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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada
Nicea (325 d.C.):
Jesucristo es el Hijo de Dios por naturaleza y no
por adopción. Él es “engendrado”, no creado, de la misma sustancia
que el Padre.
Éfeso (431 d.C.):
Ya que él que nació de la Virgen María es divino,
es correcto llamar a María “Madre de Dios”.
Calcedonia (451 d.C.):
Jesucristo, Hijo de Dios, es verdadero Dios y
verdadero hombre. Sus naturalezas divina y humana permanecen
juntas sin confusión, sin cambio, sin división y sin separación.
Constantinopla II (553 d.C.):
No hay más que una sola hipóstasis
(o persona), que es nuestro Señor Jesucristo. Los actos humanos de
Jesús deben ser atribuidos a su persona divina.
PRINCIPALES CONCILIOS
(CF. CIC, NOS. 465-468)
Es importante entender que Jesús tenía un alma humana. También
estaba dotado de un verdadero conocimiento humano, el cual siempre
funcionó en armonía con la sabiduría divina a la cual el conocimiento
de Jesús estaba unido. Jesús también poseía una verdadera voluntad
humana, la cual siempre cooperó con su voluntad divina.
Otra herejía importante, llamada Arianismo porque fue promulgada
por un hombre llamado Arrio, afirmaba que Jesús no era Dios. Este
sacerdote alejandrino argumentaba que la “Palabra” que se hizo carne
en Jesús no era Dios, sino un ser creado, maravilloso pero, no obstante,
creado. Arrio y sus discípulos creían que no era ni siquiera adecuado
pensar que un ser humano podía ser Dios. Para contestar a Arrio,
el Concilio de Nicea (325 d.C.) reafirmó la fe de la Iglesia en que Jesús
era realmente Dios, “engendrado, no creado, de la misma naturaleza
del Padre”.
Una tercera herejía, el Nestorianismo, negó la unidad de Jesucristo
como Dios y como hombre. Los nestorianos argumentaban que el divino
Hijo de Dios residía dentro del ser humano Jesús de Nazaret, pero que no