

Capítulo 35. Dios Nos Llama a Orar
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Sheen murió en 1979 y está enterrado en la cripta de la Catedral de Saint
Patrick, en la ciudad de New York.
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LA LLAMADA UNIVERSAL DE DIOS A LA ORACIÓN
“Para mí, la
oración
es un impulso del corazón, una
sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de
reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la
prueba como desde dentro de la alegría”.
—CIC, no. 2558, citando a Santa Teresa del Niño Jesús,
Manuscrits Autobiographiques
, C 25r
Abundan, a lo largo de la historia, descripciones de la oración. “Una
verdadera oración”, escribió San Agustín, “no es nada salvo amor”. La
oración debe surgir del corazón. “La oración”, dijo San Juan Vianney,
“es el baño de amor al que la misma alma se tira”. “Todos nosotros
necesitamos media hora de oración al día”, decía San Francisco de Sales,
“excepto cuando estamos ocupados —entonces necesitamos una hora”.
Las definiciones de la oración son importantes, pero insuficientes. Existe
una gran diferencia entre saber sobre la oración y orar. Sobre este tema
la Regla de San Benito es muy clara: “Si un hombre quiere rezar, deja
que se vaya y que rece”.
San Juan Damasceno dio una definición clásica de la oración: “La
oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes
convenientes” (CIC, no. 2559, citando a San Juan Damasceno,
De Fide
Orthodoxa
3, 24).
El
Catecismo
define claramente la oración como “una relación
viviente y personal con Dios vivo y verdadero” (CIC, no. 2558). La
oración es cristiana “en tanto en cuanto es comunión con Cristo” (CIC,
no. 2565) y “una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo”
(CIC, no. 2564).
Es importante recordar que toda la Segunda Parte del
Catecismo
también trata de la oración ya que esta se encuentra en la celebración de
los sacramentos y en la Liturgia de las Horas. La oración litúrgica, que