Música y arte sacros

Música Sacra

"La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne" (Sacrosanctum Concilium, n. 112). La composición y el canto de salmos inspirados, con frecuencia acompañados de instrumentos musicales, estaban ya estrechamente ligados a las celebraciones litúrgicas de la Antigua Alianza. La Iglesia continúa y desarrolla esta tradición: "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Ef 5, 19; cfr. Col 3, 16-17). "El que canta ora dos veces" (San Agustín, En. in Sal 72, 1; PL 36, 914).
– Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1156

Cantemos al Señor: la música en el culto divino

Uno de los mayores dones del Señor a nosotros, su creación, fue el regalo del canto. En palabras y música, nuestros antepasados en la fe –Moisés, David, Débora, Pablo, san Gregorio– nos han enseñado como gozarnos en el amor infinito de Dios, proclamar su gloria, dar gracias por su abundante generosidad, y pedir misericordia y perdón. Cantemos al Señor: la música en el culto divino, son orientaciones aprobadas por los obispos de los Estados Unidos en 2007 y recuerda esta vasta y rica tradición musical mientras que proporciona orientaciones básicas para comprender el papel y ministerio de la música en la liturgia. Basándose en el trabajo fundacional de los padres del Concilio, Cantemos al Señor hace eco a la llamada a una participación plena, activa y consciente en la liturgia a través de los elementos cantados. Trata de las preocupaciones pastorales prácticas de los líderes pastorales: ministros apropiados, diversidad cultura, instrumentación, formación, acústica y derechos de autor. También delinea consideraciones para preparar y juzgar la música para el culto con una revisión en profundidad de la estructura musical de la Liturgia.

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Arte Sacro

El arte sacro es verdadero y bello cuando corresponde por su forma a su vocación propia: evocar y glorificar, en la fe y la adoración, el Misterio trascendente de Dios, Belleza sobreeminente e invisible de Verdad y de Amor, manifestado en Cristo, "Resplandor de su gloria e Impronta de su esencia" (Hb 1, 3), en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9), belleza espiritual reflejada en la Santísima Virgen Madre de Dios, en los Ángeles y los Santos. El arte sacro verdadero lleva al hombre a la adoración, a la oración y al amor de Dios Creador y Salvador, Santo y Santificador.
– Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2502

Edificada con piedras vivas: arte, arquitectura y culto

En todo templo, el arte y la arquitectura se convierten en obra conjunta del Espíritu Santo y la comunidad local, para preparer un lugar para recibir la Palabra de Dios y entrar más plenamente en comunión con él. En estas directrices, aprobadas en el año 2000, los obispos de los Estados Unidos ofrecen instrucciones sobre cómo diseñar lugares de culto dignos, bellos, y "apta para las celebraciones sagradas".