Apoya la vida, sin importar cómo fue concebida

Mary McClusky

5 de agosto de 2011

Hace poco tiempo una madre que concibió a su bebé por fertilización in vitro (FIV) escribió a una columna de consejería del Washington Post. Sus padres objetaban la manera inmoral de la concepción de su nieto, por lo tanto decidieron no tener relación alguna con el bebé, una decisión que era dolorosa y problemática.

Sin duda, los abuelos no estaban equivocados al objetar esta tecnología. Crear y manipular nueva vida en un laboratorio quebranta la naturaleza preciada y sagrada del sexo entre el esposo y la esposa, causa la muerte de múltiples embriones, y trata a los niños recién concebidos como objetos. Se debería concebir a un hijo mediante el sexo amoroso, abierto a cooperar con Dios en la creación de nueva vida. Dios permite al esposo y a la esposa cocrear con Él, lo cual resulta en una familia que apoya al niño y construye una cultura de la vida. Por tanto, la Iglesia insta a las parejas que luchan por concebir a aprender sobre los tratamientos moralmente aceptables que ayudan a que la unión sexual de una pareja pueda concebir un bebé. Ofrece apoyo y guía a las parejas para cargar con la cruz de la infertilidad, y para considerar la posibilidad de adopción.

Pero darle la espalda a un niño por la manera en que lo concibieron no forma parte del mensaje cristiano. Ningún niño es moralmente responsable por la manera que llegó a la vida, y ese niño sigue siendo un hermoso don de Dios.

Consideremos la situación trágica de un niño concebido en una violación o por incesto. Abortar ese hijo solo responde a la violencia e injusticia con una violencia e injusticia aún mayor. No puede borrar la violación y puede aumentar el dolor de la mujer. Una madre que nutre a este niño para que nazca merece apoyo y aliento. Necesita apoyo para tomar la valiente decisión de si darlo en adopción o no. Un niño siempre es un enorme bien a los ojos de Dios, y también una fuente de gozo y amor para su familia biológica o adoptiva.

Sin importar cómo se concibió al bebé, los católicos estamos llamados a dar testimonio del don especial e irrepetible de cada nueva vida. En El Evangelio de la Vida, el Beato Juan Pablo II escribe: "La vida es siempre un bien. …La vida que Dios da al hombre es original y diversa de la de las demás criaturas vivientes, ya que el hombre… es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencia, resplandor de su gloria". Las futuras mamás en las situaciones más desafiantes y difíciles tienen una necesidad especial de otras personas que las acepten y amen, sean una presencia que afirme la vida y den testimonio del don de la nueva vida que crece dentro de ellas.

Consideremos que Nuestro Señor mismo fue concebido en el seno de una madre soltera y pobre, en circunstancias que parecían vergonzosas. Sin embargo, José permaneció abierto a escuchar y seguir los consejos de Dios. Arriesgó todo para servir y proteger a María como un marido amoroso, y para adoptar a Jesús como Su padre en la Tierra. José es un ejemplo amoroso y valiente de respetar el don de Dios de la vida, incluso en situaciones que desafían las perspectivas terrenales y humanas de los que ya nacieron. El ejemplo y la valentía de José deberían inspirar a muchos a proporcionar oraciones que afirmen la vida, asistencia financiera y apoyo emocional a las mujeres y niños que los necesitan.


Mary McClusky es coordinadora de proyectos especiales del Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información acerca de las actividades pro vida de los obispos, visitewww.usccb.org/prolife.