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Capítulo 9. Reciban el Espíritu Santo

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la sabiduría para ver como estas se aplican a nuestras vidas. Finalmente,

el Espíritu nos da valentía en nuestros corazones para que podamos

ser testigos de lo que creemos tanto ante los creyentes como ante los

no creyentes.

Los Hechos de los Apóstoles muestran como el Espíritu Santo

transformó a los Apóstoles de ser unos discípulos temerosos, escon­

diéndose tras puertas cerradas, a valientes testigos por Cristo.

El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en

un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del

cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda

la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de

fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron

todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas,

según el Espíritu los inducía a expresarse. (Hch 2:1-4)

Comenzando con el don del Espíritu Santo en Pentecostés, los

discípulos se convirtieron en dinámicos misioneros. Llenó a esos

discípulos con el don de la fortaleza para que así nada los detuviese de

proclamar el amor de Cristo por toda la gente.

Cuando aprendemos a estar abiertos al Espíritu Santo, él comparte

con nosotros el don del entendimiento el cual contiene el poder de conocer

a Jesús y de dar testimonio de él. En nuestro Bautismo, el Espíritu actúa

por medio de las aguas que quitan el Pecado Original y los pecados

actuales, y nos da vida nueva en el Dios Triuno. En la Confirmación, el

Espíritu Santo es otorgado mediante la unción con el crisma, mediante

el cual el obispo nos marca para que el Espíritu Santo pueda darnos la

fuerza para continuar la misión de Cristo de transformar el mundo. En

cada Misa, el Espíritu Santo transforma el pan y el vino en el Cuerpo y

la Sangre de Cristo mediante el ministerio del sacerdote.

El Espíritu Santo es dinámico, transformando nuestros cuerpos

en templos de Dios y nuestras almas en moradas para Cristo. A veces

llamado el

Paráclito

, una palabra que lo describe como el abogado y

consolador, el Espíritu Santo quiere llenarnos de inspiración y ánimo.

Puede que no tengamos que hacer grandes cosas, pero estamos

llamados a llevar a cabo los deberes diarios con gran amor. El Espíritu