Capítulo 28. El Cuarto Mandamiento: Fortalece Tu Familia
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afrontan muchos retos. Se merecen compasión y la esperanza de poder
ser fieles al camino de amor de Cristo.
La familia cristiana está llamada a ser una comunidad de fe,
esperanza y caridad en un entorno de oración. Ayudada por algunas
de las otras virtudes, como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la
templanza, la familia que las ejerce comienza a actualizar su llamada
espiritual a ser una iglesia doméstica. Cuando una familia se convierte
en una escuela de virtud y en una comunidad de amor, la familia es una
imagen de la comunión de amor del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es
entonces un icono de la Santísima Trinidad.
EL AMOR DE LOS HIJOS POR SUS PADRES
El respeto de los padres proviene de un corazón agradecido a aquellos
quienes nos dieron el don de la vida y quienes nos nutrieron, amaron y
apoyaron a lo largo de todas las etapas de nuestra vida. El amor filial
se demuestra por medio de la obediencia genuina de los hijos hacia
sus padres mientras que viven en el hogar de sus padres y a través de
una preocupación responsable de los hijos crecidos hacia sus padres
ya mayores.
Honra a tu padre con todo tu corazón y no olvides los dolores de
tu madre. Recuerda que ellos te engendraron, ¿cómo les pagarás
lo que hicieron por ti? (Si 7:27-28)
Dios ofrece a cada miembro de la familia la gracia para crear
solidaridad familiar, para que la familia pueda crecer como iglesia
doméstica. Los padres usan las energías de su amor, su educación
y sus experiencias para el bien de sus hijos. De esta manera realizan
una contribución positiva y esencial hacia el desarrollo de una familia
verdaderamente humana y cristiana. Los hijos responden con amor y
deberían esforzarse para disminuir las rivalidades, enfados, daños y
hostilidades entre hermanos.
Se pide a los hijos adultos de padres mayores que cuiden de estos
con un corazón generoso: “Escucha al padre que te engendró, no
desprecies a tu madre cuando envejezca” (Pr 23:22). La familia sigue