Conference on Humanizing the Global Economy

Washington, Enero 28-30 de 2001

Monseñor Jorge Jiménez Carvajal
Obispo de Zipaquirá – Colombia
Presidente del CELAM

La Iglesia que peregrina en América Latina y el Caribe se ha preocupado siempre por la suerte de los pueblos que habitan este continente. Especialmente en las Conclusiones de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano realizadas en Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), los Obispos hemos manifestado nuestro dolor por tántos rostros sufrientes "desfigurados por el hambre, consecuencia de la inflación, de la deuda externa y de injusticias sociales": rostros de campesinos e indígenas despojados de sus tierras; rostros desilusionados por los políticos que prometen pero no cumplen; rostros aterrorizados por la violencia; rostros angustiados de los menores abandonados; rostros de mujeres humilladas y postergadas; rostros cansados de migrantes que no encuentran una digna acogida… (SD 178).

Las Conferencias Episcopales de Estados Unidos y Canadá nos han acompañado en estas reflexiones, tanto en las llamadas anteriormente "Reuniones Interamericanas de Obispos" como lo expresaba Monseñor Wilton D. Gregory, como en documentos y mensajes oficiales del Episcopado. Esta reflexión tuvo su culmen en el Sínodo de los Obispos, en la Asamblea Especial para América en 1997. Allí hablamos de las graves situaciones que se viven en América, que el Santo Padre llamó "pecados que claman al cielo": el comercio de drogas, el lavado de las ganancias ilícitas, la corrupción en cualquier ambiente, el terror de la violencia, el armamentismo, la discriminación racial, las desigualdades entre los grupos sociales, la irrazonable destrucción de la naturaleza (EAm 56).

En este contexto, el CELAM ha participado en diversas reuniones con organismos internacionales, a fin de buscar caminos de solución a estos problemas.

Un primer encuentro se realizó en el Vaticano los días 9-10 de Junio de 1997 entre representantes del Pontificio Consejo Justicia y Paz, de Secretaría de Estado de la Santa Sede, del Consejo Episcopal Latinoamericano-CELAM, de la Fundación Konrad Adenauer y de Instituciones Financieras Internacionales sobre el tema "Modernización económica, Democratización y Justicia social". Una segunda reunión se llevó a cabo en Washington los días 21 y 22 de Abril de 1998 con el tema "La lucha contra la pobreza en perspectiva del Tercer Milenio".

En estas reuniones se examinó la realidad de la pobreza crítica en América Latina y el Caribe, donde la mayor parte de la población vive en una permanente lucha por la supervivencia; y se constató igualmente la escasa voluntad política de la comunidad internacional en encontrarle una salida estructural al subdesarrollo, capaz de garantizar una línea ascendente en el logro del bienestar.

Frente a esta situación, y teniendo en cuenta que el proceso de globalización exige una redefinición del destino de nuestros pueblos en los diversos ámbitos de la cultura, de la economía, de la política y del conocimiento, se insistió en las conclusiones de los anteriores encuentros, en la necesidad de un cambio en la manera de ver y pensar la realidad desde la óptica de la fraternidad universal y de la globalización de la solidaridad. En este sentido, se propuso multiplicar los esfuerzos de cooperación internacional en todos los órdenes, vinculando la excelencia de la iniciativa privada y comunitaria en la realización de acciones tendientes a la superación de la pobreza estructural.

Entre los factores que obstaculizan este proceso se nombraron especialmente dos: la corrupción, tanto pública como privada, tanto nacional como internacional; y la deuda externa. El fenómeno de la corrupción afecta a las personas, a las estructuras públicas y privadas y a las clases dirigentes; y favorece la impunidad y el enriquecimiento ilícito, lo mismo que la falta de confianza en las instituciones políticas, en la administración de la justicia, en la inversión pública, etc. Las consecuencias de la corrupción recaen en los más pobres y desvalidos. Por eso, en Ecclesia in America el Papa nos dice que "la lacra de la corrupción ha de ser denunciada y combatida con valentía por quienes detentan la autoridad y con la colaboración generosa de los ciudadanos, sostenidos por una fuerte conciencia moral" (Cfr. Eam 23). Con relación a la deuda externa, ésta ha dejado de ser únicamente un problema económico o jurídico para convertirse en un problema ético y político. Su solución, por tanto, supera el marco de simples acuerdos económicos o técnicos entre países y entidades prestatarias. La solución debe buscarse en el marco de las relaciones internacionales de los diferentes países implicando decisiones políticas del más alto nivel. Esta interdependencia debe llevarnos a buscar nuevas formas de solidaridad.

A las citadas reuniones hay que agregar los diversos Simposios que se han llevado a cabo, en cooperación con la Fundación Konrad Adenauer, con Adveniat, con Misereor sobre Justicia social, Estado de Derecho, Democracia, Economía y Política.

Esta Conferencia Internacional que hemos titulado "Humanizando la Economía Global" es, por una parte, resultado de las reuniones de Obispos de América; pero, también de esta preocupación que ha surgido en los encuentros con organismos internacionales. Por eso, me complace ver a representantes de las Conferencias Episcopales de los Estados Unidos, de Canadá, de diversos países de América Latina y el Caribe; lo mismo que a los Presidentes y directivos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo y de otros organismos internacionales, con quienes compartimos las mismas preocupaciones, aunque desde ópticas diferentes.

Finalmente, quiero comentarles que el CELAM, dentro de sus programas institucionales, está reflexionando sobre el tema "Globalización y Nueva Evangelización", a fin de examinar los desafíos que se le presentan a la Iglesia en el contexto de la globalización mundial. No hay duda que la presente Conferencia nos brindará un rico aporte para el avance de esta reflexión, que nos gustaría compartir con ustedes más adelante.

Sea este el momento para agradecer a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, a la Arquidiócesis de Washington y a la Universidad Católica de América la acogida que nos brindan en esta casa de estudios; lo mismo que a la Conferencia Episcopal de Canadá, a los organismos e instituciones que, de diversas formas, han hecho posible la realización de esta Conferencia.