Catequistas al Servicio - Stanz
La Nueva Evangelizacion comienza en el confesionario
por Julianne Stanz
" Éste es el rostro de Cristo que conviene hacer descubrir también a través del sacramento de la penitencia " San Juan Pablo II, "Novo Millennio Ineunte", no. 37
Oración inicial
Todos: Amén.
Guía de oración: Prepara nuestro corazón y nuestra mente, oh Señor, para aceptar tu Palabra. Envía tu Espíritu Santo entre nosotros para que seamos un pueblo fuerte fiel a tu palabra. Abre nuestro corazón para que podamos ser tus ojos, tus manos, tus pies y tu boca a un mundo que necesita de tu amor y misericordia. Te lo pedimos en el nombre de nuestro Señor, Jesucristo.
Todos: Amén
Guía de oración: Señor, abre nuestro corazón.
Todos: Proclamaremos tu alabanza.
Guía de oración: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Guía de oración: Señor Jesús, por la luz del Espíritu Santo has enseñado los corazones de tus fieles. Te damos gracias por el don de tu abrazo amoroso en el Sacramento de la Reconciliación. En el mismo espíritu, ayúdanos a crecer en lo que es verdaderamente recto y a regocijarnos siempre en tu consuelo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor, amén.
Todos: Amén.
Lectura: Jesús perdona y cura a un paralítico (Lucas 5:17-20)
Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para que hiciera curaciones. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: "Amigo mío, se te perdonan tus pecados".
Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: "¿Quién es este individuo que así blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?" Jesús, conociendo sus pensamientos, les replicó: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: 'Se te perdonan tus pecados' o 'Levántate y anda'? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados —dijo entonces al paralítico—: Yo te lo mando: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban gloria a Dios, y llenos de temor, decían: "Hoy hemos visto maravillas".
Para la reflexión:
"¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: 'Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo', si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano". (Lucas 6:37-42)
El Sacramento de la Reconciliación: Soy un pecador.
La pregunta publicada por un periódico "¿Qué está mal con el mundo?" fue contestada por el autor y escritor católico G. K. Chesterton de la siguiente manera:
"Estimados señores:
Yo mismo.
Atentamente,
G. K. Chesterton".
"Yo mismo". Estas dos simples palabras son nuestro punto de partida para comprender la Nueva Evangelización y el Sacramento de la Reconciliación. Cuando escuchamos la expresión "Nueva Evangelización", a menudo pensamos en lo que tenemos que hacer para conseguir que otras personas cambien y lleguen a parecerse más a Cristo. Sin embargo, la Nueva Evangelización comienza con cada uno de nosotros y nuestra llamada a la conversión, para que podamos ser un signo del amor y la misericordia de Cristo en el mundo. El papa Francisco, al ser preguntado recientemente por un periodista: "¿Quién es el papa Francisco?", dio una respuesta sorprendente en su sencillez y humildad. Sin embargo, es la misma respuesta que resuena en cada uno de nuestros corazones: "Soy un pecador".
Está claro que no podemos llamar a otros a abrazar a Cristo sin abrazar a Cristo nosotros mismos, y no podemos llamar a otros a arrepentirse si nosotros mismos no nos arrepentimos y confesamos nuestros propios pecados. La Nueva Evangelización comienza con cada uno de nosotros. Estamos llamados a profundizar nuestra relación personal con Cristo pues así "ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (Gálatas 2:20).
¿Qué es el Sacramento de la Reconciliación?
El Sacramento de la Reconciliación contiene tres elementos: conversión, penitencia y celebración. Este es el sacramento que nos cambia, nos desafía y nos equipa como discípulos de nuestro Señor Jesucristo para llegar a los demás y transformar el mundo. Este Sacramento nos pone en contacto íntimo con Jesús cuando nos liberamos de los pecados que atribulan nuestro corazón y nuestra mente, y experimentamos el perdón y la misericordia incondicionales de Dios para que podamos ser una fuente viva de perdón y misericordia para los demás.
Conversión: Reconocer nuestras debilidades y fallas conduce a una conversión del corazón, la mente y la voluntad. Este es el primer paso para alejarnos del pecado y volvernos hacia el Padre que nos ama y desea que cada uno de nosotros esté en comunión íntima con él.
Penitencia: La penitencia ofrece una oportunidad de corregir esas fallas y dar satisfacción por los pecados y patrones de pecado en que habitualmente caemos. El sacerdote proporciona aliento espiritual y también una manera de que remediemos y satisfagamos a los que pudimos haber hecho mal en la forma de una penitencia. La penitencia puede consistir en "la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1460).
Celebración: En la confesión se nos da la oportunidad de enmendar nuestras debilidades, limitaciones y luchas, pues ante el sacerdote nos presentamos ante Cristo y asumimos responsabilidad por nuestras acciones y nuestras fallas. Reconocemos nuestras deficiencias y también alabamos a Dios por sus dones de misericordia y amor abundante al perdonarnos. Salimos del sacramento con un renovado sentido de plenitud e intimidad con Dios después de haber experimentado una verdadera conversión del corazón. Esta "acción transformadora y renovadora de Dios es el 'motor' de toda reforma y se traduce en una verdadera fuerza evangelizadora", dice el papa Benedicto XVI.
Historia para la reflexión: "Cirugía espiritual"
Abby, enfermera de 45 años, reveló que durante sus años de universidad había dejado de ir a misa y al Sacramento de la Reconciliación. Aquí, en sus propias palabras, comparte su experiencia con nosotros.
"Me crié católica e incluso fui a una escuela católica; mi familia iba a misa todos los domingos pero rara vez hablábamos de nuestra fe u orábamos juntos como familia. En la universidad estaba muy ocupada comenzando mi carrera de enfermería y no daba alta prioridad a la fe o asistir a misa. Asistía a misa un par de veces durante el año, pero no iba con regularidad y no sentía la necesidad de confesarme. Para ser honesta, nadie se había realmente tomado el tiempo para explicarme la confesión, y tenía miedo de hacerla.
Sin embargo, fue durante mis años de universidad que me encontré alejándome cada vez más de mi fe y adoptando comportamientos que dañaban a otros y me herían a mí misma. Para el mundo exterior, yo era una persona exitosa, pero por dentro me sentía desesperanzada. Sabía que mi vida se estaba saliendo de control y que necesitaba de alguien con quien hablar.
Un día en la iglesia escuché hablar del Cura de Ars, san Juan María Vianney, y cómo había pasado cerca de 17 horas diarias en el confesionario en Francia. ¿Qué podrían estas personas confesarle, pensé; es que todos necesitan confesarse regularmente? Esa misma noche desperté con un gran sentido de urgencia. Muy claramente pude ver que mi necesidad de hablar con alguien y mi deseo de confesarme coincidían.
A la mañana siguiente fui a una parroquia vecina y pedí ver al sacerdote. Él se reunió conmigo y gentilmente me ayudó a hacer una confesión que cambió mi vida. Me sometí a un "examen de conciencia" que me ayudó a identificar patrones de pecado y dónde estaba yo en necesidad de curación. Al salir del confesionario no pude contener las lágrimas que brotaban de mis ojos, me sentí más libre que nunca y profundamente agradecida por la oportunidad de cambiar.
Hoy, como enfermera, a menudo describo la confesión como "cirugía espiritual necesaria" ¡pero mucho menos invasiva! Como enfermera, veo regularmente personas que necesitan cirugía que se encuentran en su punto más vulnerable y sensible. La cirugía identifica el problema, lo elimina y pone al paciente en el camino hacia la curación. ¡Eso es lo que la confesión ha hecho por mí!
Podríamos acercarnos al sacramento sintiéndonos vulnerables y expuestos, pero terminamos encontrando una profunda paz y sensación de plenitud proveniente de Cristo que es el médico divino, una paz que no es de este mundo. No me puedo imaginar la persona que sería sin la misa y los sacramentos, ¡pero sobre todo la confesión!
Preguntas para la reflexión:
En el silencio de su corazón o en un grupo pequeño (si se sienten cómodos), discutan sus ideas sobre alguna de las siguientes preguntas:
¿Con qué aspectos de la historia de Abby me identifico? ¿Cómo me siento con respecto al Sacramento de la Reconciliación? ¿Cuándo fue la última vez que me confesé?
¿Me es difícil confesarme? ¿Por qué?
¿Qué nombre puedo dar a la inquietud en mi corazón? ¿Qué dejaría de lado en este momento para ser feliz y estar en paz verdaderamente?
¿Qué patrón de pecado puedo reconocer en mi propia vida?
Para obtener información sobre cómo hacer un examen de conciencia, vean https://www.usccb.org/prayer-and-worship/sacraments/penance/examinations-of-conscience.cfm
El Sacramento de la Reconciliación:
Un encuentro con el amor de Cristo.
El pecado tiene un triple efecto. Debilita nuestra relación con Dios, afecta nuestras relaciones con los demás y denigra y daña nuestro verdadero sentido de lo que realmente somos: hijos de Dios creados a su imagen y semejanza. Al reconocer que hemos ofendido a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos, somos liberados de las ataduras que nos impiden perdonar y amar totalmente a los demás. Cuando esta liberación sucede a través del Sacramento de la Reconciliación, estamos mejor dispuestos a anunciar el Evangelio con palabras y obras.
El Sacramento de la Confesión es un encuentro con Jesucristo que ama a cada uno de nosotros y quiere perdonarnos. El papa Francisco nos recuerda que la confesión "es un encuentro con Jesús que nos espera como somos… Jesús nos espera para perdonarnos". La confesión no debe ser vista, según el papa Francisco, como una "sesión de tortura", sino como una oportunidad para "alabar a Dios, porque yo pecador he sido salvado por Él". Él nos ama, quiere curarnos y está esperándonos en el Sacramento de la Reconciliación.
El Sacramento de la Reconciliación ofrece amor, curación y misericordia abundante. ¿Aceptarán ustedes la invitación de Cristo de unirse a él allí?
Respondan:
El Catecismo de la Iglesia Católica enumera muchas maneras de que el cristiano exprese penitencia interior, entre ellas las siguientes:
Ayuno, oración y limosna;
Esfuerzos de reconciliación con el prójimo;
Intercesión de los santos;
Práctica de la caridad;
Gestos de reconciliación;
Atención a los pobres;
Ejercicio y defensa de la justicia y el derecho;
Examen de conciencia;
Dirección espiritual;
Celebración de los Sacramentos de la Penitencia y la Reconciliación y de la Eucaristía, por nombrar sólo algunas.
(CIC, nos. 1434-1439).
Escojan una de las maneras anteriores en que puedan expresar penitencia interior y hagan un esfuerzo para llevar a cabo este acto para la satisfacción de sus pecados.
Para saber más sobre el Sacramento de la Reconciliación, visiten https://www.usccb.org/prayer-and-worship/sacraments/penance/
Oración final:
Guía de oración: Juntos rezamos el Acto de Fe:
Oh Dios mío,
creo firmemente que eres un solo Dios en tres Divinas Personas, Padre, Hijo y
Espíritu Santo;
creo que tu Divino Hijo se hizo hombre y murió por nuestros pecados y que
vendrá a juzgar a vivos y muertos.
Creo en éstas y en todas las verdades que la santa Iglesia Católica enseña
porque Tú las has revelado, Tú que no engañas ni puedes ser engañado.
Amén.
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