Capítulo 8. Los Acontecimientos Salvíficos de la Muerte y Resurrección de Cristo
• 97
unirnos nosotros mismos al trabajo redentor de Cristo. Partamos pan juntos.
Vivamos de nuevo el santo y redentor misterio” (citado en Catholic News
Service,“Sr. Thea Bowman’s Posthumous Plea: Really Live Holy Week” [30 de
marzo de 1990] [v.d.t.]).
•
LEVANTEN LA CRUZ EN ALTO
Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad
se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino
que quiere la salvación de los hombres.
—CIC, no. 609
Jesús avisó, de muchas maneras, a sus seguidores que el dolor y la
muerte eran parte esencial de su misión. Justo después de nombrar a
Pedro como la roca sobre la que la Iglesia sería edificada, Jesús predijo
su Pasión. “Comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a
Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos
sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y
resucitar el tercer día” (Mt 16:21). Cuando Pedro protestó contra esta
posibilidad, Jesús lo reprochó diciendo: “Tu modo de pensar no es el
de Dios, sino el de los hombres” (Mt 16:23). Jesús predijo su Pasión de
nuevo tras la Transfiguración (cf. Mt 17:22-23).
Jesús no solo aceptaría la Cruz, sino que esperaba lo mismo de
sus discípulos. “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí
mismo, que tome su cruz de cada día y me siga” (Lc 9:23). Jesús explicó
esta verdad en mayor profundidad mediante una imagen agrícola. “Si el
grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si
muere, producirá mucho fruto” (Jn 12:24). Jesús indicó que la máxima
expresión del amor es morir por quien se ama. “Nadie tiene amor más
grande a sus amigos que el que da la vida por ellos” (Jn 15:13).
Ya que el sufrimiento y la muerte de Cristo fue el instrumento de la
salvación, ¿de qué nos salvó? Necesitábamos ser salvados del pecado y
de sus efectos perjudiciales. El plan de Dios para salvarnos requería que