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Capítulo 13. Nuestro Destino Eterno

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recordar que el amor perfecto se consigue mediante una separación

espiritual, gradual y dolorosa, del egoísmo y el egocentrismo. La Iglesia

ayuda a aquellos que se encuentran en el Purgatorio mediante la oración

y especialmente la Eucaristía en su proceso final de purificación. Ofrecer

Misas por los difuntos es una forma muy poderosa de ayudarlos. El 2

de noviembre de cada año, en la Conmemoración de Todos los Fieles

Difuntos (el Día de Difuntos), es un día para recordar y orar especialmente

por los difuntos.

“La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de

Dios” (CIC, no. 1035). Nos es imposible estar unidos a Dios si rehusamos

amarlo. Cuando pecamos seriamente contra Dios, el prójimo o contra

nosotros mismos, hemos fallado en amar a Dios. Persistir en un estado de

pecado serio refleja la elección de rechazar el amor de Dios y la intención

de separarnos de Él. La elección libre de separarnos eternamente de la

comunión con Dios es llamada

infierno

. Mientras que imágenes de fuego

han sido tradicionalmente usadas para ilustrar el infierno, como por

ejemplo en las Sagradas Escrituras, la realidad excede nuestra habilidad

de describir el dolor del aislamiento que proviene de rechazar el amor

de Dios.

Las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia respecto al cielo

y el infierno hacen hincapié en una llamada a la responsabilidad personal

por medio de la cual hacemos uso de nuestra libertad, ayudados de la

divina gracia, para responder completamente al amor de Dios. Siempre

existe una llamada urgente a la conversión y el arrepentimiento. “Dios

no predestina a nadie a ir al infierno” (CIC, no. 1037).

LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE

[La] profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y

Espíritu Santo […] culmina en la proclamación de la

resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la

vida eterna.

—CIC, no. 988