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deseos internos de placer sexual en nuestra búsqueda global de la excelen-
cia moral y la santidad. La castidad puede ser “una palabra impopular”,
pero como ha señalado el papa Francisco,
el amor es casto
.
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“Todos
nosotros en la vida hemos pasado momentos en los que esta virtud era muy
difícil, pero es precisamente el camino de un amor genuino, de un amor
que sabe dar la vida, que no busca usar al otro para su propio placer”.
18
La castidad se opone a la lujuria, que es un deseo desordenado de
placer sexual distinto del verdadero significado de la sexualidad y el amor
conyugal.
19
Mientras que la lujuria usa a otra persona como un medio para
la gratificación sexual, la castidad afirma a la persona entera, cuerpo y
alma, más allá de sus cualidades sexuales. Nos ayuda a reconocer la gran
bondad y sentido profundo de la sexualidad humana y el deseo sexual
auténtico según lo ordenado para el amor del hombre y la mujer en el
matrimonio.
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La persona casta busca también cultivar la virtud de la mod-
estia, que inspira la propia elección de la ropa y el comportamiento por
reverencia a la dignidad, incluso misterio, de uno mismo y los demás, una
reverencia que incluye aprecio y respeto por el cuerpo humano.
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Aunque
vivir una vida casta es “una obra que dura toda la vida”,
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es un camino
hacia el florecimiento humano. La castidad nos llama a confiar en la gracia
de Dios y perseverar con fortaleza para resistir la tentación y tomar la
decisión correcta en circunstancias difíciles.
Todos nosotros estamos llamados a vivir una vida casta. En el matri-
monio, la castidad adquiere el carácter de amor permanente, fiel y fruc-
tífero, e incluye la expresión íntima física y sexual del amor.
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El bien del
placer sexual encuentra su lugar adecuado dentro del abrazo de marido y
mujer. En sus votos matrimoniales pronunciados ante Dios y la Iglesia, un
hombre y una mujer libremente y sin reservas se dan a sí mismos el uno al
otro como marido y mujer. El amor conyugal es integral, un don total de sí,
abierto a una nueva vida. Como atestigua la Sagrada Escritura, este amor
casto y santo recibe su significado y es una analogía del amor fiel y fruc-
tífero de Dios (véase Ef 5:32).
24
El pecado y la redención
Dios nos ha creado por amor y para el amor, pero sabemos que toda la
historia está marcada por el pecado de nuestros primeros padres y nuestro
propio pecado.
25
El pecado daña nuestras relaciones con Dios, con nosotros