KimberlyBaker

20 de noviembre de 2015

En su reciente encíclica, Laudato si', el Papa Francisco hace hincapié en la gratitud, recordándonos que es parte vital de nuestra relación con el mundo natural y con los demás seres humanos. La gratitud nos permite ver la interrelación entre todo lo creado y lo sagrado de la vida humana, porque todo es un regalo de Dios.

En pocas palabras, la gratitud es la respuesta natural a un regalo. La gratitud surge cuando recibimos algo que alguien nos da con generosidad o cuando alguien hace algo positivo por nosotros. Cuando pensamos en la belleza del mundo natural y en lo valioso de la vida humana, resulta importante que reconozcamos que todo es regalo de Dios. De esta manera cultivamos nuestro respeto por lo creado, comenzando con los seres humanos que han sido creados a imagen y semejanza de Dios, y construimos una cultura de la vida en todos los ámbitos.

Lo opuesto a la gratitud es tomar todo por hecho, pensar que tenemos derecho a recibir lo que recibimos. En una cultura de la muerte, donde valores cambiantes como la salud, la juventud, la belleza y la fuerza son la norma o son idealizados en detrimento de valores más profundos, la gente siente que puede tomar y controlar para su beneficio personal las cosas buenas de la Tierra e incluso a otras personas. Esta manera de pensar promueve la idea falsa y destructiva de que cualquier inconveniente puede y debe ser eliminado en pos de un mundo más ideal.

El Papa Francisco escribe: "El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza" (Laudato si' 12). En vez de pensar en la Tierra solo en términos de los recursos que nos puede dar y que podemos controlar, deberíamos maravillarnos por su belleza y cuidar y conservar este magnífico regalo de la Creación. Debemos ser conscientes de cómo usamos el agua, la electricidad y los alimentos. También debemos abandonar la cultura de lo "desechable" que señala que alguna gente es descartable. Tener respeto por la Tierra implica naturalmente tener respeto por la vida humana, porque nuestra actitud hacia el planeta afecta invariablemente nuestra actitud hacia la vida humana. Conservamos la Tierra especialmente para ofrecerles una buena "casa común" a los demás seres humanos ahora y en el futuro.

Retomando las palabras del Papa Francisco, debemos reconocer que un ser humano no es un "problema" a resolver sino un regalo y un misterio. En vez de considerar a otras personas como problemas, en especial a los pobres, los ancianos, los enfermos y los que están en el vientre materno, debemos considerarlas como personas con dignidad que necesitan nuestra ayuda y compasión. Aceptar a los vulnerables hace del mundo un lugar más humano y acogedor donde vivir, lo cual se acerca a un "mundo ideal" más que una sociedad de lo "desechable".

Sintamos gratitud por el regalo de la vida y por el hermoso mundo que Dios nos ha regalado. Que siempre nos sintamos corresponsables de la Tierra, respetando la Creación al vivir con compromiso y alegría, y nunca tomando por hecho el mundo natural. Y que siempre cultivemos el respeto por la vida humana, ayudando a los demás a valorar su dignidad, y nunca tratándolos como cargas o mirándolos con indiferencia. Cada uno de nosotros es una obra maestra de la creación de Dios y merece amor.

 


Kimberly Baker es coordinadora de programas y proyectos para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.