Recursos Familiares - Sullivan
Comenzar en pequeño: Sembrando semillas de caridad y dignidad humana
por Susan Stevenot Sullivan
Directora de Educación y Extensión, Departamento de Justicia, Paz y Desarrollo Humano
Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos
¿Cuándo fue la primera vez que supo usted que era amado?
Para mí, fueron las visitas de mi abuela. Ella vivía en la costa oeste cuando nos mudamos al este del Mississippi, pero nos visitaba una o dos semanas casi todos los años cuando yo era niña. Era tranquila y amable. Me escuchaba con atención, alentándome y apreciando mis observaciones.
Compartía historias de su vida y percepciones que eran significativas y fascinantes, cosas que recordé hasta que tuve edad suficiente para entenderlas mejor. Mi abuela fue una presencia fundamental en mi niñez y en el desarrollo de mi fe.
Ella fue una de los seis hijos sobrevivientes de una familia católica irlandesa. Sus padres perdieron cinco de sus seis primeros hijos víctimas de enfermedades en un solo invierno en Colorado. Mi abuela fue de la "segunda camada" de cinco nacidos en los años que siguieron.
Mi bisabuelo llevaba a la familia de un lado a otro para encontrar trabajo —por lo general empleos peligrosos y mal pagados, como la minería— y sobrevivir. Cuando mi abuela era joven en Minnesota, llevaba una papa horneada en cada bolsillo para calentarse las manos en el gélido viaje a la escuela de una sola aula. Las patatas se colocaban en la estufa barriguda y pasaban a ser el almuerzo. Finalmente, la familia se mudó a un pueblo agrícola en California. Contra todo pronóstico, mi abuela obtuvo un título universitario en enfermería.
Mi abuela tuvo muchas alegrías y tristezas en su vida, incluyendo tragedias con dos de sus propios seis hijos, pero estaba segura del cuidado y la guía de Dios, y por ella, yo también lo estaba. Esperaba con anhelo ir a la iglesia con ella y orar juntas.
El amor que mi abuela y yo compartimos es el amor que describe el papa Benedicto XVI cuando escribe del amor de Dios: "En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero… Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este 'antes' de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta". (Papa Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est [DCE] [w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est.html], no.17).
Mi abuela estaba expresando el amor y la fe de toda su vida, mientras la mía estaba comenzando. El papa Benedicto nos recuerda que la plenitud del amor de Dios no es un sentimiento temporal; abarca toda la persona, incluidos la voluntad y el intelecto. Implica un proceso permanente. "Éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por 'concluido' y completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por ello, permanece fiel a sí mismo" (DCE, no.17).
Mi abuela quería que yo creciera en todo sentido, incluyendo mi fe. Su amor se convirtió en el fundamento de mi relación con Dios y mi experiencia de la Eucaristía.
"En el 'culto' mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amados y el amar a los otros", dice el papa Benedicto. "Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma" (DCE, no. 14).
Hice mi primera Comunión en Augusta, Georgia, en la década de 1960 siendo estudiante de segundo grado. Al mismo tiempo que recibía la Presencia Real, me iba dando cuenta de otros en la comunidad.
A los siete años, veía la pobreza en vista panorámica desde la ventana del coche de la familia mientras íbamos y volvíamos de la escuela en el Sur. Entendí que el dinero tenía mucho que ver con la pobreza. En ese momento pensaba en arrojar los dólares de mi cumpleaños por la ventanilla; ahora, tengo otras opciones. Todas ellas implican el encuentro con Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica declara, "La Eucaristía entraña un compromiso a favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos" (Catecismo de la Iglesia Católica [CIC], segunda edición [Washington, D.C.: LEV–USCCB, 2001], no. 1397).
El papa Benedicto dice también: "La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra" (DCE, no. 22). Los tres, sacramento, Palabra y caridad, tratan de la presencia de Dios y la transformación de la vida, la nuestra y la de los demás.
Mi abuela me dio amor y afirmación, pero no me dio mi dignidad humana —ningún pariente, líder o gobierno hace eso—, porque la dignidad humana la recibe cada persona de Dios. Mi abuela reconocía mi dignidad humana y actuaba según lo mejor para mí, en un encuentro respetuoso y recíproco.
Amar a los demás, actuar a partir de su dignidad humana, significa tomar medidas concretas para ver que se desarrollen. Esto incluye tanto asistencia a corto plazo en las necesidades inmediatas como esfuerzos a largo plazo para enfrentar barreras e injusticias. El papa Benedicto dice: "No basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es 'inseparable de la caridad', intrínseca a ella" (Papa Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate [CV] [w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html], no. 6).
Justicia y caridad son dos maneras distintas pero complementarias en que podemos responder al llamado de poner el amor en acción, de actuar de acuerdo con nuestra fe como receptores y testigos del amor de Dios. Las dos maneras pueden ser llamadas "los dos pies del amor en acción".
"Marchamos" con el primer pie, "justicia social", cuando trabajamos para abordar las causas fundamentales de los problemas que enfrentan nuestras comunidades. Comenzamos por educarnos a nosotros mismos sobre los "porqués" de la pobreza, tales como los salarios robados y la falta de acceso a los recursos, y por abogar por políticas públicas justas. Abordamos, en conjunto, las estructuras sociales que apoyan la injusticia en el país y en todo el mundo.
El segundo pie, "obras de caridad", "marcha" con las obras de misericordia. Velamos por los hambrientos, los que no tienen techo, los enfermos o encarcelados. Cuando participamos en servicio directo por nuestros amigos y nuestro prójimo en necesidad, a nivel local o global, estamos marchando con este pie.
Utilizamos nuestros "dos pies del amor en acción" cuando abogamos por viviendas asequibles y trabajamos como voluntarios en refugios de desamparados, donamos a la despensa de alimentos y participamos en una campaña de salario digno, promovemos la paz mundial y ayudamos a familias de refugiados, extendemos la protección legal a los niños no nacidos y ayudamos a las familias con embarazos no deseados.
Este camino de amor en acción tiene que ver con el discipulado y el encuentro con Jesucristo, sobre todo cuando incluye relaciones con los que viven en la pobreza o la marginación.
"La actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo", dice el papa Benedicto. "Para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser parte del don como persona" (DCE, no. 34).
Cuando estamos presentes personalmente con un don que nos incluye a nosotros mismos, por lo general encontramos que se nos da algo a cambio. "La caridad es amor recibido y ofrecido. Es 'gracia' (cháris)" (CV, no. 5).
Pienso en el joven sonriente en el barrio de barro y paja en la capital de Etiopía, reproduciendo de algún modo la grabación de un blues estadounidense para entretenerme mientras esperaba al final de una larga fila de visitantes estadounidenses que se informaban sobre un programa para ayudar y educar a niños huérfanos por el sida.
Pienso en el sobresaltado apretón de manos que me dio un preso condenado a muerte en Mississippi; la paciencia de inmigrantes indocumentados en Georgia al incluirme en una reunión cuando yo no hablaba su lengua; saboreando un trozo de pastel horneado por manos lesionadas en un lugar de trabajo explotador en Carolina del Norte.
Estas experiencias me dieron nuevas luces sobre lo que somos juntos y cómo ama Dios. Y algo importante, pero más difícil: a veces estas nuevas luces pueden llegar cuando nos recuperamos de la traición, la violencia, la exclusión, el engaño y la pérdida.
"Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón" (Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual [Gaudium et spes] [www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html], no. 1).
¿Dónde crece el amor a Dios y al prójimo? A menudo comienza en el hogar, en la escuela, en la parroquia, en la comunidad local, y en países de otros continentes: dondequiera que nuestros familiares, amigos y vecinos, cerca o lejos, carezcan de necesidades básicas, justicia o paz, donde hay encuentros que cambian corazones.
Mi abuela pasó su vida amando a su prójimo como a sí misma. Los tiempos difíciles abrieron su corazón aún más al amor de Dios y al prójimo, y compartió ese legado de fe conmigo.
"Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama" (DCE, no. 18).
Para obtener más información sobre el folleto "Los dos pies del amor en acción" y su guía del facilitador para apoyar el discipulado y el testimonio, visite https://www.usccb.org/about/justice-peace-and-human-development/dos-pies-del-amor-en-accion.cfm.
Copyright © 2015, Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Washington, D.C. Todos los derechos reservados. Se permite la reproducción de esta obra sin adaptación alguna para uso no comercial.
Las citas del Catecismo de la Iglesia Católica, segunda edición, © 2001, Libreria Editrice Vaticana–United States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C. Reproducidas con permiso. Todos los derechos reservados.
Las citas de los documentos papales y del Concilio Vaticano II han sido extraídas de la página Web oficial del Vaticano. Reproducidas con permiso. Todos los derechos reservados.