Capítulo 13. Nuestro Destino Eterno
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MEDITACIÓN
El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre
sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo.
Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición
perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar
la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla
de eternidad que en sí lleva, por ser irreducible a la sola materia,
se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica
moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta
ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy
proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá
que surge ineluctablemente del corazón humano […] La Iglesia,
aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha
sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las
fronteras de la miseria terrestre.
—GS, no. 18
ORACIÓN
Que descanses hoy en paz
y habites con Dios en su Reino
en compañía de la Virgen Madre de Dios, María Santísima,
de san José y de todos los ángeles y santos […]
Te pongo en manos de Dios todopoderoso,
para que vuelvas al mismo que te creó
y te formó del polvo de la tierra […]
que veas cara a cara a tu redentor.
—Oración de Recomendación del Alma, no. 220
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No estoy muriendo. Estoy pasando a la vida eterna.
—Santa Teresa del Niño Jesús (v.d.t.)