Comité de la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia
National Conference of Catholic Bishops
No amemos con puras palabras y de labios afuera, sino verdaderamente y con obras.
Contenido
Prólogo
Nuestros propósitos
Nuestra perspectiva
Meta una: Apreciar e incorporar los talentos de la mujer en la Iglesia
Meta dos: Nombrar mujeres a puestos de liderazgo en la Iglesia
Meta tres: Promover la colaboración entre hombres y mujeres en la Iglesia
Nuestro compromiso
Conclusión
Notas
Prólogo
En el otoño de 1996, el Comité de los Obispos sobre la Mujer en la
Sociedad y en la Iglesia empezó a redactar una declaración sobre la base
establecida en 1994 por la reflexión pastoral de los obispos sobre la
mujer, Strengthening the Bonds of Peace [Fortaleciendo los Lazos de Paz],
subrayando la prioridad de la participación de la mujer en la vida de
la Iglesia. Durante los dos años siguientes consultamos con muchas
mujeres y hombres —sacerdotes, religiosos y laicos— de todo el país. Al
compartir con ustedes, sus comentarios y críticas, preguntas y
experiencias enriquecieron nuestro trabajo y contribuyeron enormemente
al presente documento.
En particular, agradecemos a los miembros del comité ejecutivo que ayudaron a identificar los temas que se presentan en De Palabras A Obras
y a los asesores del Comité sobre la Mujer, que tan generosamente
contribuyeron su tiempo y conocimientos a este proyecto. También
deseamos reconocer y agradecer a nuestros asesores: los miembros y el
personal de las comisiones y oficinas diocesanas sobre la mujer;
representantes de las organizaciones nacionales de mujeres católicas y
las organizaciones de ministerio laico, el National Advisory Council
[Junta Nacional de Asesoramiento]; y el personal de la Conferencia
Nacional de Obispos Católicos.
Estamos muy agradecidos a nuestros hermanos obispos que fueron invitados
a examinar y a comentar sobre el borrador de este documento antes de su
publicación. Su apoyo y entusiasmo, tanto como sus críticas
constructivas, fueron de inmenso valor para este comité.
De Palabras A Obras se empezó a desarrollar cuando Dolores R.
Leckey, la directora ejecutiva, ahora jubilada, del Secretariado para
Familia, Laicos, Mujeres y Jóvenes creó el Comité sobre la Mujer.
Dolores guió nuestro trabajo con destreza, paciencia y buen humor. Al
usar sus muchos talentos, especialmente su don de dirigir, Dolores
verdaderamente es una de esas mujeres, a las que este documento
reconoce, ha trabajado "por largo tiempo y fielmente para promover el
papel de la mujer en la familia, la Iglesia, la comunidad local y el
mundo".
Reverendísimo Juan C. Dunne
Presidente
Comité de los Obispos sobre la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia
Miembros del comité:
Reverendísimo F. Joseph Gossman
Reverendísimo Richard C. Hanifen
Reverendísimo Howard J. Hubbard
Reverendísimo George V. Murry, SJ
Reverendísimo William C. Newman
Reverendísimo Gabino Zavala
Nuestros Propósitos
"Es del todo necesario, pasar del reconocimiento teórico, de la
presencia activa y responsable de la mujer en la Iglesia a la
realización práctica". Esta es la enseñanza del papa Juan Pablo II,
expresada hace diez años en Christifideles laici, su exhortación apostólica sobre la vocación y misión de los fieles laicos.1
Con la presente declaración, nosotros los obispos, los miembros del
Comité sobre la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia, reafirmamos esa
enseñanza. Además, ofrecemos esta carta pastoral para animar a todos los
agentes pastorales –laicos, ordenados y religiosos consagrados— a
aceptar y actuar según las enseñanzas de la Iglesia sobre la igualdad de
la mujer y sus talentos, su merecido lugar entre el liderazgo de la
Iglesia y la importancia de la colaboración entre mujeres y hombres.
Hacemos esto para "hacer más completa, armónica y rica la participación
de los fieles laicos en la misión salvífica de la Iglesia".2
Los instamos para que el caminar constante, aunque despacio, de las
palabras a las obras, continúe y, donde sea posible, se acelere.
En este mensaje confiamos en la inspiración de la Sagrada Escritura.
Edificamos sobre la fundación de las enseñanzas de la Iglesia,
incluyendo las enseñanzas del Papa y los documentos de nuestra propia
conferencia episcopal. También nos basamos en nuestra experiencia de
pastores que escuchan a las mujeres y aprenden de ellas y las consultan y
trabajan con ellas activamente.
Presentamos nuestro mensaje no sólo para estimular y exhortar, sino
también como testimonio de lo que se ha hecho y se puede hacer dentro de
la misma Iglesia para alcanzar estas tres metas. Las consideramos
esenciales para promover un mayor aprecio por la dignidad de las mujeres
y por responder a sus preocupaciones sobre la vida y la misión de la
Iglesia. Estas son las metas que dieron forma a esta declaración:
- Apreciar e incorporar en la Iglesia los talentos de la mujer
- Nombrar mujeres a puestos de liderazgo en la Iglesia
- Promover la colaboración entre mujeres y hombres en la Iglesia
Nuestra Perspectiva
En 1994 La Conferencia Nacional de Obispos Católicos aprobó una
reflexión pastoral sobre la mujer en la Iglesia y en la sociedad
titulada: Strengthening the Bonds of Peace. En ella consideramos
los talentos de la mujer, su liderazgo y la igualdad entre hombres y
mujeres. Ofrecimos la declaración como un momento más en un diálogo en
proceso. Nos comprometimos a continuar ese diálogo como algo
indispensable para fortalecer lazos de paz y cultivar la unidad que el
Espíritu trae (Ef 4:3). La presente declaración representa una
implementación más de Strengthening the Bonds of Peace. Reconoce el progreso logrado y sugiere otras estrategias y acciones para todos los ámbitos de la vida eclesial.
Hay muchas dimensiones de la vida eclesial en el que las mujeres usan
sus talentos a beneficio del Evangelio. Nuestra conferencia episcopal
continúa expresando el valor crítico y acertado de ser Iglesia dentro de
la familia, el trabajo y la sociedad.3 Dentro de la familia,
destacamos el papel de la mujer como esposa y madre y reafirmamos la
tremenda importancia de esas funciones.
Aunque este documento enfoca los talentos de la mujer en comunidades e
instituciones eclesiales, especialmente en la vida de la parroquia,
reconocemos que el talento de la mujer en el ministerio se ha nutrido en
la familia. Reconocemos también que aunque las exigencias de esos dos
papeles —en la vida de la familia y en el ministerio— necesitan
balancearse, su asociación especial apoya la misión de la Iglesia tanto
en la familia como en la sociedad en general.
Este comité considera que el trabajo de las muchas mujeres que prestan
sus servicios en el ministerio de la Iglesia es un movimiento inspirado y
sostenido por el Espíritu Santo. Estamos comprometidos a promover y a
extender esa realidad de manera que concuerde con nuestra tradición
dentro de lo permitido por la ley canónica.
Al tratar este asunto, reconocemos que cualquier diálogo sobre el papel
de la mujer en la Iglesia puede evocar fuertes emociones. Esas emociones
incluyen temor, desengaño, ira y también alegría y esperanza. Hemos
oído a mujeres hablar de la satisfacción que sienten cuando dirigentes
del clero reconocen sus talentos y habilidades y las ponen al servicio
la misión de la Iglesia. También hemos escuchado a mujeres hablar de las
heridas y el dolor que sienten cuando miembros del clero las rechazan o
no usan sus talentos a plenitud. Algunos miembros del clero luchan
contra sus dudas y temores al intentar trabajar con mujeres como socias
de su ministerio. Ellos se dan cuenta que su preparación y antecedentes
no los prepararon para esas tareas.
Aunque reconocemos esa realidad, nos mantenemos enfocados en la meta
suprema de realizar la misión salvífica que el Señor encomendó a su
Iglesia. Hay muchas maneras de expresar lo que la Iglesia entiende por
su misión. El Concilio Vaticano II enseñó que la Iglesia tiene sólo una
intención, es decir, "el advenimiento del reino de Dios y la salvación
de toda la humanidad".4 Esto se realiza por el poder que nos
da el Espíritu de Dios para proclamar el mensaje de Cristo con palabras y
obras. Por tanto, la misión de la Iglesia es ser receptiva a la obra
del Espíritu para alcanzar la transformación del mundo para que todos
tengan vida eterna.
Lo que la Iglesia hace —su misión— no se puede separar de lo que la
Iglesia es. Uno de los conceptos más provechosos derivados de las
enseñanzas del Concilio Vaticano II concierne a la naturaleza de la
Iglesia como una comunión de personas (communio) cuyas relaciones
mutuas fluyen de su relación íntima con la Santísima Trinidad. El
entendimiento que la Iglesia tiene de sí como comunión es uno de los
temas centrales de sus enseñanzas que más atención ha recibido después
del Concilio. Esa enseñanza tiene muchas implicaciones. La más
importante de ellas es la conexión dinámica entre comunión y misión. El
Papa Juan Pablo II lo expresa así: "La comunión es misionera y la misión
es para la comunión".5
Ser "comunión de vida, de caridad y de verdad"6 no es
simplemente un preparatorio para la realización de la misión de la
Iglesia. Vivir esa comunión, y buscarla cada vez de manera más perfecta,
es en sí, parte de la misión de la Iglesia. La Iglesia muestra al mundo
la posibilidad de vivir de manera más profunda y completa esos valores
intrínsecos que Cristo proclamó como el reino de Dios. De esta manera,
la vida misma de la Iglesia se convierte en "instrumento de la redención
universal y la envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la
tierra".7 Haciendo eco a las palabras de nuestros hermanos
obispos en Inglaterra y Gales, creemos que la manera en que la Iglesia
vive su vida en común es parte de la señal que da al mundo.8
Una profunda preocupación por la efectividad de la misión de la Iglesia
es el timón que guía todo lo que proponemos en esta declaración. Nuestra
convicción sobre la necesidad de reformar continuamente nuestras
estructuras y prácticas, y de renovar nuestras relaciones dentro de la
Iglesia para que podamos convertirnos en mejores instrumentos de misión,
nos ha llevado a crear esta declaración sobre las tres metas
mencionadas arriba. Cada una de ellas ilumina las estructuras y las
relaciones que son parte de nuestra vida en común. Por encima de todo,
cada una encuentra su racional a la luz de nuestra misión. Los talentos
son para su realización. El liderazgo es un servicio que utiliza y
dirige los talentos. Colaboración es una forma de liderazgo y un estilo
de ministerio que fluye naturalmente de las experiencia de comunión y
con la misma naturalidad, resulta en una mayor conciencia de la misión.
Dentro de este contexto, ahora consideramos nuestras tres metas. Después
de cada meta, listamos sugerencias pastorales para la acción en
diócesis y parroquias. Muchas diócesis, parroquias y grupos, que ya
están caminado en la senda de las palabras a las obras, han iniciado
acciones para poner en práctica las enseñanzas de la Iglesia sobre la
dignidad y la igualdad de la mujer. En verdad, muchas de las sugerencias
que siguen a continuación, son inspiradas por lo que ellos nos han
dicho, como también por nuestra propia experiencia y reflexión en
oración. Las ofrecemos a los demás para ayudarlos a realizar lo que
estas tres metas envisionan.
Ejemplo para Nuestra Perspectiva
Se han tomado pasos concretos para poner en práctica Strengthening the Bonds of Peace:
- El Comité de los obispos sobre la Mujer ha creado
Strengthening the Bonds of Peace: Parish Resource Packet para facilitar
el diálogo y la reflexión que pide el documento. Este recurso incluye
perfil de mujeres, servicio de oración, guía para un retiro/taller y
otros materiales.
- The Leadership Conference of Women Religious ha identificado señales para evaluar los esfuerzos por abrir más funciones eclesiales a las mujeres ("Creating a Home," un Informe Especial de LCWR).
Meta una
Apreciar e incorporar los talentos de la mujer en la Iglesia
Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo; hay
diversos servicios, pero el Señor es el mismo; hay diferentes obras,
pero es el mismo Dios quien obra todo y en todos. En cada uno el
Espíritu Santo revela su presencia, dándole algo que es para el bien de
todos.—1 Cor 12:4-7
La escritura es testigo de las funciones clave que las mujeres han
desempeñado en la historia cristiana: María dio su consentimiento para
ser madre de Dios (Lc 1:26-38); la mujer del pozo se convirtió en la
primera misionera a los samaritanos (Jn 4:4-42); y las mujeres llevaron a
los hombres la noticia de la resurrección (Jn 20:11-18; Lc 24:1-12; Mt
28:1-10). Por dos mil años las mujeres han coronado la historia de la
Iglesia con su santidad, su fortaleza, dones intelectuales y obras de
misericordia y justicia.
En Strengthening the Bonds of Peace subrayamos que la Iglesia
cumple mejor con su misión cuando hace uso de los dones de todos sus
miembros. También enfatizamos que no debemos temer a la diversidad de
los talentos de las mujeres sino reconocerlos como una señal de la
vitalidad de la Iglesia. Reconocemos que la sociedad y la Iglesia no
siempre han dado afirmación a los talentos de la mujer. Aquí incluimos
los talentos naturales, como a los especiales o carismas, que nos
concede el Espíritu Santo. Estos carismas edifican todo el cuerpo de
Cristo y "deben ser acogidos con gratitud por parte de quien los recibe,
y por todos los miembros de la Iglesia".9
Los talentos que posee la mujer—por ejemplo, dirección y organización—
no son necesariamente únicos de la mujer. Son, sin embargo, moldeados
por la experiencia única de las mujeres, una experiencia que influye en
cómo esos dones se desarrollan y cómo se ofrecen a la sociedad y a la
Iglesia. Aceptamos el reto del Santo Padre para que afirmemos esos
talentos, y miremos "con la valentía de la memoria" y reconozcamos los
logros de las mujeres.10
Primero reconocemos, las muchas maneras en que las mujeres ya han
contribuido a la Iglesia: edificando la Iglesia en el hogar,
especialmente trasmitiendo la fe a sus hijos; sirviendo en la parroquia;
estableciendo y laborando en escuelas católicas, hospitales y agencias
de servicio social; como dirigentes de movimientos en pro de la justicia
social, la familia y la vida; dirigiendo programas catequéticos y
laborando en ellos; y como administradoras y miembros de organizaciones
caritativas y de servicio. Los dones de tales mujeres como Elizabeth
Seton, Francisca Xavier Cabrini y Catalina de Siena han sido ampliamente
reconocidos. Con demasiada frecuencia, sin embargo, las contribuciones
de las mujeres pasan inadvertidas y son infravaloradas. El Papa Juan
Pablo II ha observado lo difícil que es el camino de la mujer:
"despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada de
la sociedad e incluso reducida a la esclavitud". 11
Segundo, al examinar el pasado, vemos como el Espíritu Santo concede
nuevos dones para responder a las circunstancias históricas cambiantes.
Mujeres tales como Dorothy Day, fundadora del Movimiento del Obrero
Católico; la Hna. Thea Bowman, evangelizadora y educadora; y Rose
Hawthorne, una religiosa pionera en una nueva actitud hacia la muerte y
los moribundos, poseían dones fuera de lo común —hasta inesperados— pero
apropiados para su época. Esas mujeres, y muchas como ellas, nos
desafían a aceptar esos dones que edifican el cuerpo de Cristo. En
particular, necesitamos afirmar los dones de mujeres de diferentes
culturas y los de mujeres jóvenes. Strengthening the Bonds of Peace
señaló que diferentes voces y experiencias ayudan al Evangelio a ser
proclamado con nueva frescura. Mujeres de todas las razas y antecedentes
étnicos aportan una herencia de la cual todos podemos aprender. Sus
dones, incluyendo los de la oración, el culto, el liderazgo, enseñanza y
organización, enriquecen a toda la Iglesia.
También necesitamos recibir los dones de las mujeres jóvenes. Como
dijimos en nuestro plan pastoral para el ministerio de adultos jóvenes, Hijos e Hijas de la Luz, adultos jóvenes difieren mucho de generaciones anteriores.12
Experiencias tales como la de crecer en la Iglesia del post-Vaticano
II, en una cultura donde las funciones de la mujer y del hombre han
cambiado de manera dramática, ha dado a los adultos jóvenes una
perspectiva diferente en la Iglesia y en la sociedad. Sin embargo, traen
profunda hambre espiritual, energía y entusiasmo que la Iglesia no
puede darse el lujo de perder. Los estudios indican que estamos pasando
por el "encanecimiento" del ministerio eclesial;13 además,
muchos movimientos católicos laicos y organizaciones, tienen miembros
que están envejeciendo. Con frecuencia no pueden atraer gente joven. La
salud tanto del ministerio eclesial como la de los grupos católicos nos
impulsa a acercarnos a los grupos de adultos jóvenes.
Sugerencias Pastorales
- Usar oportunidades existentes para educar a todos los
fieles cristianos, y especialmente a los que se desempeñan o están
preparándose para desempeñarse como agentes pastorales (sacerdotes,
diáconos, seminaristas, religiosos y ministro laicos), sobre la
enseñanza de la Iglesia acerca de los dones de la mujer, la igualdad de
la mujer y el hombre y las implicaciones de esa enseñanza. Esto puede
hacerse como parte del currículo de los seminarios, de la educación
continua para sacerdotes y diáconos y en programas para la educación de
adultos y programas de formación. Ver Strengthening the Bonds of Peace: Parish Resource Packet para más ideas y guías para diálogo y talleres.14
- Asegurarse de que la enseñanza sobre los dones de las mujer y
su igualdad se reflejen en programas y normas. Algunas diócesis
encuentran que comisiones u oficinas para la mujer son efectivas en la
promoción de la enseñanza de la Iglesia sobre la igualdad de la mujer.
Otras han usado organizaciones diocesanas para promover ese esfuerzo.
- Usar un proceso de discernimiento en grupo para identificar y afirmar los dones de cada miembro del grupo.
- Explorar la enseñanza de la Iglesia sobre la corresponsabilidad y buscar la manera práctica de implementarla.15 Por ejemplo, organizar un "Domingo de Corresponsabilidad" para conocer los talentos e intereses disponibles en la parroquia.
- Periódicamente examinar programas parroquiales, diocesanos y
organizativos para asegurarse de que hay sensibilidad cultural y de los
sexos.
- Cuando escriban la historia de parroquias y organizaciones, asegurarse de incluir las contribuciones de mujeres laicas y religiosas. Use el Mes de la Historia de la Mujer, que se celebra cada año en marzo, para dar a conocer esas contribuciones.
Para La Reflexión
¿Cuáles son sus dones particulares? ¿Cómo usan ustedes esos dones para ayudar a la Iglesia a cumplir su misión al mundo?
Para La Acción
Ofrezca una palabra de afirmación y ánimo a mujeres que tratan de vivir según el mensaje del Evangelio. Estas pueden ser miembros de la familia, colegas del trabajo, vecinas o miembros de su parroquia. Presten atención particular a las mujeres cuyos dones pasan inadvertidos, incluyendo a mujeres jóvenes y mujeres de la tercera edad.
Ejemplos para Meta Numero Uno
- La diócesis de Sioux City patrocina una "Buró de
conferencistas" que incluye a conferencistas que presentan las
contribuciones históricas a la diócesis por parte de las mujeres, los
logros de mujeres laicas del presente y varios asuntos que atañen a las
mujeres.
- La Comisión de Mujeres de la Arquidiócesis de St. Paul and Minneapolis dedicó un número de su boletín de noticias a "Mujeres Santas—Modelos y Mentoras." Presentó historias de santas canonizadas y mujeres contemporáneas que pueden ser ejemplo a seguir hoy día.
Muchas diócesis y parroquias han usado la declaración de 1992 por los obispos de EE.UU. sobre la violencia doméstica Cuando Pido Ayuda, como punto de partida para los esfuerzos locales en contra de la violencia doméstica. Algunas (arqui)diócesis, tales como Milwaukee, Cincinnati, Cleveland y Youngstown, han compilado manuales de recursos locales. La Diócesis de Sioux City produjo un vídeo, Love Shouldn't Hurt: A Call for Action Against Domestic Violence. Varias diócesis han tenido talleres y sesiones de preparación para párrocos y personal parroquial.
Meta dos
Nombrar mujeres a puestos de liderazgo en la Iglesia
En el espíritu de esas grandes mujeres cristianas que han iluminado
la vida de la Iglesia en el transcurso de los siglos y quienes han
llamado a la Iglesia a retornar a su misión y servicio esencial, yo
llamo hoy a las mujeres de la Iglesia para que asuman nuevas formas de
liderazgo en servicio, y pido a las instituciones de la Iglesia a dar
acogida a esta contribución de las mujeres.—Papa Juan Pablo II16
Un número creciente de mujeres preparadas, con experiencia y talento
están cambiando la cara de la Iglesia y de la sociedad. Dentro de la
Iglesia, la revisión de 1983 del Código de Derecho Canónico y la
necesidad de servicios pastorales han abierto nuevas oportunidades para
mujeres, muchas de las cuales han entrado a participar en posiciones de
liderazgo en la nación, las diócesis y las parroquias. En el ámbito
nacional, por ejemplo, mujeres funcionan como teólogas, forman parte de
la facultad de seminarios y ocupan oficios clave dentro de la
conferencia de obispos. En las diócesis, las mujeres ocupan puestos de
mucha responsabilidad como superintendentes de escuelas, directoras de
liturgia y culto, planificadoras de la pastoral, dirigentes
catequéticos, directoras de recursos humanos y directoras de Caridades
Católicas. Ellas se desempeñan como administradoras de hospitales
católicos y de sistemas para el cuidado de la salud. Oficios que antes
estaban cerrados a la mujer, tales como el de canciller y juez de
tribunal, ahora están abiertos como resultado de la revisión del Código de Derecho Canónico. En Strengthening the Bonds of Peace
notamos esos desarrollos y nos comprometimos a explorar nuevas maneras
para que las mujeres pudieran ejercer su liderazgo en la Iglesia.
Enfatizamos la necesidad de nombrar mujeres a posiciones que requieren
influencia y responsabilidades importantes, para que así la Iglesia
pueda cosechar todo el beneficio de sus talentos.
Las posibilidades de nombrar mujeres a funciones de liderazgo en la Iglesia sólo empiezan a explorarse ahora. El Código de Derecho Canónico
reserva sólo unos cuantos oficios o funciones eclesiásticas a personas
que han sido ordenadas. El Código estipula que los laicos pueden
"cooperar" en el ejercicio del poder de gobernar, extiende la idea de
quién puede ocupar oficios en la Iglesia y permite a la Iglesia
beneficiarse más plenamente de los talentos de mujeres y hombres laicos.17
El nombramiento de personas laicas al liderazgo eclesial es un desafío
para la Iglesia aclarar la relación entre la potestad de jurisdicción y
de ordenación. Estas dos fuentes tan ricas en la potestad ministerial se
han entendido tradicionalmente como relacionadas pero separadas. Al
aclarar su relación se ayudará a los ministros ordenados a ejercer sus
deberes para la "plena cura de almas"18 mientras que los
laicos capacitados harán uso de sus talentos en todos los oficios
permitidos por el derecho canónico. Así lo notó Strengthening the Bonds of Peace:
Necesitamos ver modos alternativos en el que las mujeres puedan ejercer su liderazgo en la Iglesia. Acogemos ese liderazgo, que de muchas formas ya es una realidad, y nos comprometemos a aumentar la participación de las mujeres en todos los aspectos posibles de la vida eclesial. (p. 3)En el pasado, hemos animado a nuestros dirigentes eclesiales a identificar oficios en la Iglesia, especialmente de liderazgo, que están abiertos a mujeres. Ahora tenemos que cambiar nuestras ideas. Asumimos que todos los oficios en la Iglesia están abiertos a mujeres, a menos que se especifique lo contrario en el derecho canónico. Los oficios están abiertos; ahora necesitamos continuar identificando, invitando y educando a mujeres que los puedan desempeñar.
Sugerencias Pastorales
- Nombrar mujeres calificadas a posiciones de liderazgo y donde se
toman decisiones, dentro de lo permitido por el derecho canónico.
- Desarrollar maneras de preparar a mujeres para funciones de liderazgo en la Iglesia. Específicamente
- Proporcionar oportunidades y recursos, incluyendo
becas para que mujeres obtengan educación, formación espiritual y
habilidades necesarias para posiciones de liderazgo eclesial.
- Animar a voluntarias para que asistan a talleres y
conferencias relacionadas a sus áreas de servicio. Proporcionar ayuda
financiera si es necesario.
- Promover el diálogo y la cooperación entre diócesis, las
escuelas graduadas de teología, que lleven a "pasantías" y experiencias
prácticas en los diversos planos de la Iglesia para mujeres inscritas en
estudios eclesiásticos.
- Establecer normas para el personal que atraigan y retengan a mujeres capacitadas en posiciones de liderazgo dentro de oficinas nacionales, diocesanas y parroquiales. Estas normas incluyen, pero no se limitan a ellas, compensación justa, descripción de la posición y procedimientos claros y justos para la contratación, evaluación y terminación de los empleados y la resolución de conflictos.19 También considerar normas y beneficios que afectan la vida en familia, tales como horarios de trabajo flexibles, empleos compartidos y licencias por motivos de familia.
- Proporcionar oportunidades y recursos, incluyendo
becas para que mujeres obtengan educación, formación espiritual y
habilidades necesarias para posiciones de liderazgo eclesial.
- Emplear mujeres para que sean "portavoces" de la Iglesia local.
- Ofrecer preparación para el liderazgo a mujeres para que
puedan realizar con mayor eficacia la misión de la Iglesia a la
sociedad, por ejemplo, como defensoras legislativas y activistas
comunitarias en contra de la violencia.
- Nombrar un comité asesor o grupo similar para seguir de cerca el progreso que tienen esas sugerencias y evaluar periódicamente sus informes.
Para La Reflexión
¿Cómo pueden mujeres ejercer su liderazgo en tu diócesis, parroquia, movimiento u organización? En tu experiencia, ¿qué ayuda a mujeres a conseguir posiciones de liderazgo y qué se lo impide?
Para La Acción
Leer la sección sobre liderazgo en Strengthening the Bonds of Peace. Reflexiona sobre ella individualmente o dialoga con miembros de tu parroquia o comunidad pequeña.
Ejemplo para Meta Numero Dos
- La diócesis de Albany tiene normas para promover y
ayudar a mujeres como dirigentes clave diocesanos. Uno de los tres
cancilleres de la diócesis es una mujer.
- El National Council of Catholic Women (NCCW) patrocina programas de entrenamiento en ocho o diez sitios por todo el país para ayudar a mujeres a descubrir y compartir sus talentos en sus familias, parroquias y sociedad.
Meta tres
Promover la colaboración entre hombres y mujeres en la Iglesia
El ministerio pastoral de la Iglesia puede ser más efectivo si nos
hacemos verdaderos colaboradores, conscientes de nuestras debilidades,
pero agradecidos por nuestros talentos. La colaboración nos pide que
comprendamos que estamos, en verdad, unidos en el Cuerpo de Cristo, que
no somos entes separados sino interdependientes.—Obispos Católicos de EE.UU., Llamados y Dotados para el Tercer Milenio
La colaboración en el ministerio ha asumido una nueva importancia desde
que el Concilio Vaticano II recalcó que todos los bautizados han sido
llamados a una vida de santidad y servicio. Tanto mujeres como hombres
nos han dicho que la colaboración es un asunto muy importante para
ellos. Hacen notar los triunfos que han alcanzado, asi como también las
dificultades, especialmente cuando la gente no comparte el mismo
concepto del significado de la colaboración. Hablamos de colaboración
como "el trabajo en conjunto de todos los bautizados, cada uno
contribuyendo talentos personales específicos" para beneficio de toda la
Iglesia.20
En esta sección prestamos especial atención a la colaboración entre
hombres y mujeres. Aunque la colaboración no es simplemente un asunto de
género, estamos conscientes de que es de especial importancia para
muchas mujeres, ya que expresa una auténtica apertura hacia sus
talentos. Estamos conscientes también, de que la colaboración es
esencial para que las mujeres tengan voz en el proceso de tomar
decisiones eclesiales. Cuando los pastores y otros líderes eclesiales no
logran colaboran, la mujeres son las más afectadas adversamente ya que
sus voces están ausente del proceso de tomar decisiones. Esos reveses
hacen daño a las mujeres como también a la Iglesia, la cual necesita la
presencia y talentos tanto de hombres como de mujeres. El papa Juan
Pablo II ha señalado que la violación de la igualdad de la mujer también
disminuye la verdadera dignidad del hombre.21
En años recientes clérigos y seglares se han concentrado más
deliberadamente en colaborar, invocando la guía del Espíritu para
entender el concepto de incorporarlo en las normas y prácticas
eclesiales. ¿Qué se necesita para hacer esto una realidad? Ofrecemos
unas cuantas observaciones generales, seguidas de pasos prácticos para
promover la colaboración en la Iglesia.
Consideraciones Generales
El aprecio por los talentos —los nuestros como los de los demás— es
crucial. El Concilio Vaticano II enseña que el Espíritu da diferentes
dones para beneficio de la Iglesia y que todos los creyentes tienen "el
derecho y el deber de ejercitarlos para bien de la humanidad y
edificación de la Iglesia en el seno de la propia Iglesia y en medio del
mundo".22 El ministerio en colaboración o la pastoral de
conjunto está enraizado en el bautismo, se basa en los dones de cada
creyente y está ligado a la misión de la Iglesia y a su naturaleza como communio.
La comunión eclesial se caracteriza por la diversidad de vocaciones y
estados de vida, de funciones, ministerio y dones. Cristianos laicos
tienen el deber, en su calidad de administradores corresponsables, de
ofrecer esos dones a la Iglesia, mientras que los pastores tienen el
deber recíproco de fomentarlos. La colaboración efectiva es una señal de
nuestra creciente comunión. Para la Iglesia, la colaboración no es una
opción, es la manera en que los cristianos maduros expresan su unión en
Cristo y laboran juntos para realizar su misión en el mundo.
En Llamados y Dotados para el Tercer Milenio reconocimos que la
colaboración es "una tarea enorme que requiere cambios en nuestra
reflexión, comportamiento y expectativas entre laicos y también
clérigos".23 Una importante actitud que necesitamos examinar
es hacia la autoridad. Expresamos muy claramente que la autoridad en la
Iglesia es primariamente para servir. Vemos la autoridad no como una
posesión personal sino como un don que se da a la comunidad eclesial
para promover unidad y orden. Los pastores tienen el reto de usar su
autoridad para evocar los talentos de los demás y luchar por eliminar
los obstáculos que impiden el uso pleno de esos dones. Todos los fieles
son desafiados a usar los dones para avanzar la misión de Cristo en el
mundo. Todos deben participar en la edificación del reino de Dios.
Pasos Prácticos
Mientras que la colaboración es sin duda "una tarea enorme", podemos
identificar algunos pasos prácticos para promoverla. Primero,
necesitamos examinar nuestras creencias y comportamiento y confrontar a
los que pueden impedir nuestra habilidad de colaborar. ¿Consideramos la
colaboración como un valor auténtico, en el que invertimos tiempo y
energía? La colaboración puede promover un sentido de que la misión es
de todos, pero sí requiere más tiempo. ¿Qué aspectos positivos y
negativos aportamos a ella? ¿Estamos listos a confiar en los demás, o
tenemos una excesiva necesidad de control? Nadie es un colaborador
perfecto. Las características personales, y también la educación y las
experiencias, afectan nuestra habilidad de colaborar. Un ejemplo es la
poca auto-estima, que puede producir hostilidad y competitividad que
militan en contra de la colaboración.
En algunos casos, es necesario tener sanación y reconciliación antes de
que pueda haber colaboración. Aunque hay muchas experiencias positivas
de mujeres trabajando con obispos, sacerdotes y diáconos, tenemos
también experiencias tristes de malos entendidos, celos y autoritarismo.
Tales experiencias llevan al dolor y a la falta de confianza por parte
del clero y también de los seglares. Estos sentimientos necesitan ser
reconocidos y sanados antes de que podemos laborar conjuntamente en la
misión de Cristo.
Un segundo paso práctico incluye el discernimiento de dones. En un
esfuerzo colaborador, los talentos individuales deben ser afirmados por
el grupo. Algunos grupos usan un proceso de discernimiento que
identifica los talentos obvios y los no tan obvios, del individuo. Este
proceso puede ayudar a los individuos —clero, religiosos, laicos— a
reconocer y valorar los dones y talentos que puedan haber ignorado o
considerado poco importantes. Afirma la contribución única que la
persona puede hacer al esfuerzo común.
Tercero, esta identificación de talentos ayuda a clarificar las
funciones. Claridad sobre funciones y deberes ayuda a evitar las
"guerras territoriales" que amenazan la colaboración. Convencida de que
sus talentos son reconocidos y valorados, la gente tiene mayor
posibilidad de concentrarse en desempeñar bien su propia tarea para
lograr la misión del grupo. Al mismo tiempo, las funciones no deben
hacerse muy rígidas. Las mujeres, en particular, han sido estereotipadas
en funciones que no les permiten usar sus talentos. Por ejemplo, a
menudo se espera que las mujeres llevan a cabo labores invisibles en vez
de asumir funciones visibles como dirigentes y facilitadoras de grupos.
Cuarto, la colaboración requiere ciertas habilidades, que se pueden
aprender. Estas habilidades incluyen comunicación, la habilidad de
trabajar con grupos y la habilidad de funcionar bien dentro de la
diversidad con sus muchas variables. Poder resolver conflictos y
administrar, son destrezas esenciales también. La gente percibe el
conflicto como algo "no cristiano" y tratan de evitarlo. La comunidad
que tiene sabiduría se asegurará de que algunos de sus miembros estén
capacitados para ayudar al grupo y a enfrentarse positivamente a los
conflictos para que estos se conviertan en un medio de aprendizaje y
crecimiento.
Finalmente, debemos fomentar la base espiritual en la que descansa la
colaboración. Esto significa oración individual y de grupo, tiempo para
la reflexión y el compartir de fe, y escuchar atentamente al Espíritu
entre nosotros. Oración, sacramentos, caridad y servicio son, en cierto
modo, colaboración con Dios y con los que servimos. La colaboración es
mucho más que una manera de realizar ciertas tareas. Ya que Dios llama a
cada uno de nosotros a la santidad y nos santificamos en y por medio de
nuestras relaciones, la colaboración es un medio para convertirnos en
lo que Dios quiere que seamos.
Sugerencias Pastorales
- Ofrecer talleres continuos, días de capacitación y
oportunidades para preparación del personal parroquial y diocesano
—clérigos y seglares— sobre las posibilidades y dificultades de la
colaboración. Incluir preparación en la habilidad de manejar y resolver
conflictos.
- Usar un lenguaje inclusivo dentro de lo permitido, p. ej., en
materiales catequéticos y religiosos, en himnarios, en el lenguaje
cotidiano, en la oración y en las homilias.24 El uso sensible
del lenguaje ayuda a edificar una base para la colaboración al
reconocer la presencia y participación de la mujer.
- Identificar parroquias y agencias diocesanas donde la
colaboración es efectiva y darlas a conocer en el periódico diocesano,
por ejemplo.
- Organizar diálogos sobre los cambios en el papel de la mujer y
del hombre y cómo pueden colaborar eficazmente en la familia, parroquia
y comunidad en general. La preparación matrimonial es un tiempo
especialmente apropiado para subrayar el valor de la colaboración.
- Trabajar para clarificar las líneas de autoridad en la
parroquia para que el párroco, los agentes pastorales, la junta pastoral
y financiera, como también los miembros de la parroquia, entiendan
cuáles son sus deberes.
- Periódicamente repasar y evalar el proceso de colaboración en diócesis y parroquias.
Para La Reflexión
¿Cuál ha sido tu propia experiencia de colaboración en familia, el lugar de trabajo y la parroquia? ¿Cómo han afectado tu crecimiento espiritual los premios y retos de la colaboración?
Para La Acción
Haz un inventario personal de las características positivas y negativas que afectan tu habilidad para colaborar. ¿Qué cualidades positivas tienes y qué actitudes y conducta tendrías que cambiar?
Ejemplos para Meta Numero Tres
Charmaine Williams, directora de planificación pastoral y recursos humanos para la Diócesis de Fort Worth, Texas, ha laborado muy de cerca con el obispo para crear una estructura de cooperación en la diócesis. Un programa envía un pequeño equipo a ayudar a nuevos párrocos a hacer una transición fácil en las parroquias. El equipo explica qué es el ministerio colaborador (pastoral de conjunto) y cómo mujeres y hombres pueden trabajar juntos.
- La diócesis de Saginaw ha patrocinado cinco
conferencias para enseñar participantes sobre la colaboración. Las
Conferencias, que cubren tópicos como la auto-estima y la
espiritualidad, van dirigidas a mujeres hispanas pero todos pueden
participar, incluyendo sacerdotes y hombres laicos.
- En la Diócesis de St. Cloud, personal del Buró de la Vida en Familia, Oficina para Vocaciones y el Diaconado Permanente se reúnen cada mañana para dialogar sobre sus tareas diarias. Empiezan sus reuniones con el Oficio de la mañana. Esto ha fomentado el espíritu de unión y una mayor comprensión del trabajo de cada uno.
Nuestro Compromiso
En nuestra calidad de Comité sobre las Mujeres en la Sociedad y en la
Iglesia, nos comprometemos a continuar nuestra defensa de las mujeres.
En años recientes esa defensa ha incluido declaraciones sobre la
violencia doméstica y el acoso sexual de menores en el hogar; un video
sobre cómo predicar sobre la violencia doméstica y un coloquio para
examinar el significado del feminismo católico. Prometemos explorar
nuevas maneras para defender eficazmente a las mujeres. En particular,
prestaremos atención especial a dos áreas. Primero, escuchando el
llamado del Santo Padre para que "prestemos atención al asunto de cómo
fomentar, aceptar y llevar a su madurez los talentos de las mujeres en
la comunidad eclesial",25 nos informaremos nosotros mismos
sobre las necesidades particulares y los dones de las mujeres y cómo los
dones de las mujeres pueden ser afirmados e incorporados en la vida
eclesial. Segundo, exploraremos las nuevas formas de liderazgo eclesial
que serán necesarias para nuestros tiempos y daremos los pasos
necesarios para asegurarnos de que las mujeres estén listas para estas
funciones y para las funciones de dirigentes que ya existen.
El comité reconoce la necesidad de medir el progreso en las sugerencias
contenidas en esta declaración. Por tanto, el comité mantendrá una
relación con las comisiones y oficinas diocesanas para mujeres y
organizaciones nacionales para mujeres y así poder examinar el progreso y
escuchar sugerencias para más acción.
Conclusión
Al escoger dirigirnos nuevamente al asunto de los talentos y liderazgo de la mujer, cuatro años después de Strengthening the Bonds of Peace,
subrayamos su continua prioridad. Animamos a esas mujeres y hombres que
han trabajado largo tiempo y fielmente para promover el papel de la
mujer en la familia, la Iglesia, la comunidad local y el mundo. Al mismo
tiempo, usamos el momento del Jubileo del Año 2000 para reconocer los
errores y fracasos del pasado, mientras nos damos cuenta que la alegría
del año jubilar se basa en la auténtica conversión del corazón.26
Para pasar de palabras a obras, necesitamos una conversión continua de
mente y corazón no sólo que nos lleve a realizar estas acciones sino
también otras inspiradas por el Espíritu.
Nuestra recomendación fundamental, sin embargo, va dirigida a cada
miembro de la Iglesia: examinar devotamente nuestro corazón y mente,
preguntar si nuestras actitudes y conducta, nuestras palabras y obras,
promueven el progreso de las funciones de la mujer en la Iglesia. Una
retórica ensañada, que cuelga etiquetas simplistas e injustas en otros,
arrogancia y la negativa a escuchar y aprender de los que tienen una
perspectiva diferente, todo ello impiden el progreso. Nuestro reto
—todavía— es forjar "los lazos de paz", convertirnos en señal de unidad,
una señal de la obra del Espíritu entre nosotros.
Podemos responder a ese reto sólo cuando personalmente vivamos en el
Espíritu. Necesitamos orar los unos por los otros, para discernir cómo
el Espíritu nos guía, y tener tanto la humildad y la fuerza para
seguirlo. Sobre todo, debemos recordar que el trabajo que hacemos no es
nuestro sino de Dios —en su nombre empieza; bajo su tutela continúa; y
por su gloria termina..
Notas
- Juan Pablo II, Sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (Christifideles laici) (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1988), no. 51.
- Christifideles laici, no. 52.
- Por ejemplo, ver la declaración de los obispos de EE.UU. Sigan el Camino del Amor (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1994) y Comunidades de Sal y Luz (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1994).
- Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral de la Iglesia en el mundo contemporáneo (Gaudium et spes), no. 45.
- Christifideles laici, no. 32.
- Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre the Iglesia (Lumen gentium), no. 9.
- Ibid.
- Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, The Sign We Give: Report from the Working Party on Collaborative Ministry (1995).
- Catecismo de la Iglesia Católica (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1994), nos. 799-800.
- Juan Pablo II, Carta a las Mujeres, (Santafé de Bogotá, Instituto Misionero Hijas de San Pablo, 1995), no. 3.
- Ibid.
- National Conference of Catholic Bishops, Hijos e Hijas de la Luz: Plan Pastoral para Jóvenes Adultos (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1996).
- National Pastoral Life Center, informe preliminar al NCCB Sub-Comité sobre el ministerio laico, noviembre de 1997.
- NCCB Comité sobre las Mujeres en la Sociedad y en la Iglesia, Strengthening the Bonds of Peace: Parish Resource Packet (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1996).
- Ver National Conference of Catholic Bishops, Stewardship: A Disciple's Response [Corresponsabilidad: Respuesta del Discípulo] (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1993).
- Juan Pablo II, Carta a Mary Ann Glendon y a la Delegación de la
Santa Sede a la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Agosto de
29, 1995), en Pope John Paul II on the Genius of Women (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1997), 62.
- Ver canon 129.2. También ver cánones 145 y 149 sobre las
cualidades necesarias para desempeñar oficios eclesiásticos y el canon
517.2, que trata del cuidado pastoral de parroquias que no tienen un
párroco residente.
- "Plena cura de almas" se describe como el cuidado pastoral reservado a los sacerdotes. Ver canon 150.
- Consulte Just Treatment for Those Who Work for the Church (Cincinnati: National Association of Church Personnel Administrators, 1986). Consulte también The Individual and the Institution: Strengthening Working Relationships in the Church (Cincinnati: National Association of Church Personnel Administrators, 1994).
- NCCB Comité sobre los Laicos, Gifts Unfolding The Lay Vocation Today with Questions for Tomorrow (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1990), 49.
- Juan Pablo II, Sobre la dignidad y vocación de la mujer (Mulieris dignitatem) (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1989), no. 10.
- Vatican Council II, Decreto sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam actuositatem), no.3.
- National Conference of Catholic Bishops, Dotados y Llamados para el Tercer Milenio (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1995), 18.
- Ver National Conference of Catholic Bishops, Strengthening the Bonds of Peace (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1995), 11-12.
- Papa Juan Pablo II, Discurso a los obispos de Michigan y Ohio durante su visita Ad Limina, 21 de mayo, 1998, en Ad Limina Addresses: February 1998-October 1998 (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1998).
- Ve Juan Pablo II, Hacia el Tercer Milenio (Tertio millenio adveniente) United States Catholic Conference, 1994), no.32.
De Palabras A Obras: Continuación de reflexiones sobre el papel de la Mujer en la Iglesia es una declaración del Comité de NCCB sobre la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia. Fue preparada por el Secretariado para Familia, Laicos, Mujeres y Jóvenes bajo la supervisión de dicho comité. Su publicación fue aprobada por el Comité Administrativo el 15 de septiembre de 1998. El signatario autoriza su publicación.
Monseñor Dennis M. Schnurr, Secretario General, NCCB/USCC
Las citas bíblicas que se usan en este texto han sido tomadas de la Biblia Pastoral Latinoamericana, copyright © 1986.
Copyright © 1998, United States Catholic Conference, Inc., Washington, D.C. Se reservan todos los derechos. Ninguna porción de este documento puede ser reproducida o trasmitida en forma o medio alguno, ya sea electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabados, o por ningún sistema de recuperación y almacenaje de información, sin el permiso por escrito del propietarios de los derechos.
Para pedir este recurso llame a la línea gratis 800-235-8722.
Publicación No. 5-802, 32 pp., $2.95.