Amar a los niños fruto de una violación

Mary McClusky

06 de enero de 2012

Minka Disbrow de cien años de edad hace poco tiempo compartió su historia en las noticias de cómo fue violada a los 17 años y quedó embarazada. A pesar de la violencia que recibió, Minka desarrolló un gran amor por su hija por nacer y la entregó a un hogar lleno de amor un mes después del nacimiento. Hoy día una mujer en la situación de Minka tal vez más probablemente busque abortar, dado el estatus legal actual y la mayor aceptación del aborto. Su historia proporciona una oportunidad para reflexionar sobre la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto en casos de violación.

No importan las circunstancias en las que se concibió un hijo, siempre tiene un gran valor como persona humana única. El bien de cada hijo recién concebido nunca es anulado por el acto nefasto de la violación. Ponerle fin a un embarazo concebido en una violación intenta borrar y corregir la injusticia de la horrorosa violencia del violador con otro acto de violencia e injusticia. El castigo por la violación debería implementarse contra la parte culpable y no contra el niño no nacido e inocente y su madre.

Cada vida humana está hecha a imagen de Dios como un nuevo varón o mujer con su propia identidad única. Como dijo el Santo Padre Benedicto XVI: "Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario". La Iglesia diferencia el aborto como un mal intrínseco y dice que sin importar las circunstancias o el motivo de un aborto, este siempre es malo.

¿Y cuántas mujeres y niños sufren? Dos factores contribuyen a que sea difícil de precisar la cantidad aproximada de abortos después de una violación. El delito de violación a menudo no se reporta y las estadísticas de aborto en sí mismas no son completamente precisas porque los requisitos de reportar varían de estado a estado. Los aproximados varían ampliamente pero al menos miles de mujeres cada año en nuestra nación sufren la violencia horrenda de un violador, y soportan un segundo acto de violencia que también causa la muerte de miles de niños en gestación. El impacto sobre la madre se agrava por el sufrimiento emocional que con mucha frecuencia aparece después de un aborto, aunque sea muchos años después.

Como nos recuerda el Programa Respetemos la Vida de este año, Cristo vino para que todos tengan vida, y la tengan en plenitud. Los niños cuya vida se concibió como resultado de una violación están llamados a la grandeza. El final feliz a la historia de Minka muestra esta grandeza. Después de buscar durante toda su vida a la hija que dio en adopción, Minka recientemente la reencontró y descubrió a una familia amorosa y talentosa que nunca había conocido. Ahora disfruta sus relaciones con una familia que tiene nietos y bisnietos que nunca hubieran existido si hubiera elegido de manera diferente hace varias décadas.

Que el ejemplo de Minka de su gran amor por su hija sirva como el modelo de amor y sacrificio al que estamos llamados a ofrecer, y de amor y protección que cada niño en el vientre materno se merece.

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Mary McClusky es coordinadora de proyectos especiales del Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información acerca de las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.