Por Francis X. Rocca

Catholic News Service

CIUDAD DEL VATICANO (CNS) -- Por más que él asombrara al mundo cuando anunció su renuncia el 11 de febrero, en retrospección la decisión del papa Benedicto XVI parece casi predecible. Dado sus declaraciones previas sobre el tema y sus recientes señales de envejecimiento, uno podría decir que la gente debió verlo venir.

El verdadero misterio ahora no es por qué el papa Benedicto escogió dejar el puesto, sino cómo esta acción casi sin precedentes afectará el papado y la iglesia.

En el 2010 el papa Benedicto le dijo al periodista alemán Peter Seewald que "si un papa se da cuenta claramente que él ya no está capacitado física, psicológica ni espiritualmente para manejar los deberes de su puesto, entonces él tiene el derecho y, bajo ciertas circunstancias, también una obligación de renunciar".

Las señales de agotamiento y dificultad para caminar que han impactado a la mayoría de observadores papales durante meses recientes lo llevaron a concluir, como dijo ante una asamblea de cardenales dos días antes del Miércoles de Ceniza, que "la fortaleza de mente y cuerpo ... se ha deteriorado en mí hasta el punto que tuve que reconocer mi incapacidad para cumplir adecuadamente el ministerio confiado a mí".

Muchas personas hoy día asocian las renuncias inesperadas con escándalos o crisis. En la estela inmediata del anuncio del papa Benedicto hubo especulación predecible de que él podría estar dejando su puesto bajo presión de algún problema serio en la iglesia, quizás uno que todavía esté por ser revelado.

Pero si el papa Benedicto declinó renunciar durante el apogeo de la controversia sobre el abuso sexual clerical a finales del invierno y principios de la primavera del 2010, cuando algunos lo acusaron a él personalmente de mal manejo de casos de sacerdotes pederastas en Alemania y Estados Unidos, es difícil imaginar qué tipo de crisis él podría considerar lo suficientemente perturbadora como para renunciar ahora.

Como le dijo a Seewald más tarde ese mismo año: "Cuando el peligro es grande uno no puede huir. Por esa razón, ahora ciertamente no es el momento para renunciar. Precisamente en un momento como este uno tiene que mantenerse firme y soportar la situación difícil. Esa es mi opinión. Uno puede renunciar en un momento pacífico o cuando cuando uno simplemente no pueda continuar. Pero uno no puede huir del peligro y decir que otra persona debería hacerlo".

Puede ser que el papa Benedicto haya juzgado la víspera de la Cuaresma como un momento particularmente bueno para anunciar su renuncia, ya que, como dijo el portavoz del Vaticano, el padre jesuita Federico Lombardi, ante reporteros en una sesión informativa poco después, el momento escogido prácticamente asegura que la iglesia tendrá un nuevo papa antes de la Pascua.

Es probable que no sea coincidencia, y ciertamente apropiado, que el papa Benedicto esperara para renunciar hasta después de haber observado en octubre pasado el 50mo aniversario de la apertura del Segundo Concilio Vaticano II. Si su papado ha tenido un solo proyecto unificador, este ha sido su esfuerzo por corregir las interpretaciones del Segundo Concilio Vaticano como una ruptura radical con el pasado a favor de lecturas que enfatizan la continuidad de las enseñanzas del concilio con las tradiciones milenarias de la iglesia.

Ahora el papa Benedicto ha hecho su propia innovación dramática en la tradición eclesiástica. De los varios hombres, tal vez tantos como 10, que han renunciado al papado en la historia del puesto, solamente uno lo hizo libremente: el papa Celestino V en 1294. Dado cuánto el papado y el mundo han cambiado durante los siete siglos desde entonces, prácticamente no hay precedente para el nuevo rol del papa Benedicto.

Padre Lombardi dijo ante los reporteros que el papa Benedicto se retirará a un monasterio dentro de los muros de Ciudad del Vaticano, donde se dedicará al estudio y la oración. El portavoz del Vaticano dijo que esperaba que el exprofesor y prolífico autor continuara escribiendo y comunicándose con el mundo exterior. Al preguntársele si la presencia de un expapa viviente presentaría algún peligro de división dentro de la iglesia, padre Lombardi dijo que estaría totalmente fuera del carácter del papa Benedicto decir o hacer cualquier cosa que pudiera menoscabar a su sucesor.