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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada
el Hijo de Dios viniese a este mundo para ser como nosotros en todo
excepto en el pecado. El amor divino hizo esto posible.
Jesús, el Hijo de Dios, fue enviado por el Padre para restaurar la
armonía entre Él y la humanidad que había sido trastornada por el
pecado. Vino a enseñarnos y a mostrarnos el amor. Jesús estaba libre
de pecado, pero en su naturaleza humana, él estaba sujeto a todo el
sufrimiento que padecen los seres humanos, incluyendo el odio de otros,
la tortura y la muerte misma. Él proclamó la venida del Reino de Dios
mediante sus palabras y obras, en obediencia a la voluntad de su Padre.
Enseñó el significado total de todo lo que había sido revelado en el
Antiguo Testamento. Pero algunos no quisieron escuchar este mensaje.
Se opusieron a él y lo entregaron a la administración del Imperio Romano
en Palestina para que fuese ejecutado.
En la Cruz, Jesús libremente dio su vida como un sacrificio. Su
sacrificio fue un acto de expiación, es decir, nos hace de nuevo uno con
Dios mediante el poder de la misericordia divina, que nos extiende el
perdón del Padre por nuestros pecados. Su sacrificio también se llama
un
acto de satisfacción
o
reparación
7
porque él vive completamente la
llamada que hace el Padre a los seres humanos de ser fieles a su plan para
ellos, y así conquistar el poder del pecado. También es una
expiación
8
de
nuestros pecados, lo cual es la forma bíblica de entender que Dios toma
la iniciativa a la hora de llevar a cabo la reconciliación con Él mismo.
En palabras de la Tradición cristiana, el sacrificio de Jesús merece la
salvación nuestra porque mantiene para siempre el poder de atraernos
hacia él y hacia al Padre.
¿Quién es responsable de la muerte de Jesús? Cada uno de nosotros
que, desde el principio de la historia hasta el fin de los tiempos, con
orgullo y desobediencia ha pecado es de alguna forma responsable.
Históricamente, algunos líderes judíos entregaron a Jesús a Poncio Pilato,
el gobernador romano que condenó a Jesús a morir en la Cruz.
7 La palabra “reparación” significa “desagraviar por el mal hecho, o por una ofensa,
especialmente por el pecado, que es una ofensa contra Dios. Con su muerte en la Cruz,
el Hijo de Dios ofreció su vida por amor al Padre para reparar por nuestra desobediencia
pecadora” (CIC, Glosario).
8 La palabra “expiación” significa “el acto de redención y reparación por el pecado que
Jesucristo nos consiguió con el derramamiento de su Sangre en la Cruz, por su amor lleno
de obediencia ‘hasta el final’ (Jn 13:1)” (CIC, Glosario).