“Cuenten con el compromiso de todos nosotros de acompañarlos en estos momentos difíciles”, aseguró el arzobispo Broglio.

“Cuenten con el compromiso de todos nosotros de acompañarlos en estos momentos difíciles”, aseguró el arzobispo Broglio.

WASHINGTON – “Como pastores suyos, sus temores hacen eco en nuestro corazón y sentimos su dolor como nuestro. Cuenten con el compromiso de todos nosotros de acompañarlos en estos momentos difíciles”, aseguró el arzobispo Timothy P. Broglio, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por su sigla en inglés), al tratar sobre el incremento de las acciones para el control de la inmigración. El arzobispo ofreció una reflexión a nombre de los obispos de los Estados Unidos, reconociendo que, aunque las acciones para el control de la inmigración para preservar el orden y afirmar la seguridad de la comunidad es algo necesario para el bien común, nosotros no podemos hacer oídos sordos a la ansiedad y temor en las comunidades. 

A continuación, la reflexión del arzobispo Broglio:

Justo antes del inicio de la asamblea especial de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, es apropiado darle voz a una intensa preocupación que sienten en su corazón los Pastores de la Iglesia en nuestro país. 

Cuando conversamos con los jóvenes en Chicago el pasado fin de semana, el Papa León XIV nos recordó que en el corazón de la fe cristiana hay una invitación a compartir en la comunión de vida y amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la primera comunidad, basada completamente en el amor. El Santo Padre también nos desafió a ser un signo de esperanza haciendo del mundo un lugar mejor. 

Tomando en consideración el mensaje del Papa León, nadie puede hacer oídos sordos a los evidentes clamores de ansiedad y de temor en comunidades de todo el país a consecuencia del incremento de las acciones para el control de la inmigración.

Las acciones para la aplicación de la ley dirigidas a preservar el orden y garantizar la seguridad, son necesarias para el bien común. Sin embargo, los esfuerzos actuales van mucho más allá de individuos con antecedentes criminales. En el contexto de un sistema migratorio seriamente deficiente, el arresto masivo y la remoción de nuestros vecinos, amigos y familiares basados solamente en su estado migratorio, especialmente en forma arbitraria o sin el debido proceso, representa una profunda crisis social ante la cual ninguna persona de buena voluntad puede permanecer en silencio. La situación está lejos de la comunión de vida y amor a la cual esta nación de inmigrantes debería aspirar. 

Las múltiples acciones de protestas en todo el país reflejan los sentimientos morales de muchos estadounidenses de que la aplicación de la ley por sí sola no puede ser la solución para abordar los desafíos de la inmigración en nuestro país. Si bien las protestas y el disentimiento pueden ser expresiones legitimas de la participación democrática, la violencia nunca es aceptable. Al mismo tiempo, es bueno recordar la exhortación del Papa Francisco que “sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión” (Evangelii gaudium, 59).

La continua falta de oportunidades para conseguir un estado legal para nuestras hermanas y hermanos inmigrantes, junto con la creciente negación de un debido proceso para ellos, lesionan la dignidad humana y es un factor importante en el deterioro del estado de derecho. Del mismo modo, las acusaciones infundadas contra los proveedores de servicios católicos, los que día a día se esfuerzan por brindar ayuda y cuidados vitales a los más vulnerables, contribuyen a las tensiones sociales y a un creciente clima de temor.

A nombre de mis hermanos obispos quiero asegurarles, a todos los afectados por acciones que desgarran el tejido de nuestras comunidades, la solidaridad de sus pastores. Como pastores suyos, sus temores hacen eco en nuestro corazón y sentimos su dolor como nuestro. Cuenten con el compromiso de todos nosotros de acompañarlos en estos momentos difíciles. 

Quiero agradecer a aquellos en nuestros servicios católicos y organizaciones comunitarias que trabajan por el bien común sanando  las heridas de los afligidos. Que quienes ante la urgencia de estos momentos se sientan motivados a trabajar por soluciones justas y humanas para estos desafíos migratorios, sepan de la cooperación y de la buena voluntad de los obispos católicos de nuestro país.

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