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Segunda Parte. Los Sacramentos: La Fe Celebrada
Carlos consiguió trabajo en la oficina de la estación del Experimento
UniversitariodeAgricultura.Se gastó su salario en promover unaapreciación
por la riqueza espiritual de la liturgia. Empezó una revista,
Liturgia y Cultura
Cristiana
, en la que publicó artículos que él traducía al español de otras
revistas inglesas y francesas.
Gradualmente reunió a estudiantes y profesores en un Círculo de
Liturgia que se reunía en el Centro Universitario. Les enseñó cómo vivir la
liturgia y el Misterio Pascual de la muerte y Resurrección de Cristo, espe
cialmente durante la Vigilia Pascual.
Organizó Días de Vida Cristiana para que los estudiantes renovasen
su espiritualidad por medio de la liturgia. Promovió la participación activa
del laicado en la Misa y el uso de la lengua vernácula. Carlos anticipó
una serie de enseñanzas del Concilio Vaticano II, especialmente las de la
Constitución sobre la Sagrada Liturgia
(
Sacrosanctum Concilium
).
Carlos no dejó que su salud, que se deterioraba, le impidiese llevar a
cabo su llamada. Sabía que estaba resucitando con Cristo aún cuando
su cuerpo se estaba muriendo. Continuó recordando a sus discípulos en
la universidad que deberían estar alegres porque estaban llamados a
vivir la alegría y la esperanza que Cristo trae con su Resurrección. Decía
frecuentemente que “vivimos para esa noche de la Resurrección”. Pasó
a la vida eterna el 13 de julio de 1963, a los cuarenta y cuatro años
de edad.
Una muchedumbre que había viajado a Roma desde Puerto Rico
aclamó y ondeó banderas de su isla en la Plaza de San Pedro el 29 de
abril del 2001, cuando el Papa Juan Pablo II beatificó a Carlos Manuel
Rodríguez. El Papa indicó que este activista laico dio testimonio del hecho
de que todos los cristianos están llamados a buscar la santidad“de manera
consciente y responsable”.
El Beato Carlos amaba la Eucaristía, que es el centro de la liturgia.
Sorprendentemente, en los veinte años que precedieron al Concilio
Vaticano II, cuando las voces pidiendo la renovación litúrgica surgían de
los monjes benedictinos, de eruditos teólogos y de sacerdotes visionarios,
este atento laico puertorriqueño enseñó a jóvenes universitarios cómo
basar sus vidas de fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía.
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