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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada
hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual”
(CIC, no 131, citando DV, no. 21).
Estudiosos bíblicos católicos han contribuido con distinción a los
estudios bíblicos. Su servicio sobresaliente a la Iglesia ha ayudado a
los creyentes a crecer en su fe mediante un auténtico entendimiento
de las Escrituras. Dos de los varios retos que afrontan provienen de
interpretaciones ofrecidas, por un lado, por aquellos que interpretan la
Biblia solo de una forma literal y, por otro, por aquellos que niegan los
aspectos supernaturales de los Evangelios.
Literalismo Bíblico
En Estados Unidos, un cierto número de cristianos de muchas denomi
naciones —a menudo llamados
fundamentalistas
— han adoptado la
supremacía de las Escrituras como su única base. También enfocan las
Escrituras desde el punto de vista de una interpretación privada. Hacen
esto con el más estricto sentido literal sin apreciar las distintas formas
literarias que los autores bíblicos usaron dentro de las circunstancias
culturales específicas en las que escribían.
La Iglesia responde al fundamentalismo diciendo que la Revelación
se transmite, conjuntamente, por medio de la Tradición Apostólica y las
Escrituras. La Iglesia y la Tradición Apostólica existieron antes de que el
Nuevo Testamento fuese escrito. Sus Apóstoles predicaron el Evangelio
oralmente antes de escribirlo. Los Apóstoles designaron obispos para
que estos los sucedieran con la autoridad de continuar sus enseñanzas.
Las Sagradas Escrituras por sí solas son insuficientes. Una enseñanza
autoritativa también es necesaria. Esta nos es dada a través del oficio
magistral de la Iglesia. Los católicos, por tanto, aceptan las Escrituras y
la Tradición como un único “depósito sagrado de la palabra de Dios”
(CIC, no. 97, citando DV, no. 10). Aunque esto nos diferencia de aquellos
que creen solo en la Biblia como su fuente de la revelación, los católicos
aceptan y honran igualmente a las Escrituras y a la Tradición “con el
mismo espíritu de devoción” (CIC, no. 82, citando DV, no. 9).
Como respuesta al literalismo bíblico, la Iglesia sostiene que “los
libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la
verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra