Hay un tiempo para cada cosa, y un momento para hacerla bajo el cielo. (Ecle 3:1)
La entrada en la tercera edad ha de considerarse como un privilegio; y
no sólo porque no todos tienen la suerte de alcanzar esta meta, sino
también y sobre todo porque éste es el período de las posibilidades
concretas de volver a considerar mejor el pasado, de conocer y vivir más
profundamente el misterio pascual, de convertirse en ejemplo en la
Iglesia para todo el pueblo de Dios.1 (Su Santidad Juan Pablo II)
Estamos encarando una situación sin precedentes en los Estados Unidos.
Al inicio del siglo XX, una de cada veinticinco personas en Estados
Unidos tenía 65 años o más. Hoy, uno de cada ocho –un total de 33.2
millones de estadounidenses– tiene por lo menos 65 años. Una persona que
alcanza los 65 años puede vivir unos diecisiete años más; y muchos
viven mucho más allá de ese promedio.2
Tanto la sociedad como la Iglesia apenas empiezan a esforzarse por
resolver las implicaciones de la situación social, económica y
espiritual del rápido crecimiento de este grupo humano. Bajo el tema
"Una sociedad para todas las edades", las Naciones Unidas ha designado
el año de 1999 como el "Año Internacional de las Personas de Edad". El
Vaticano, en su propia contribución al Año Internacional, urge a los
católicos que hagan un compromiso nuevo, no sólo de cuidar a las
personas de edad, sino también a aprender de ellas.3 Y recientemente, el Papa Juan Pablo II ha ofrecido su reflexión personal sobre el envejecimiento.4
Inspirados por este desafío, nosotros, los obispos católicos de Estados
Unidos, ofrecemos esta reflexión sobre el envejecimiento en la comunidad
de fe.
Lo hacemos con una gratitud profunda por las muchas maneras en que los
católicos de edad, devotos y generosos, han construido –y aún
construyen– la Iglesia.
Escribimos como aprendices que, junto a otras personas de edad, exploran el período que algunos han llamado la "tercera edad".5
Aprendemos de los muchos legados culturales de nuestra gente de edad.
Sus variadas costumbres, tradiciones y contribuciones enriquecen
enormemente a la Iglesia.
Escribimos como pastores que aprecian a la persona en todos sus
aspectos, con sus dones y talentos, y sus límites y vulnerabilidad. Nos
mantenemos firmes en la oposición a la eutanasia, al suicidio asistido y
a todo lo que amenace la dignidad y el carácter sacrosanto de la vida
humana.
En esta declaración nos dirigimos a toda la comunidad de fe, pero
dirigimos una palabra especial a (1) las personas de edad, (2) a las
personas que las cuidan, (3) a la comunidad parroquial: párrocos,
personal, voluntarios, y a todos los fieles, y (4) a los jóvenes
adultos.
El justo crecerá como una palmera, se alzará como cedro del Líbano.
Plantados en la casa del Señor, en medio de sus patios darán flores. Aún
en la vejez tendrán sus frutos, pues aún están verdes y dan brotes,
para anunciar cuán justo es el Señor, que en mi roca no existe la
maldad. (Sal 92:13-16)
Con afecto y respeto, nosotros los obispos –algunos de los que también
somos de edad– nos dirigimos a ustedes que han entrado en la edad
avanzada. Los invitamos a que reflexionen sobre quiénes son y cómo se
relacionan con Dios y con los demás en esta etapa de su vida.
La declaración pastoral de los obispos católicos de Estados Unidos: Llamados y Dotados para el Tercer Milenio,
emitida en 1995, presenta la vida espiritual en términos de cuatro
llamadas específicas: a la santidad, a la comunidad, al servicio y a la
madurez cristiana. Aquí nos enfocamos en cómo las personas mayores
podrán experimentar y responder a estas llamadas, especialmente a la
llamada a la santidad, que abarca a todas las otras y las dirige a la
sabiduría.6 Esta sabiduría es una señal de madurez cristiana.
Al hacer esto, nos basamos en nuestras propias experiencias pastorales
así como en las reflexiones y visiones que personas de edad han
compartido con nosotros.
Mientras todos somos llamados a la santidad, a "una unión más íntima con Cristo",7
los asuntos espirituales asumen con frecuencia una mayor importancia
para las personas de edad. Muchos de ustedes tienen ahora el tiempo y el
espacio para reflexionar más profundamente y actuar con una visión y
fundamento moral más amplio. Para más y más personas mayores, la misa
diaria es el centro de su vida espiritual y el punto de partida para
ganar la compañía de muchos compañeros. Algunos son llamados a un tipo
de oración conocida como oración contemplativa, en la cual las palabras
dan paso a escuchar a Dios atenta y serenamente. El deterioro de los
sentidos que puede ocurrir en la edad avanzada, y que con frecuencia se
ve como algo sólo negativo, de hecho puede algunas veces fomentar la
contemplación. Muchas personas de edad experimentan un renovado
entusiasmo por aprender y buscan integrarse a grupos de estudio bíblico,
a comunidades de base o a programas para formación en la fe del adulto.
Al envejecimiento también puede implicar una "crisis de sentido". En la
edad avanzada uno comienza a pensar en que si la vida de uno ha marcado
alguna diferencia en la vida de alguien, –si ésta tiene sentido. Tal vez
tengan reminiscencias o entren en una etapa de revisión de la vida.
Recordarán los sucesos del pasado y las relaciones en su vida,
reconociendo lo que es bueno y constructivo, y dejando a un lado los
errores y las fallas. Dado que ustedes no pueden cambiar los sucesos del
pasado, pueden pedirle a Dios que les ayude a cambiar sus actitudes y
la percepción de ellos. Algunas de las fallas del pasado, ahora serán
vistas como hechos de los cuales aprendieron. Posiblemente el lidiar con
personas difíciles les ha enseñado a tener paciencia y a respetar los
diferentes puntos de vista.
Revisar el pasado puede llevarlos a la acción en el presente.
Descubrirán una necesidad de reconciliación: de buscar el perdón y
extenderlo a otros. Los primeros en necesitar el perdón, son ustedes
mismos. Descubrirán también que Dios tiene una nueva tarea para ustedes.
Un talento esperando ser desarrollado, o una cualidad demasiado valiosa
"para ser jubilada", pueden llevarlos a realizar actividades creativas y
fructíferas.
Desafortunadamente, los cambios más grandes en la vida de edad avanzada a
menudo incluyen pérdidas: del cónyuge o de un hijo adulto; de amigos,
la casa, la salud, o la identidad profesional; y, finalmente, la propia
vida. Ese despojo de tantas cosas tan queridas, es un proceso doloroso,
que inclusive parece ser inexorable, especialmente en los años
avanzados. Sin embargo, esto puede ser una preparación natural para la
muerte –el último despojo de las cosas externas– y la vida eterna en el
cielo.
Encarar la propia mortalidad significa reconocer que la muerte es parte
de la vida. Cada una de las demás fases de la vida –niñez, adolescencia,
juventud y madurez– se han vivido con la expectativa de la siguiente
fase. La siguiente fase después de la vejez, no importa lo larga y rica
que sea, es la vida eterna. Las personas de edad desarrollan un aprecio
más profundo "porque la vida de los fieles [del Señor] cambia, no
termina".8 La vejez es un tiempo en el que uno aprende a
aceptar el último cambio en la vida, llamado muerte. Es la entrada a la
unión plena con Dios y reunión con los seres queridos. Desde ese portal,
Cristo los llama a unir sus sufrimiento y muerte a los de Él, de tal
manera que estos aspectos sean redentores. Tienen un propósito. Como
dice San Pablo, "Así completo en mi carne lo que falta a los
sufrimientos de Cristo, para bien de su cuerpo, que es la Iglesia". (Col
1:24)
Aunque que la muerte es la última pérdida, también queremos decir una
palabra sobre dos pérdidas particulares en la edad avanzada.
Primero, es probable que ustedes estén preocupados por la declinación y
la pérdida eventual de su salud. Tienen miedo de llegar a depender de
otros, tal vez de convertirse en una carga. Podrían preocuparse por no
poder comunicar sus deseos sobre asuntos importantes tales como los
sistemas de apoyo. Indicaciones hechas temprano ayudarán a sus seres
queridos a conocer sus deseos. Es posible también que estén preocupados
por la posibilidad de perder su casa o de no tener los medios económicos
para sostenerse durante una enfermedad crónica o en caso de
incapacidad. Para algunos, estos sentimientos se convierten en algo
sumamente abrumador hasta el punto que piden a otras personas que
terminen con sus vidas.
Estas son preocupaciones serias en las que ustedes, los miembros de sus
familias y amigos, y su comunidad de fe, deben trabajar seriamente para
impedir que sucedan. Sobre este punto, sin embargo, queremos decirles
esto: no hay nada malo con ser dependientes de otros; la
interdependencia, no la dependencia, es un valor auténticamente
evangélico. Desde el nacimiento hasta la muerte, nadie es verdaderamente
independiente. Todos necesitamos de todos, unas veces más que otras. No
tengan miedo de pedir o aceptar ayuda. Su dependencia puede ser una
ocasión de gracia tanto para ustedes como para otros.
En segundo lugar, nos dirigimos a las personas que han enviudado:
Sufrimos con ustedes la pérdida de sus cónyuges. Incluso en medio de la
familia y de los amigos, sienten un vacío que nunca se llenará
plenamente. Se pueden enfrentar a emociones conflictivas que hasta
incluyen la cólera hacia el ser amado que se ha perdido, hacia uno mismo
o hacia Dios. Entendemos que el primer año es especialmente difícil,
dado que los cumpleaños y aniversarios traen a la mente memorias
agridulces. Gradualmente los días buenos serán más que los malos, pero
este proceso de sanación toma tiempo y paciencia. Aunque la interacción
social puede ser difícil, les urgimos a que permanezcan en contacto con
su comunidad de fe. Muchas parroquias ofrecen grupos para los que están
de duelo y otros grupos de apoyo para quienes han enviudado.
Muchos de ustedes nos han dicho que sobreponerse a su propio dolor es la
cosa más difícil que han hecho. Hablan de darse cuenta de que si su
propia vida continúa, Dios debe tener un plan y un propósito para
ustedes. Ustedes sacan fuerza y rumbo de la oración, la Escritura y los
sacramentos. Muchos encuentran un sentido renovado al acercarse a otras
personas, especialmente a aquellos que han sufrido pérdidas similares.
Tal vez estas palabras de uno de los Padres de la Iglesia los conforten:
Aquellos que amamos y perdimos, ya no están donde estaban antes.
Ahora están dondequiera que estamos nosotros.
–San Juan Crisóstomo
Crecer en santidad significa lidiar con las pérdidas inevitables de la
vida. Dicho de modo más positivo: el crecimiento en la santidad conduce a
la sabiduría. Aunque muchas culturas guardan reverencia por la
sabiduría de las personas de edad, la sabiduría no viene automáticamente
con la edad. Las experiencias de toda una vida han sembrado las
semillas, pero éstas deben cultivarse por la oración y reflexión sobre
esas experiencias a la luz del Evangelio. Con la gracia de Dios, al ir
madurando, uno alcanza la sabiduría: nos damos cuenta de que venimos de
Dios y hacia Él vamos. O como dijo San Agustín, "Nos hiciste Señor para
ti y nuestro corazón no descansará hasta que descanse en ti".
La persona de saber siempre está en crecimiento, siempre aprendiendo. La
gente con sabiduría está siempre conectando el pasado con el futuro.
Las personas de edad comparten sus historietas, y al hacerlo, transmiten
a las generaciones futuras lo que han aprendido, por medio de las
palabras y el ejemplo. Su sabiduría no muere con ellos, sino que guía y
enriquece a las generaciones por venir.
Las personas se santifican en comunidad. Para la mayoría de la gente,
incluyendo las personas de edad, la comunidad primaria es la familia.
Ustedes se regocijan en unión con su círculo familiar: hijas e hijos,
yernos y nueras, nietos, bisnietos y sobrinos. Transmiten a su familia
la herencia cultural mediante los cuentos, celebraciones y rituales. Se
preocupan por el divorcio de un hijo o por el contacto de uno de sus
nietos con la violencia y los estupefacientes. Algunos de ustedes se
encuentran en situaciones inesperadas, tales como cuidando a un miembro
familiar de edad; y al otro lado del círculo de la vida, en la espera de
un nieto. Con frecuencia sóis un punto de estabilidad en medio del
cambio, un ejemplo de firmeza en la fe, profundizada por las alegrías y
dolores de cabeza de la vida familiar. Para muchos, estas son
experiencias profundas del amor y cuidado de Dios.
Algunos de ustedes viven la alegría especial de ser abuelos. Liberados
de las responsabilidades de ser padres día a día, ustedes dan a las
familias jóvenes el regalo de una atención con tiempo y sin prisas. Con
la experiencia de los años pueden seguir motivando a sus hijos para que
desarrollen nuevas destrezas o talentos, y a tomar decisiones
importantes en su vida. Como lo señaló el Papa Juan Pablo II, ustedes
pueden "romper las barreras entre las generaciones antes de que se
consoliden".9
Algunos de ustedes están aislados de los miembros de su familia. Puede
que uno de ustedes sea de los últimos miembros del árbol genealógico de
la familia. Es posible que los hijos adultos se hayan mudado de casa.
Tal vez ustedes se han rehubicado. Es posible que sus hermanos hayan
fallecido. Después de muchos años de actividad familiar normal, pueden
sentirte solos, incluso abandonados por aquellos a quienes más aman.
Muchas personas de edad regresan a las parroquias y a los grupos de base
para encontrar la comunidad que necesitan. Como familia de familias, la
parroquia conecta a las personas de edad con los demás y con otras
generaciones. La parroquia provee alimento espiritual y sacramental así
como oportunidades sociales y de servicio. Incluso aquí, sin embargo,
algunas personas de edad podrían sentirse aisladas o excluidas. Si están
limitados a estar en casa o en un centro de asistencia, los equipos
parroquiales de visitas domiciliarias pueden mantenerlos conectados con
la comunidad de fe. El personal y las personas que residen en tales
centros, podrían convertirse en sus nuevas comunidades.
Algunos de sus compañeros se pueden sentir aislados por la falta de
transporte para participar en las actividades parroquiales. Tal vez
alguien que conocen, sólo necesita una invitación personal, una
reafirmación de que él o ella es necesario en la parroquia.
Especialmente durante los tiempos de transición la gente necesita el
apoyo de una comunidad que se interese por ellos, ya que podrían
sentirse cohibidos para buscarla ellos mismos.
Si han recibido el regalo de una comunidad así, les pedimos que lo
compartan con otras personas de edad. Por ejemplo, invítenlas a la misa
dominical y si es posible, ofrézcanles transporte. Ofrézcanse para
presentarlas en la siguiente reunión del grupo de tercera edad de la
parroquia. Invítenlas a que ayuden a preparar sándwichs para uno de los
comedores públicos del área. Busquen a otras personas, e incorpórenlas a
una comunidad solícita.
Finalmente, la comunidad de fe puede ser suelo fértil en el cual
florezcan amistades que den vida. Aquí se encuentran con mucha
frecuencia hombres y mujeres que comparten sus valores y experiencias
–gente que entiende las pérdidas y los temores especiales de las
personas de edad, pero cuya fe los fortalece y los motiva a seguir
adelante. Esas amistades, a menudo inesperadas, pueden alivianar las
preocupaciones y multiplicar las alegrías de la vida de edad.
Los hijos se han marchado del hogar y ustedes han celebrado su
jubilación. Dado que la mayoría de los que trabajan se jubilan a la edad
de 65 años, un jubilado puede esperar vivir quince o más años para
ofrecerse como voluntario y participar en otras actividades.10 ¿Qué van a hacer ahora?
Pueden tener la tentación de ensimismarse, de enfocarse solamente en
buscar y perseguir pasatiempos y actividades de placer como frutos muy
merecidos de su trabajo. Pero también tienen la oportunidad de devolver
algo de lo que recibieron, de hacer una contribución grande a su propia
Iglesia y comunidad, y al hacerlo, enriquecerán su vida. Nosotros, los
obispos, subrayamos esta declaración: las personas de edad tienen una
responsabilidad, de acuerdo con su salud, habilidades y otras
obligaciones, de asumir alguna forma de servicio a los demás.
Ustedes ya han dado un servicio generoso a los miembros de su familia y a
otras personas. Ahora pueden continuar, y tal vez extender, el servicio
para ayudar a responder a necesidades urgentes en la sociedad y en la
Iglesia. Las posibilidades abundan, desde cosas sencillas como llevar
algún vecino a ver al doctor, hasta servicios voluntarios más extensos
en escuelas, museos, centros de salud, albergues comunitarios y
distribución de alimentos. Su parroquia también tiene necesidades y los
necesita para servir en el consejo parroquial de finanzas, para dirigir
los grupos de estudio de la Biblia, para enseñar a los jóvenes, para
visitar a miembros de la parroquia que viven en centros de cuidados para
la salud y para consolar a los que están de duelo. También pueden
invitar a los miembros jóvenes de su familia y de du parroquia a
considerar la vocación al ministerio como sacerdotes, religiosas o
ministros laicos. En algunos grupos étnicos, las personas de edad juegan
un papel importante en la motivación de los jóvenes para que entren a
este servicio. Como lo expresa el Papa Juan Pablo II en su Carta a los Ancianos: "La Iglesia aún os necesita.... ¡El servicio al Evangelio no es una cuestión de edad!" (nos. 13, 7)
Incluso si se sienten débiles o están confinados a su hogar, su servicio
a los demás puede continuar. Ahora tendrán el tiempo de admirar el
dibujo de un niño o alabar una tarjeta de calificaciones escolares.
Estarán disponibles para hablar más honestamente con los miembros de la
familia o con amistades que estén pasando por situaciones delicadas.
Podrían sentir el llamado a orar por las necesidades de su parroquia. O
podrían rezar por sucesos que aparecen en los periódicos o que escuchan
en las noticias. En última instancia, el ejemplo de la firmeza de su fe
en medio del sufrimiento puede ser un regalo duradero para la familia y
los amigos. ¿Qué persona joven, habiendo sido testigo de un padre,
madre, abuelo o abuela que llega a su etapa final lleno de gracia, puede
no ser atraído por la misma fe?
Los motivamos, y a todos nosotros también, a encontrar formas
innovadoras en las cuales se puedan utilizar los dones y experiencia de
las personas de edad. En lo que la Iglesia y la sociedad luchan con
cuestiones morales difíciles (tales como los asuntos para finalizar la
propia vida) y las preocupaciones de la vida política (tales como el
cuidado de salud y seguro social), las voces de los católicos de edad
que han estudiado y reflexionado en estas cuestiones necesitan ser
escuchadas. Ustedes son sus mejores intercesores. El envío de cartas a
los medios de comunicación social y a las autoridades electas, la
expresión de su opinión en los foros comunitarios y el desarrollo de las
bases para organizaciones de personas de la tercera edad, son algunas
maneras en las cuales las personas de edad pueden marcar la diferencia.
También motivamos a que se incrementen las oportunidades para
actividades intergeneracionales. Sirviendo de mentores a una persona
joven es un buen ejemplo; y también en proyectos que combinan los
talentos de varias generaciones. Como obispos, les advertimos que
estamos en contra de una sociedad y una Iglesia que, inconscientemente,
pone a los jóvenes en contra de los viejos. No creemos que los recursos
sean tan limitados que los avances de un grupo sólo puedan hacerse a
costa del otro grupo. Las actividades intergeneracionales pueden
promover el aprecio de los dones de cada generación y disminuir la falta
de entendimiento y conflicto entre las generaciones.
Hijo, cuida de tu padre en su vejez y, mientras viva, no le causes tristeza (Sir 3:12).
El número de personas que están cuidando a parientes que necesitan ayuda
está creciendo. Una encuesta realizada en 1996 manifestó que uno de
cada cuatro hogares en los Estados Unidos cuida de una persona o de un
adulto de edad avanzada. La vida de las personas de edad avanzada y de
quienes las cuidan están entretejidas: lo que ayuda a una ayuda a la
otra. Ahora hablamos a los que prestan cuidados:
Algunos de ustedes han dedicado su vida a responder a este llamado. Les
damos las gracias por realizar este servicio de amor. Con el crecimiento
del número de personas de edad enfermas, acudiremos a ustedes para
pedirles sus consejos en cómo cuidarlos con respeto y compasión y para
ofrecerles nuestro apoyo en esa tarea.
Algunos de ustedes nunca esperaron encontrarse realizando esta función.
Pueden sentir que no están preparados. También pueden sentir otras
emociones: amor, preocupación, resentimiento y frustración. Esta mezcla
de emociones es normal, ya que ustedes sienten las recompensas tanto
como el estrés que conlleva la prestación de cuidados.
Algunos de ustedes también son personas de edad avanzada, cuidando de
otra persona mayor –más comúnmente, su cónyuge. Algunos de ustedes están
en situaciones muy difíciles, si su esposo o esposa está enfrentando un
cáncer terminal, el mal de Alzheimer u otra enfermedad seria. Ustedes
enfrentan sus propios temores e incertidumbres, sin embargo, el
compromiso que se hicieron uno a otro hace cuarenta años o más permanece
firme y probablemente se ha hecho más profundo. En un mundo escéptico
donde los compromisos se hacen fácilmente y así de fácil se rompen,
ustedes ofrecen un testimonio de fidelidad que es muy necesario y
hermoso hoy día. Les damos las gracias por este testimonio y prometemos
el apoyo de la Iglesia mientras ustedes continúan viviendo su
compromiso.
Algunos de ustedes que son más jóvenes estarán cuidando a sus padres o a
otros familiares. Cuidar a los padres puede ser especialmente doloroso:
ustedes recuerdan su vitalidad anterior, y sienten un sentido de
tristeza y pérdida, especialmente en la medida en que sus habilidades
físicas y mentales se van deteriorando. Eventualmente ustedes
necesitarán mover a sus padres a un asilo o a un lugar con las
facilidades necesarias. Esta decisión puede ser difícil y a menudo
produce sentimientos de culpa. En situaciones donde la salud y seguridad
de los padres, o tal vez su propia salud, requieren un cambio en la
manera de vida, les urgimos a que busquen ayuda inmediata con este
asunto y descarten esta culpa injustificada. En vez de eso, enfóquense
en mantener contacto regular con sus padres o con los parientes
ancianos, por medio de visitas, llamadas telefónicas, tarjetas y cartas.
También reconocemos a aquellos que sirven a personas de edad avanzada en
asilos católicos con cuidado a largo plazo, centros de asistencia como
también otros tipos de residencias, hogares y cuidado comunitario. El
llamado de ustedes es de santos. Algunos de ustedes son voluntarios en
planteles que están bajo el patrocinio católico, y en otros que no los
son, y sirven como ministros laicos, ministros de la eucaristía,
suministrador de cuidados pastorales y visitantes amigos. No sólo llevan
bendiciones; ustedes también son una bendición.
La Iglesia católica ofrece muchas residencias con cuidados para la
salud, centros de asistencia y otros programas diurnos donde el cuidado
compasivo y digno que se ofrece da testimonio de su misión. Mediante
planteles que dan servicios a largo plazo, la Iglesia cuida de los más
débiles y vulnerables con programas especializados tales como cuidado
para Alzheimer, control de dolor y cuidado de alivio. Los hombres y
mujeres que reciben esos servicios pueden también disfrutar del consuelo
de su fe católica en la misa y las celebraciones sacramentales.
Sabemos que los que prestan servicios necesitan cuidado también. La
responsabilidad del cuidado de las personas de edad, puede ser física y
emocionalmente agotadora. Algunos de ustedes cuidan simultáneamente a
niños y a familiares de edad avanzada. Muchos de ustedes tienen trabajo;
algunos de ustedes han tenido que ajustar sus horarios de trabajo. Las
finanzas pueden ser una preocupación seria. Algunos de ustedes que son
sacerdotes y religiosos también están lidiando con estas situaciones.
Ustedes tienen el derecho a esperar apoyo de:
El mandamiento de honrar al padre y a la madre significa que nosotros
debemos, individualmente y como comunidad, apoyar, proteger y respetar a
las personas de edad.11
(Obispo Anthony Pilla)
Ahora nos dirigimos a los párrocos, al equipo pastoral y a los fieles:
Junto con la edad vienen nuevas experiencias, nuevas preocupaciones y
nuevo cuestionamiento, que exigen nuevos tipos de cuidado pastoral. Como
párrocos, equipo pastoral y voluntarios, tienen la oportunidad de
anclar firmemente las experiencias del envejecimiento dentro de una
comunidad de fe y de mantener a las personas de edad conectadas a la
comunidad y a la comunidad conectada a ellos. Mantenemos la visión de
una comunidad intergeneracional vibrante, donde gente de todas las
edades y habilidades dan y reciben cuidado pastoral.
Dado que las parroquias difieren en sus necesidades particulares y
recursos, ofrecemos unos cuantos principios fundamentales para el
ministerio parroquial con las personas de edad.
No desprecies al hombre envejecido, que nosotros también envejeceremos (Sir 8:6).
Cada persona prepara la propia manera de vivir la vejez durante toda la vida.12
Finalmente, nos dirigimos a los adultos jóvenes: El envejecimiento puede
ser un tema que está lejos de su mente. Probablemente se les haga
difícil imaginarse a ustedes mismos como persona de edad. Así sucedió
también con sus padres y abuelos. El envejecimiento puede traer a flote
otras realidades –soledad y tristeza, debilidad, dependencia,
sufrimiento y muerte– cosas que a muy pocos de nosotros nos gusta
contemplar. Sabemos que algunos de ustedes ya se han presentado a esas
realidades en amigos o familiares mayores. Sin embargo, esperamos que
ustedes también tengan imágenes positivas sobre el envejecimiento y la
vejez: la abuela de ochenta años que distribuye alimentos a los
necesitados, el tío abuelo cuya rutina incluye la misa diaria y el juego
semanal de golf, el vecino de edad que se sienta ante su casa y todos
los días saluda a los niños que van a la escuela.
Sabemos que en este momento de su vida ustedes están ocupados con la
familia, los amigos, el trabajo y otras actividades. De cualquier
manera, les pedimos que, como parte de la comunidad de fe, hagan lo
siguiente:
El único modo de vivir bien [en la vejez] es vivirla en Dios. (Linda Zaglio, de 101 de edad)13
Al escribir esta reflexión, hemos hablado de un fenómeno que es, en
muchas maneras, totalmente nuevo. Nuestro país y nuestro mundo nunca han
tenido tantas personas de edad avanzada –saludables, activas y con
talentos. Si no podemos prever todas las maneras en las cuales ellos
cambian la sociedad y la Iglesia, podemos decir con certeza que los
cambios van a suceder.
Nosotros, los obispos católicos de Estados Unidos, estamos contentos de
celebrar este Año Internacional de las Personas de Edad, invitando a
otras personas, a sus familias y a sus comunidades de fe para que nos
ayuden a desarrollar nuevas iniciativas que motiven la participación de
las personas de edad en la sociedad y en la Iglesia. Reiteramos que la
vejez es un don para toda la comunidad de fe. Cuando esa comunidad
refleje la contribución de todos –de las personas de edad, así como de
los jóvenes– esto proclamará verdaderamente la presencia de Cristo entre
nosotros.
Las siguientes preguntas pueden utilizarse para la reflexión individual o
para promover el diálogo en la junta parroquial, en el grupo de
personas de edad, en los grupos que apoyan a los que prestan cuidados, o
en los programas de formación de adultos.
¿Cómo pueden continuar profundizando su relación con Dios en la edad avanzada? ¿Qué prácticas religiosas tienen un sentido especial para ustedes? ¿De qué manera ha afectado su vida espiritual la pérdida de miembros de la familia, amigos, salud o la capacidad de movimiento? Un miembro joven de la familia pregunta, ¿Por qué dedican su tiempo a ser voluntarios? ¿Cuál sería su respuesta?
En su propia experiencia, ¿Cuáles son las recompensas y los desafíos de cuidar a algún miembro de la familia o a alguna amistad?
¿Qué tipo de apoyo necesitan en su prestación de cuidados? Para los párrocos, equipo pastoral y fieles
¿De qué manera utiliza la parroquia los dones y experiencias de las personas de edad? ¿Qué más tiene que hacerse para incluirlos más plenamente en la vida parroquial? ¿Participan las personas de edad en la toma de decisiones, especialmente en los asuntos que los afectan directamente?¿De qué manera reúne la parroquia a las personas de edad y a las jóvenes y las motiva a aprender unas de otras?
Piensen en uno o dos ancianos que admiren. ¿Qué cualidades admiran en ellos de manera especial y de qué manera pueden empezar hoy a cultivarlas?
¿Cuál es su percepción de la vejez? ¿Cuáles son sus temores? ¿Han hablado con una persona de edad para entender su perspectiva sobre el envejecimiento?
Según la Administration on Aging: "En 1997, la mitad (52%) de personas
65 o más vivían en nueve estados. California tenía más de 3.5 millones,
Florida 2.7 millones y Nueva York 2.4 millones, Texas y Pennsylvania
casi 2 millones, y Ohio, Illinois, Michigan y New Jersey cada una tenía
más de 1 millón".
Según la Administration on Aging: "Se espera que las poblaciones
minoritarias representen un 25% de la población de edad avanzada en
2030, un aumento de 15% desde 1997. Entre 1997 y 2030 se proyecta que la
población caucásica no hispana mayor de 65 años aumente en un 79%,
comparada con... la hispana (368%) y la población negra no hispana
(134%)".
La atracción de los jóvenes hacia el papa Juan Pablo II es bien
conocida, pero en los últimos años, el Santo Padre también se ha
convertido en un modelo para las personas de edad avanzada: "El Papa
vive su vejez con extrema naturaleza. Lejos de ocultarla... la pone ante
los ojos de todos. Con serena sencillez, dice de sí mismo: ‘Soy un
sacerdote anciano'. Vive la propia vejez en la fe.... No se deja
condicionar por la edad". (La Dignidad de los Ancianos)
En 1997, el 66 por ciento de las personas de edad que no vivía en
instituciones, vivía con la familia. Este porcentaje disminuyó en
proporción con el aumento de la edad, especialmente para mujeres. Sólo
41 por ciento de mujeres de edad vivían solas, pero más de la mitad de
las que son mayores de 85 años vivían solas. (Administration on Aging)
Casi seis por ciento de niños estadounidenses, ó 3.9 millones, en 1997
vivían en un hogar encabezado por uno de sus abuelos, mientras que no
había un padre o una madre para 1.3 millones de niños. (U.S. Census
1997)
Los hispanos, afroamericanos o asiáticos que prestan servicios, muchas
veces tienen necesidades especiales. Son los que prestan servicio con
más frecuencia, son más jóvenes y los más probables en tener hijos
menores de 18 años; tienen más problemas de salud relacionados con los
servicios que prestan; y son los que menos conocen los servicios
comunitarios que pueden ayudarles (Catholic Health Association of the United States)
La Asociación Católica de Salud presenta el perfil de los que prestan servicios a las personas de edad:
Administration on Aging. "Perfil de los estadounidenses de edad
avanzada: 1998"
(<http://www.aoa.dhhs.gov/aoa/stats/profile/default.htm>, 1ro de
febrero de 1999).
Asociación Católica de Salud de Estados Unidos. "Servicios parroquiales
de salud para personas de edad" (St. Louis, Mo.: Catholic Health
Association, 1999).
U.S. Census Bureau. "Grandparents and Grandchildren"
(<http://www.census.gov/population/www/socdemo/grandparents.html>, 10 November 1999).
Publicación No. 5-825
Esta declaración fue creada por el Comité para los Laicos del National
Conference of Catholic Bishops en colaboración con el Comité para las
Mujeres en la Iglesia y en la Sociedad. Fue aprobado por la asamblea
plenaria de obispos en su Reunión General de noviembre de 1999 y su
publicación ha sido autorizada por el signatario.
Monseñor Dennis M. Schnurr
Secretario General, NCCB/USCC
Las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia Pastoral Latinoamericana, LXXXII edición, revisada en 1989 © Bernardo Hurault y Ramón Ricciardi, y se usan con permiso.
Copyright © 1999, United States Catholic Conference, Inc., Washington, D.C. Todos los derechos están reservados. Ninguna parte de este material puede reproducirse o ser transmitida en forma o medio alguno, ya sea electrónico o mecánico, incluso fotocopias, grabaciones, o por cualquier sistema de almacenamiento o recuperación de la información, sin el permiso por escrito del dueño de los derechos de publicación. Blessings of Age is available in a print edition and may be ordered by telephoning (800) 235-8722. Ask for publication number 5-341 for the English edition or 5-825 for the Spanish edition; the cost is $3.50 for a single copy, plus shipping and handling.
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