Reflexion Teologica - Harry Dudley

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Entren por la puerta estrecha

por Harry Dudley, DMi
Subdirector de Certificación del Ministerio Eclesial, Secretaría de Educación Católica
Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos

Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por él. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!
(Mt 7, 13-14)

Entren por la puerta estrecha (véase también Mt 7,13-14 y Lc 13,22-30; 16,16). Esta frase inicial pone en claro que sí tenemos elecciones en nuestro camino de fe, y nuestras elecciones tienen consecuencias. En el pasaje paralelo de Lucas, se nos advierte que la puerta es estrecha y que los que piensan que son primeros serán los últimos. Los que escuchaban a Jesús eran conscientes de la tradición entre los eruditos judíos de esa época de cerrar la puerta y prohibir la entrada a clase a los estudiantes por una semana para que los tardones aprendieran a llegar a la hora. Las elecciones que tomamos nos pueden llevar en muchas direcciones: buenas o malas, la vida o la muerte, el cielo o el infierno (véase Mt 24,31-46). En un país donde la libertad de elección es lo más importante para muchos, la idea de que algunas elecciones pueden ser buenas y otras malas a menudo se pierde. Muchos asumen que sin importar cómo se vive una vida, todos estamos destinados a ser salvados. Muchos han perdido el sentido del pecado y de la necesidad de un Salvador en nuestra vida.

Echemos un vistazo a la imagen de la puerta estrecha a la luz de este pasado Año de la Fe, la Nueva Evangelización, el Concilio Vaticano II, y nuestro continuo viaje de fe como pueblo peregrino de Dios en la tierra, el Cuerpo de Cristo.

Dos tipos de vida

Este pasaje sobre el camino estrecho es parte de la sección final del Sermón de la Montaña (Mt 7,13-28). Jesús nos presenta una serie de contrastes, comparando dos tipos de vida dentro de la comunidad de sus discípulos: los que obedecen las palabras de Jesús y por lo tanto agradan a Dios el Padre y los que no lo hacen.

Los discípulos que obedecen las palabras de Jesús permiten que la vida de él configure la totalidad de la existencia de ellos según su fe en Jesucristo. Como dice el Directorio Nacional para la Catequesis de los Estados Unidos: "La formación moral cristiana conlleva un camino de transformación interior a la luz del Misterio pascual de Cristo, el cual da lugar a una profunda conversión personal a Cristo. La conversión a Cristo implica la confesión de la fe en Él, la adhesión a su persona y su enseñanza, seguir sus huellas, adoptar sus actitudes y renunciar al hombre viejo a fin de elevar al hombre nuevo en Cristo". ¿Por qué, podemos preguntar? Porque "Cristo es la norma de la moralidad. La moralidad cristiana 'consiste… en el seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse a Él, en el dejarse transformar por su gracia y ser renovados por su misericordia, que se alcanzan en la vida de comunión de su Iglesia" (Directorio Nacional para la Catequesis [DNC] [Washington, DC: United States Conference of Catholic Bishops, 2005], no.42).

Los discípulos que no siguen las palabras de Jesús, al no relacionarlas con su vida y decisiones de todos los días, son como las pobres ovejas que son descarriadas por otras voces además de la de Jesús. 

El papa Benedicto XVI sorprendió a muchos cuando habló positivamente de los agnósticos, a quienes llamó "personas [que] buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a nosotros creyentes, a todos los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios –el verdadero Dios– se haga accesible" (Benedicto XVI, Intervención, Encuentro por la Paz en Asís,https://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/october/documents/hf_ben-xvi_spe_20111027_assisi_sp.html).

Vaticano II

Uno de los dones de Vaticano II fue que renovó el llamado a la santidad universal, un llamado que no compartimos solos (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia [Lumen Gentium (LG)], no. 39, en https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html). Podemos mirar a los santos que son modelo para nosotros sobre cómo entrar por la puerta estrecha con la gracia. Cuando sí tratamos de modelar nuestra vida según la vida de Jesús y de los santos, nuestra misma vida se vuelve como su luminoso testimonio de su poder salvador. La cuestión aquí es estar comprometido como miembro de la comunidad de los discípulos, la Iglesia, la oración diaria, el ayuno regular y la participación plena y activa en la vida sacramental y en el servicio a los demás. Ese patrón de vida cristiana abre la puerta a la salvación, no sólo para nosotros, sino también para los demás.

Ralph Martin, teólogo que enseña en el Seminario del Sagrado Corazón en Detroit, se desempeñó recientemente como experto oficial en el Sínodo Mundial de los Obispos sobre la Nueva Evangelización en octubre de 2012. En una entrevista en video poco después del sínodo, afirmó que en medio de las contribuciones positivas del Concilio Vaticano II y su énfasis en el ecumenismo y el diálogo interreligioso "muchos católicos se confundieron y dijeron, bueno, tal vez ya no importa si la gente es cristiana o no" ("The strait [sic] and narrow path of the new evangelization: An interview with Ralph Martin," Catholic News Service (CNS), 26 de octubre de 2012, https://www.youtube.com/watch?v=2kyILAhx2KQ).

El párrafo 16 de Lumen Gentium puede parecer que enseña algo contrario a las palabras de Jesús sobre el "camino estrecho" al afirmar la posibilidad de que las personas pueden ser salvadas sin oír el Evangelio de Cristo o sin llegar al conocimiento explícito de Dios. Esta lectura superficial ha llevado a algunos católicos a dudar de que sea necesario ser cristianos para ser salvados, y por lo tanto, de acuerdo con Martin, se han vuelto displicentes con respecto a la necesidad de la evangelización. (Ralph Martin, Will Many Be Saved? [Wm. B. Eerdmans Publishing Co., Grand Rapids, MI, 2012] 5.) En la entrevista en video con CNS, Martin dijo que aquellos que malinterpretan el documento de esta manera "dan este enorme salto de la posibilidad a la probabilidad de (suponer) que casi todo el mundo [será salvado]" (Francis Rocca, "Misreading of Vatican II", CNS, 26 de octubre de 2012, https://www.catholicnews.com/data/stories/cns/1204533.htm).

Martin aclaró que el Concilio ofrece tres condiciones específicas en las que es posible la salvación de los no cristianos: "ignorancia inculpable, que no sea su culpa que no hayan escuchado el Evangelio"; que "estén buscando seriamente a Dios, que quieran saber quién es y cuál es su voluntad", y que "estén viviendo de acuerdo a la luz de su conciencia con la asistencia de la gracia" (tal como resume Francis Rocca en el mismo artículo).

Martin señaló que la evangelización es "no sólo sobre enriquecer la vida de las personas, no sólo sobre hacer que la gente sea más feliz en esta tierra… En realidad es sobre la diferencia entre el cielo y el infierno". Dice en la crítica a un teólogo, "Qué trágico sería si la promulgación de una suposición teórica o práctica de que casi todo el mundo será salvado se convirtiera en los hechos en la causa de que muchas personas se perdieran" (189).

Jesús mismo es la puerta, y los discípulos tienen la llave

Entonces Jesús dijo otra vez,"Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,7-10; véase también Ef 2,11-18; Hb 10,19-25).

Jesús se refiere al tipo de redil de ovejas que los pastores usaban durante los meses de verano. Los pastores se quedaban en el campo con sus ovejas durante semanas a la vez. Hacían todo lo posible por encontrar buenos pastos, y luego juntaban algunas piedras para construir un corral improvisado que tenía una sola abertura. Por la noche el pastor arreaba sus ovejas dentro del redil a través de esa abertura. Luego se acostaba delante de la abertura. El mismo pastor se convertía en la puerta del redil de las ovejas. Era literalmente la protección de las ovejas y su seguridad frente a ladrones y salteadores que quisieran matar, robar o destruir el rebaño.

¿Quiénes son los ladrones y salteadores a los que se hace referencia aquí? El uso del tiempo presente "son" nos proporciona una clave. Los ladrones y salteadores son contemporáneos de Jesús, aquellos cuyos líderes en particular no eran buenos pastores y buenos testigos. Como sus discípulos, nuestra vida debe contrastar con aquellos pobres testigos por la forma en que anunciamos que él es el buen pastor cuya vida, Muerte y Resurrección dan sentido y esperanza a nuestra vida.

  • ¿Nos ha ayudado este Año de la Fe a abrazar nuestro discipulado con Jesús el Buen Pastor y la vida abundante que él ofrece a través de su Iglesia en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia? Durante el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, el cardenal Timothy Dolan llamó a la Penitencia y la Eucaristía los "sacramentos de la Nueva Evangelización".
  • ¿Alguna vez hemos compartido con otros lo mucho que su perdón y curación significan para nosotros?
  • ¿Recordamos que en el misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús, Dios ha revelado en su plenitud el Amor que nos salva y nos llama a la conversión de vida a través del perdón de los pecados (véase Hechos 5,31)?

Como discípulos, somos corresponsables

El papa Benedicto XVI dijo, "Los laicos… no se han de considerar como 'colaboradores' del clero, sino como personas realmente 'corresponsables' del ser y del actuar de la Iglesia" (Mensaje a la VI Asamblea Ordinaria del Foro Internacional de Acción Católica, 10 de agosto de 2012, https://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2012/documents/hf_ben-xvi_mes_20120810_fiac_sp.html). Un autoexamen saludable puede resultar útil:

  • ¿Reflejan nuestras decisiones nuestra relación con Cristo? ¿Está esa conexión clara para nosotros? Si no, es difícil que esté clara para los demás.
  • ¿Nos damos cuenta, como ha dicho el papa Benedicto XVI, de que el verdadero amor al prójimo también desea darle a este lo más profundo que necesita, a saber, el conocimiento y la verdad? Por eso estamos llamados a buscar oportunidades de compartir nuestra fe.
  • ¿Hemos orado al Espíritu Santo para renovar nuestra fe y para que nos dé entendimiento y coraje para compartir nuestra fe?

El sendero ancho o el estrecho

San Agustín nos recuerda en sus Confesiones que tenemos corazones inquietos que sólo Dios puede llenar. En lugar de Dios o la vida espiritual, nuestra cultura a menudo nos presenta muchas otras cosas que se supone que llenan nuestros corazones inquietos. Si abrazamos el camino de Cristo, nos damos cuenta de que estamos destinados a contrarrestar este ancho sendero de la cultura secular. G. K. Chesterton escribió, "Cada generación es convertida por el santo que más la contradice". La Nueva Evangelización responde al continuo alejamiento de la religión en la sociedad occidental instando a los católicos a compartir con entusiasmo a Cristo en palabra y testimonio. Por eso el papa Benedicto XVI nos alentó a estudiar la vida de los santos y aprender de su ejemplo ("Líder de Evangelización y Catequesis comparte 'Siete cosas que los católicos deben saber sobre la Nueva Evangelización'", https://www.usccb.org/news/2012/12-160sp.cfm).

  • ¿Nuestro Año de la Fe nos ha ayudado a recordar que sólo Dios puede llenar nuestro anhelo infinito?
  • ¿Este Año de la Fe nos ha ayudado a ver que Jesús sólo se aparece como una puerta estrecha a aquellos que quieren llenar su vida con nada menos que el amor infinito que Dios ofrece?

Más allá del Año de la Fe

En su primera catequesis sobre el Año de la Fe, el Santo Padre dijo que su intención era que "renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo… reavive la alegría de caminar por el camino que nos ha indicado; y testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la fe" (Benedicto XVI, Audiencia general, 17 de octubre de 2012, https://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20121017_sp.html). A medida que este Año de la Fe llega a su fin, tenemos que pensar en cómo vamos a continuar lo que esperamos ha comenzado a echar raíces en nosotros.

La evangelización no es un momento aislado, sino una práctica constante ("Siete cosas que los católicos deben saber"). La conversión personal y el encuentro con Cristo es una experiencia continua que dura toda la vida. Somos bendecidos de encontrarnos con nuestro Señor y Salvador Jesucristo en los sacramentos. Estos nos dan la gracia de vivir nuestro llamado a reflejar el amor de Cristo. Luego compartimos ese amor con nuestro prójimo a través del cuidado de los pobres y dando la bienvenida a aquellos que se sienten distantes de Dios.

Todos nosotros, en cierto sentido, tenemos la llave de la puerta. Podemos ocultar a Cristo y hacer difícil a los que lo buscan encontrarlo, o podemos ser testigos vivos que lo revelamos por medio de nuestra propia vida.

En un discurso a educadores religiosos, el obispo Frank J. Caggiano, obispo auxiliar de Brooklyn, los desafió a convertirse en "vestíbulos vivos de la casa de Jesús". Señaló que, de hecho, somos vestíbulos de la casa de Jesús cuando nos permitimos ser transformados por él y crear encuentros para toda la vida con Jesús. Hacemos esto al testificar y proponer, no imponer, una importante distinción entre evangelización y proselitismo. El obispo hizo esta pregunta: ¿Por qué la puerta que conduce a la vida abundante, Jesús mismo, parece tan estrecha para tanta gente? ¿Es porque nosotros que somos sus discípulos no hemos compartido la alegría que nuestra vida como sus discípulos nos trae?

En los próximos años, estamos llamados a hacernos eco de las palabras del papa Pablo VI: "Siento la necesidad de anunciar [a Cristo], no puedo guardar silencio. '¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!' (1 Co 9,16). Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo soy apóstol, yo soy testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia me apremia el amor (cf. 2 Co 5,13). Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,16); él es quien nos revela al Dios invisible, él es el primogénito de toda criatura, el fundamento de todo lo creado. Él es el Maestro de la humanidad, y su Redentor. Él nació, murió y resucitó por nosotros" (Pablo VI, Homilía, 29 de noviembre de 1970, www.vatican.va/holy_father/paul_vi/homilies/1970/documents/hf_p-vi_hom_19701129_en.html).


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