melodías principales a las que nuestros oídos tendrán que sintonizarse para que las captemos a medida que aparecen y reaparecen en cada movimiento. La melodía más majestuosa y prominente es la de la Santísima Trinidad, de la que el Catecismo dice: "El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina" (CIC, no. 234).

Este "tema" de la Santísima Trinidad es tocado en todo el Catecismo. Lo escuchamos en cada sección de cada parte. Como la Santísima Trinidad es de hecho la fuente de todo "misterio" o verdad de la fe, el Catecismo se asegura de que las diferentes doctrinas estén claramente presentadas en relación con este centro.

Otras grandes melodías fluyen también a través de todo el Catecismo, muy especialmente el maravilloso tema de la venida entre nosotros del Hijo de Dios, que se encarnó por el Espíritu Santo para nuestra redención y cuya obra de redención se hace presente por el Espíritu Santo en la vida sacramental de la Iglesia; la melodía de la inmensa dignidad de cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, y nuestro llamado a responder en la fe, la esperanza y el amor a la infinita misericordia del Padre que sale a nuestro encuentro para llevarnos a cada uno de nosotros a él. Estas verdades, en conjunto, forman lo que se ha llamado el centro "kerigmático" de la fe de la Iglesia (Congregación para el Clero, Directorio General para la Catequesis [DGC], no. 62, https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_ccatheduc_doc_17041998_directory-for-catechesis_sp.html). En otras palabras, corresponden al anuncio básico, o "primer anuncio", en el corazón de la fe.

La Iglesia ha llamado a una "Nueva Evangelización" para resolver la situación en que muchos que se describirían como católicos se han alejado de la práctica de su fe. El Catecismo fue escrito precisamente para ayudar a los que transmiten la fe de la Iglesia a afrontar esta situación. Es sumamente importante que el Catecismo nos enseñe cómo podemos anunciar el kerigma en y a través de nuestra presentación de cada aspecto de la fe. Esto significa que cuando catequizamos podemos llegarnos a los que ya están comprometidos y necesitan una catequesis para la profundización de su fe, y al mismo tiempo hacer un anuncio de los fundamentos de la fe para que los que necesiten recibir el mensaje más básico con su llamado a la conversión también se beneficien de nuestra enseñanza. Cualquiera que sea la situación de una persona, y por muy lejos que esté de la práctica plena de la fe, ella podrá escuchar el mensaje central de la Buena Nueva y puede, con la ayuda del Espíritu Santo, dar una respuesta a este llamado que viene a través de nosotros desde el amor insondable de Dios hecho carne en el Hijo divino.

La fe debe ser tocada para que sea oída

Hemos visto, entonces, que el Catecismo tiene una estructura análoga a la de una sinfonía. Todos los párrafos del Catecismo son como compases musicales, y la música se desarrolla en torno a ciertos temas centrales. Un punto final al que nosotros, como catequistas, podemos llamar la atención de otros a partir de esta descripción del Catecismo como una sinfonía es que la fe debe ser "tocada". Tal como una partitura musical presenta todas las notas de la sinfonía, así el Catecismo nos presenta en sus párrafos y páginas todos los "contenidos esenciales y fundamentales" de la fe (CIC, no. 11). La partitura de una sinfonía no es simplemente para ser leída. La partitura debe ser tocada para que la música sea escuchada. Y la fe también debe ser escuchada por otros. Es cierto que la partitura de una sinfonía puede ser atractiva para un músico entrenado que, mientras "lee" la música en las páginas, puede oír interiormente la música que se toca en la mente. Pero para la mayoría de nosotros, las notas siguen siendo sólo muchos símbolos en una página hasta que las oímos tocadas por la orquesta. ¡Entonces todo es diferente! La música fluye y nos cautiva. La imagen de la fe como una sinfonía nos recuerda que la intención de la Iglesia no es que la fe permanezca simplemente como palabras en las páginas del Catecismo. Las palabras tienen que cobrar vida.

¿Cómo sucede esto? Esto sucede en primer lugar en nuestra enseñanza. Podemos utilizar la frase "la enseñanza de la Iglesia" de dos maneras. Podemos referirnos al cuerpo objetivo de verdades que constituyen la fe de la Iglesia; esta es la "enseñanza" de la Iglesia donde "enseñanza" es un sustantivo. También puede significar la actividad de enseñar que se lleva a cabo en y a través de la Iglesia; este es el "enseñar" de la Iglesia donde "enseñar" es un verbo. El Catecismo quiere que los catequistas asuman la enseñanza de la Iglesia entendida como sustantivo y la hagan un verbo. La fe que se nos presenta en el Catecismo depende de los maestros de la Iglesia, incluso sus catequistas, para "tocar" esta fe mediante su aprendizaje, su práctica y su enseñanza.

Una partitura musical tiene más que sólo las notas de música presentadas en una página. Junto con las notas hay todo tipo de instrucciones a los músicos que indican cómo va a tocarse la obra. La armadura de clave es obviamente crucial y afecta cómo se tocarán todas las notas. Entonces, por ejemplo, un movimiento podría ser "allegro" o "adagio",  rápido o lento. Otras notaciones indican cuándo la música se eleva en un crescendo y cuando se apaga de nuevo. Otras marcas indican tocar delicadamente, la ligera prolongación de una nota, etcétera.

El Catecismo tiene una gama similar de instrucciones, ayudando al catequista a saber cómo tocar la música. Llamamos a este conjunto de instrucciones para la catequesis la pedagogía que está consagrada en el Catecismo. Debemos consultar esta pedagogía para evaluar todos los métodos que utilizamos en la enseñanza de la fe (DGC, no. 148). Muchas de estas instrucciones se hacen explícitas en el Prólogo (CIC, nos. 1-25). Otras "marcas" en la "partitura" del Catecismo son:

  • Ayuda al buscar puntos clave para la enseñanza. El Catecismo pone en cursiva palabras y frases para indicar énfasis particular, mientras que los subtítulos en negrita en una sección presentan los principales puntos de enseñanza en un tema.
  • Ayuda al presentar a los catequistas las razones que tiene la Iglesia para su enseñanza, de modo que lo que se anuncia pueda ser entendido de manera más completa. Palabras y frases de "razonamiento" como "por lo tanto" y "porque" indican las razones para una enseñanza particular de la Iglesia.
  • Ayuda al mantener un anuncio de la fe centrado en Dios. El Catecismo ha sido escrito para darnos una catequesis que tiene a Dios en el centro. Emplea el lenguaje de la primacía de la gracia, para ayudar a los catequistas a ver las cosas con la mirada de Dios y hablar para que todos puedan escuchar que los catequistas hablan en nombre de Cristo.

Concluyamos con las palabras de las Confesiones de san Agustín: "¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón" (CIC, no. 1157). Que ello sea así también con nuestra catequesis, que cuando nuestras voces reflejen la voz del pastor, otros puedan captar los acordes, a través de nosotros, de su melodiosa sinfonía de la verdad.


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Las citas del Catecismo de la Iglesia Católica, segunda edición, © 2001, Libreria Editrice Vaticana–United States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C. Utilizadas con permiso. Todos los derechos reservados.

Las citas de Papa Juan Pablo II, Fidei Depositum, han sido extraídas de la página Web oficial del Vaticano. Utilizadas con permiso. Todos los derechos reservados.

Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de setiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este trabajo puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin el permiso escrito del titular del copyright.