Capítulo 6. El Hombre y la Mujer en Un Principio
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necesitamos hacer es llenar nuestra mente con una gran cantidad de
conocimientos que nos inspiren y buscar ideas que nos iluminen. Desde
este punto de vista nosotros somos capaces de resolver todos nuestros
defectos por nosotros mismos. Pero el pecado no es una debilidad que
podamos superar por nuestros propios esfuerzos. Es una condición de la
que debemos ser salvados. Jesús es nuestro salvador.
Un aspecto central de nuestro peregrinaje de fe es el ser conscientes
de las fuerzas dentro de nosotros mismos que se oponen mutuamente y
causan conflictos. Una de estas fuerzas proviene de haber sido creados
a imagen de Dios, con todos los dones y habilidades que esto conlleva.
La otra fuerza es un resultado del Pecado Original, la cual nos puede
llevar a actuar con egoísmo y malicia. En su Carta a los Romanos, San
Pablo describe su propia experiencia con este conflicto: “No acabo de
comprender mi conducta, pues no hago lo que quiero, sino que hago
lo que aborrezco […] Pues no hago el bien que quiero, sino el mal que
aborrezco” (Rm 7:15, 19). San Pablo se había encontrado realmente
con Jesús resucitado, nuestro Señor, en una visión extraordinaria en el
camino a Damasco, y más tarde vio la gloria eterna misma (cf. 2 Co
12:2). Pero aún así, Pablo experimentó ese conflicto interior en su alma
causado por los efectos del Pecado Original. Lleno de frustración Pablo
exclamó: “¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, esclavo de
la muerte?” (Rm 7:24). Fue su fe la que en “donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia” (Rm 5:20).
No importa lo pecaminosos que seamos, nuestro deseo por Dios
nunca desaparece mientras estemos en este mundo. No importa que
crezcamos en santidad, el aguijón del mal siempre nos corroe* a causa
de los efectos del Pecado Original. San Pablo compartió con nosotros su
lucha espiritual interior en su camino a la santidad. Él nos da fortaleza.
En Jesucristo nosotros podemos derrotar el poder del pecado, pues es el
deseo del Señor que todos seamos salvados.
*
Una referencia a
La Serpiente en el Seno
, un relato corto de Nathaniel Hawthorne, padre de
la Madre Alfonsa, Rose Hawthorne (n.d.t.).