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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada
el otro como algo menos. Si la Crucifixión y la Resurrección fueron
acontecimientos que implicaban solo a Dios, entonces no estamos
salvados. Si Jesús no fue divino, él habría sido simplemente un buen
hombre cuya muerte y Resurrección no nos podrían haber salvado. Es
necesario creer que el misterio de la Encarnación significa que Jesús era
completamente tanto Dios como hombre.
JESÚS ES EL SALVADOR DE TODOS
Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe
ninguna otra persona a quien Dios haya constituido
como salvador nuestro.
—Hch 4:12
Al comienzo del tercer milenio, el mundo celebró una concienciación
global y la diversidad de las culturas. La revolución en los medios de
comunicación, el transporte y las tecnologías de computadoras nos
está haciendo conscientes de los pueblos y de la diversidad de maneras
raramente vividas tan directamente en el pasado. Estados Unidos mismo
es un caso práctico primordial respecto a la continuidad de la diversidad
cultural, especialmente siendo testigo del gran número de hispanos
y asiáticos.
Entre la excitación generada por la concienciación global, ayuda
destacar que el plan de Dios para salvar al mundo ha sido global desde el
mismo principio. Las últimas palabras de Jesús a sus Apóstoles presentan
precisamente la escala global de su misión: “Vayan, pues, y enseñen a
todas las naciones” (Mt 28:19).
Los energéticos misioneros de la Iglesia han llevado la Buena Nueva
de Jesucristo a todas las partes de la Tierra. Repetidas veces la Iglesia ha
encarnado el Evangelio en una nueva y fascinante cultura. Si alguien es un
experto en pluralidad cultural, esa es la Iglesia, cuyo alcance evangélico
ha evangelizado las antiguas Judea, Grecia y Roma, Egipto y el norte de
África, las comunidades tribales que penetraron el norte de Europa, los
mundos de la Edad Media y el Renacimiento, las distantes tierras de Asia
y los nuevos campos que se abrieron con el descubrimiento de América.