Meditations on Mercy
Meditations on Mercy
Throughoutthe Jubilee of Mercy, we will be posting monthly reflections based on Scripture passages that Pope Francis uses in his Bull, Misericordiae vultus (MV). By beginning with a scripture passage and a reference to paragraphs in Misericordiae vultus, each reflection offers a way to more deeply embrace the call to embody mercy that is asked of every Christian. These reflections can be done on your own, with your family, or with small groups in your parish.
November 2016
Mt 18:21-35; MV, no. 9
"Then Peter approaching asked him, 'Lord,if my brother sins against me, how often
must I forgive him? As many as seven
times?' Jesus answered, 'I say to you, not
seven times but seventy-seven times.'
[Jesus emphasizes this point of forgiveness
with the parable of the forgiving master
and the unforgiving servant. At the end
of the parable, the master summons the
servant and says,] You wicked servant!
I forgave you your entire debt because
you begged me to. Should you not have
had pity on your fellow servant, as I had
pity on you?" (Mt 18:21-22, 32-33)
Seventy-seven
times is a lot of forgiveness. What (or whom!) was Jesus thinking about
when he told Peter this? Would we remain friends with someone whom we
had to forgive seventy-seven times? Is this person our enemy, and if so,
why would we forgive them? At the heart of this parable and Jesus'
response to Peter is the truth of God's love and mercy that we have been
exploring for the past year. When Jesus said this to Peter, he was
providing an image of the superabundant
mercy of God, whose
forgiveness knows no bounds. Throughout the day, our family, friends,
and coworkers may do things that bother or offend us. In spite of all
our faults and all their faults, we choose to keep on loving them and
forgiving their offenses. With those we love, this act is easy, but with
our enemies, it is more challenging. However, we must act with mercy
toward them as well. Jesus tells us to forgive our enemies (cf. Mt
5:43-48; Lk 6:27-36); in doing so, we are
witnesses to the love and mercy of God as we strive to be "merciful like the Father" (Lk 6:36).
Even
though we are called to be like God in his merciful compassion, we are
limited in our human capacity to forgive. Pope Francis acknowledges
this, writing, "At times how hard it seems to forgive! And yet pardon is
the instrument placed into our fragile hands to attain serenity of
heart. To let go of anger, wrath, violence, and revenge are necessary
conditions to living joyfully" (MV, no. 9). Even though it is
challenging to let go, we are given the tools in our formation as
baptized Christians to pardon those who offend us. These tools include
our participation in the sacraments, our daily prayer, the Word of God,
and the support of our parish and home
communities. Only in letting
go and forgiving others are we able to experience more fully the joy of
the merciful love of God acting in our own lives. Sometimes this letting
go involves giving up our problems to God and fully resting in his
love. When we do this, we place our trust in God's compassion and strive
to live out that compassion as we are able to in our own way.
Reflection Questions
1.Whom in your life do you need to forgive? Is this a challenge for you? Reflect on how abiding in God's mercy can help you forgive others and love them in spite of the resistance you might feel.
2. Throughout this Jubilee of Mercy, how have you journeyed to a deeper appreciation of God's love? How has your capacity for acting with mercy toward others developed? What are some things you can continue doing to remain in God's love and be attentive to his mercy in your life and the lives of others once this Jubilee Year is finished?
Noviembre 2016
Mt 18:21-35; MV, no. 9
"Entonces Pedro se acercó a Jesús y le
preguntó: 'Si mi hermano me ofende,
¿cuántas veces tengo que perdonarlo?
¿Hasta siete veces?' Jesús le contestó:
'No sólo hasta siete, sino hasta setenta
veces siete'.
[Jesús enfatiza este punto del perdón con la
parábola del señor que perdona y el siervo
que no perdona. Al final de la parábola,
el señor convoca al siervo y dice:] Siervo
malvado. Te perdoné toda aquella deuda
porque me lo suplicaste. ¿No debías tú
también haber tenido compasión de tu
compañero como yo tuve compasión de
ti?" (Mt 18:21-22, 32-33)
Setenta
veces siete es bastante perdón. ¿En qué (¡o en quién!) estaba Jesús
pensando cuando dijo esto a Pedro? ¿Seguiríamos siendo amigos de alguien
a quien tuvimos que perdonar setenta veces siete? ¿Es esta persona
nuestro enemigo, y si es así, por qué la perdonaríamos? En el centro de
esta parábola y la respuesta de Jesús a Pedro está la verdad del amor y
la misericordia de Dios que hemos estado explorando desde hace un año.
Cuando Jesús dijo esto a Pedro, estaba presentando una imagen de la
misericordia sobreabundante de Dios, cuyo perdón no conoce límites. A lo
largo del día, nuestra familia, amigos
y compañeros de trabajo
pueden hacer cosas que nos molestan o nos ofenden. A pesar de todos
nuestros defectos y todos los defectos de ellos, elegimos seguir
amándolos y perdonando sus ofensas. Con los que amamos, este acto es
fácil, pero con nuestros enemigos, es más difícil. Sin embargo, tenemos
que actuar con misericordia también hacia ellos. Jesús nos dice que
perdonemos a nuestros enemigos (cf. Mt 5:43-48; Lc 6:27- 36); al
hacerlo, somos testigos del amor y misericordia de Dios mientras nos
esforzamos por ser "misericordiosos como el Padre" (Lc 6:36).
Aunque
estamos llamados a ser como Dios en su compasión misericordiosa, somos
limitados en nuestra capacidad humana de perdonar. El papa Francisco
reconoce esto al escribir, "¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y,
sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles
manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la
rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir
felices" (MV, no. 9). Aunque es difícil
dejar caer, en nuestra
formación como cristianos bautizados se nos dan las herramientas para
perdonar a los que nos ofenden. Estas herramientas incluyen nuestra
participación en los sacramentos, nuestra oración diaria, la Palabra de
Dios y el apoyo de nuestras comunidades parroquiales y hogareñas. Sólo
al dejar caer y perdonar a los demás podemos experimentar más plenamente
la alegría del amor misericordioso de Dios que actúa en nuestras
propias vidas. A veces este dejar caer implica dejar nuestros problemas a
Dios y descansar plenamente en su amor. Cuando hacemos esto,
depositamos nuestra confianza en la compasión de Dios y nos esforzamos
por vivir esa compasión como podamos a nuestra propia manera.
Preguntas Para La Reflexión
1.
¿A
quién necesita perdonar en su vida? ¿Constituye esto un desafío para
usted? Reflexione sobre cómo permanecer en la misericordia de Dios puede
ayudarle a perdonar a los demás y amarlos a pesar de la resistencia que
pueda sentir.
2.
A lo largo de este Jubileo de la Misericordia, ¿cómo ha viajado a una
apreciación más profunda del amor de Dios? ¿Cómo se ha desarrollado su
capacidad para actuar con misericordia hacia los demás? ¿Qué cosas puede
seguir haciendo para permanecer en el amor de Dios y estar atento a su misericordia en su
vida y las vidas de los demás una vez que este Año Jubilar haya terminado?
Momentos de Misericordia