Capítulo 11. Los Cuatro Atributos de la Iglesia
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esto en el contexto de sus vidas dentro de sus familias, comunidades
parroquiales, comunidades cívicas y en los puestos de trabajo. El don
diario que son ellos mismos cuando aman y cuidan de los demás, a
menudo con un costo personal muy alto, es una ofrenda sacerdotal que
es unida al sacrificio de Cristo en la Eucaristía. A través de palabras y
obras fieles al Evangelio, ellos evangelizan a los demás, cumpliendo así
con su papel profético. Al buscar la construcción del bien común de la
sociedad, basados en principios morales, ellos fortalecen las comunidades
cívicas y así cumplen su papel regio o pastoral.
Los laicos están en una posición privilegiada de poder infundir el
Evangelio directamente en la cultura y en la sociedad. Pero también
contribuyen a la vitalidad de la vida de la Iglesia mediante sus ministerios
como catequistas y otrosmuchosministerios. Lamayoría son voluntarios,
pero algunos han sido llamados a servir como ministros asalariados.
Trabajando con sus pastores, ellos permiten a la Iglesia dar testimonio
de la fe y del amor cristianos ante el mundo.
En el período postconciliar ha surgido un grupo de ministros
laicos muy nuevo y diferente en la Iglesia en Estados Unidos.
Dicho grupo, formado por mujeres y hombres laicos, desempeña
funciones en diversos niveles de liderazgo y de administración
pastoral en parroquias, agencias y organizaciones de Iglesia a
nivel diocesano y nacional. Lo hacen de manera pública, estable,
reconocida y autorizada. Más aún, cuando estos ministros laicos
hablan de su responsabilidad, lo destacan de tal manera que se
diferencien, aunque en forma complementaria, del ministerio
ordenado.Muchos de ellos expresan también su profundo sentido
de vocación como parte de su identidad personal y motivación
al desempeño de sus funciones. Muchos han alcanzado grados
académicos y certificación diocesana en preparación para su
ministerio. (Subcomité para los Laicos de USCCB,
El Ministerio
Laico de la Iglesia: El Estado de las Interrogantes
[Washington,
DC: USCCB, 1999], 9)