La Santa Misa

A través de los siglos, desde que el Señor resucitado ascendió a la derecha de Dios Padre hasta nuestros días, la Iglesia ha cumplido el mandato del Señor: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22, 19c). A la celebración de este memorial de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, se le ha llamado de muy diversas formas: Fracción del Pan, Cena del Señor, Eucaristía, Cena del Cordero, etc. No sólo se le ha llamado de diferentes formas, sino que también esta celebración ha ido evolucionando con el paso de tiempo. Lo que, en la era apostólica hasta los tres primeros siglos, comenzó como una celebración con oraciones espontáneas, recitadas de memoria, se fue transformando en oraciones y fórmulas escritas, al principio con pequeños libros, y más tarde con libros más completos hasta lo que hoy conocemos como Misal Romano.

En la actualidad, el término más popular para designar la celebración que el Señor nos mandó hacer en su memoria, ha pasado a ser más comúnmente usado como Misa. Se cree que esta palabra proviene de la fórmula de despedida de la Misa en latín: Ite missa est, que equivale a "Pueden ir en paz, la Misa ha terminado". Ningún término abarca en su totalidad todo el misterio, desde el lugar en que celebramos la santa Misa. Sin embargo, la Constitución sobre la sagrada Liturgia nos la define como: "sacramento de piedad, signo de la unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se espera la venida de Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera" (n. 47).

La Misa y la Liturgia son la fuente y el culmen de toda la actividad cristiana. En esta celebración siempre saciamos nuestra hambre y sed de Dios y encontramos la plenitud de todas nuestras aspiraciones de felicidad y vida eterna.