Capítulo 2. Dios Sale a Nuestro Encuentro
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• Mediante los profetas Dios preparó al pueblo de la alianza para
mirar hacia la futura venida del Mesías, quien traería la salvación
destinada para todas las gentes.
• La Revelación alcanzó su plenitud en el Hijo de Dios, Jesucristo.
El Hijo es la Palabra definitiva del Padre. No tendrá lugar ninguna
revelación pública nueva antes de la manifestación final y gloriosa
de Jesucristo.
• La Revelación de Dios se nos transmite por medio de la
Tradición Apostólica y las Escrituras. Este es el tema de nuestro
próximo capítulo.
MEDITACIÓN
Jesucristo es la revelación definitiva de Dios:
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única,
perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá
otra palabra más que esta. San Juan de la Cruz, después de
otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hb
1:1-2: “Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una
Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de
una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar; porque
lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado
en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el
que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión
o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a
Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra
alguna cosa o novedad”.
—
CIC, no. 65, citando a San Juan de la Cruz,
Subida al Monte Carmelo
2, 22, 3-5