Declaración pastoral sobre la penitencia y la abstinencia

Declaración publicada por la Conferencia Nacional de Obispos Católicos el 18 de noviembre de 1966
(El texto en inglés solamente es oficial; la traducción no oficial por el Secretariado del Culto Divino de USCCB.)

"Si decimos que no tenemos ningún pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros… Si decimos que no hemos pecado, hacemos pasar a Dios por mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra" (1 Jn 1, 8-10).

1.  Las Sagradas Escrituras declaran nuestra culpabilidad como universal; por tanto, hay una obligación universal al arrepentimiento que Pedro, en su sermón de Pentecostés, declaró necesario para el perdón de los pecados (He 2, 38). Por tanto, también el reconocimiento constante de la Iglesia de que la ley divina requiere que todos los fieles hagan penitencia. En cuanto al hecho del pecado, nosotros los cristianos no podemos aducir ninguna excepción, así que la obligación de hacer penitencia no admite excepción.

2.  Las formas y tiempos de penitencia varían de tiempo en tiempo y de pueblo a pueblo. Pero la necesidad de conversión y salvación no cambia y es necesario que, confesando nuestro pecado, hagamos, personalmente y en comunidad, actos de penitencia en prenda de nuestra penitencia y conversión internas.

3.  Por estas razones, los pueblos cristianos, miembros de una Iglesia que es al mismo tiempo santa, penitente y siempre en proceso de renovación, han observado desde el principio tiempos y días de penitencia. Lo han hecho por medio de observaciones comunitarias penitenciales así como por actos personales de abnegación; han imitado el ejemplo del inmaculado Hijo de Dios de quien las Sagradas Escrituras nos dicen que fue al desierto a ayunar y orar durante cuarenta días (Mc 1, 13). Así Cristo dio el ejemplo al que se refería Pablo al enseñarnos cómo nosotros también debemos llegar a la medida madura de la plenitud de Cristo (Ef 4, 13).

4.  De los muchos tiempos penitenciales que en algún momento han entrado en el calendario de los cristianos (que en este punto han mantenido la santa tradición de sus antepasados espirituales hebreos), han sobrevivido tres en nuestros tiempos: Adviento, Cuaresma y las vigilias de ciertas fiestas.

Adviento

5.  El cambio de costumbres, especialmente en relación a la preparación para la Navidad, ha disminuido el aprecio popular por el tiempo de Adviento. El espíritu de vacaciones navideñas parece anticiparse en los días del tiempo de Adviento. Como resultado, este tiempo desgraciadamente ha perdido en gran medida el papel de preparación penitencial a la Navidad que tuvo un día.

6.  Los cristianos celosos se han esforzado por mantener vivo o restaurar el espíritu de Adviento, resistiéndose a la corriente que aleja de las disciplinas y austeridades que solían caracterizar a la estación entre nosotros. Quizá su intento devoto se lograría mejor, y el núcleo del Adviento se promocionaría si nos apoyáramos en la renovación litúrgica y el nuevo énfasis en la liturgia para restaurar una comprensión más profunda de la estación como preparación eficaz para el misterio de la Natividad.

7.  Por estas razones, nosotros, los pastores de almas de esta Conferencia, llamamos a los católicos a hacer del tiempo de Adviento, empezando por 1966, un tiempo de meditación sobre las lecciones que nos enseña la liturgia y de mayor participación en los ritos litúrgicos por los que se ponen de manifiesto los misterios de Adviento y se logra su efecto santificador.

8.  Si en todos los hogares cristianos, iglesias, escuelas, retiros y otras casas religiosas, se practican las disposiciones litúrgicas con un fervor renovado y fidelidad al espíritu penitencial de la liturgia, el Adviento será una vez más verdadero a su naturaleza. Su propósito espiritual será de nuevo percibido.

9.  En años recientes se ha desarrollado una rica literatura sobre la familia y las observaciones litúrgicas comunitarias y familiares apropiadas para el Adviento. Animamos a la instrucción basada en ellas, contando con la renovación litúrgica de nosotros mismos y nuestro pueblo para proveer para nuestras obligaciones espirituales respecto a este tiempo.

Cuaresma

10.  La Cuaresma ha tenido una historia distinta a la del Adviento entre nosotros. Comenzando con la poderosa lección del Miércoles de Ceniza, ha retenido su antigua atracción para el espíritu penitencial del pueblo. También ha adquirido elementos de piedad popular que nosotros los obispos desearíamos fomentar.

11.  Por eso, mientras que apelamos a un mayor desarrollo de la comprensión de la liturgia Cuaresmal, como de la de Adviento, esperamos que el observar la Cuaresma como tiempo principal de penitencia en el año cristiano se intensifique. Esto es aún más deseable porque hay nuevas intuiciones sobre el lugar central de los misterios pascuales en la fe cristiana para los que desde muy antiguo prepara a comprender y gozar la preparación penitencial de Cuaresma.

12.  Por tanto, pedimos, urgentemente y en oración que nosotros, como pueblo de Dios, hagamos de todo el tiempo Cuaresmal un tiempo especial de penitencia. Siguiendo las instrucciones de la Santa Sede, declaramos que la obligación de ayunar y abstenerse de comer carne, una obligación cumplida bajo una formalidad más estricta por nuestros padres en la fe, todavía obliga el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Ningún cristiano católico se excusará ligeramente de tan santa obligación el miércoles que abre solemnemente el tiempo cuaresmal y el viernes llamado Santo porque ese día Cristo sufrió en la carne y murió por nuestros pecados.

13.  De acuerdo con la letra y el espíritu de la Constitución del Papa Pablo Poenitemini, mantenemos para nuestras diócesis la tradición de la abstinencia de carne en todos los viernes de Cuaresma, confiando en que ningún cristiano católico se excusará a la ligera de esta práctica penitencial.

14.  Para todos los demás días de la semana de Cuaresma, recomendamos fuertemente la participación en la Misa diaria y una observación autoimpuesta de ayuno. A la luz de las graves necesidades humanas que pesan sobre la consciencia cristiana en todos los tiempos, urgimos, especialmente durante la Cuaresma, generosidad con los programas locales, nacionales y mundiales de compartir de todas las cosas necesarias para traducir nuestra obligación de penitencia en un medio de cumplir el derecho de los pobres a su parte en nuestra abundancia. También recomendamos estudios espirituales, comenzando con las Escrituras así como las devociones cuaresmales tradicionales (sermones, Via Crucis y rosario) y la abnegación que se resume en el concepto cristiano de "mortificación".

15.  Demos testimonio de nuestro amor e imitación de Cristo con una solicitud especial por los pobres, los enfermos, menos privilegiados, encarcelados, postrados en cama, desanimados, forasteros, quienes se sienten solos y las personas de otro color, nacionalidad, u origen. Un catálogo de esas buenas obras, que no están meramente sugeridas, sino requeridas, se encuentra en las palabras de nuestro Señor en su descripción del Juicio Final (Mt 25, 34-40). Esta palabra saludable del Señor es necesaria durante todo el año, pero se debe escuchar con doble cuidado durante la Cuaresma.

16.  Durante el tiempo de Cuaresma, ocurren ciertas fiestas que la liturgia o la costumbre local tradicionalmente exime del espíritu penitencial de la Cuaresma. El observar éstas se pone bajo las reglas diocesanas; en estas y otras cuestiones canónicas que pudieran surgir en conexión con estas instrucciones pastorales, se debe hacer referencia al artículo VII de Poenitemini y las normas usuales.

Vigilias y las Cuatro Témporas

17.  Las Vigilias y las Cuatro Témporas, como la mayoría saben, ya no obligan a ayuno y abstinencia. Sin embargo, la renovación litúrgica y una apreciación más profunda sobre la alegría de los días santos del año cristiano esperamos que resulten en una apreciación renovada de la razón por la cual nuestros antepasados hablaron de "un ayuno antes de una fiesta". No imponemos ningún ayuno antes de un día de fiesta, pero sugerimos que los devotos encontrarán una mayor alegría cristiana en las fiestas del calendario litúrgico sin se obligan libremente por sus propios motivos y en su propia piedad, a prepararse para cada fiesta de la iglesia con un día particular de abnegación, oración penitencial y ayuno.

Cristo murió por nuestra salvación en viernes

18.  Recordando esto con agradecimiento, los pueblos católicos desde tiempos inmemoriales han apartado el viernes como día especial de penitencia, en el cual sufren gozosamente con Cristo para un día poder ser glorificados con él. Éste es el núcleo de la tradición de abstinencia de carne el viernes en que la tradición ha sido observada en la santa Iglesia católica.

19.  Las circunstancias cambiantes, incluyendo elementos económicos, sociales, y alimenticios, han hecho que algunas personas de nuestro pueblo sientan que renunciar a comer carne no es siempre, ni para todos, el medio más eficaz de practicar la penitencia. La carne en su día era una comida excepcional: ahora es común.

20.  Por tanto, ya que el espíritu de la penitencia en primer lugar sugiere que nos disciplinemos en lo que más nos gusta, para muchos en nuestros tiempos la abstinencia de carne ya no implica penitencia, mientras que sería más penitencial renunciar a otras cosas.

21.  Por éstas y otras razones relacionadas, los Obispos católicos de los Estados Unidos, lejos de rebajar la observancia penitencial tradicional en viernes, y motivados precisamente por el deseo de proporcionar una mayor vitalidad al espíritu penitencial, especialmente los viernes, el día en que murió Jesús, urgen a nuestro pueblo católico de ahora en adelante a guiarse por las siguientes normas.

22.  El viernes sigue siendo un día especial de observancia penitencial durante el año, un momento en que quienes buscan la perfección sean conscientes de sus pecados personales y los pecados de la humanidad, que están llamados a expiar en unión con el Cristo crucificado.

23.  El viernes de cada semana debe ser algo cuaresmal durante todo el año. Por esta razón, urgimos a todos a prepararse para esa Pascua semanal que llega cada domingo haciendo del viernes libremente un día de abnegación y mortificación en recuerdo orante de la Pasión de Jesucristo.

24.  Entre las obras de abnegación voluntaria y penitencia personal que especialmente recomendamos a nuestro pueblo para la observancia futura del viernes, aunque se termine la ley tradicional de abstinencia que vinculaba bajo pecado, como único medio prescrito para observar el viernes, damos primer lugar a la abstinencia de carne. Hacemos esto con la esperanza de que la comunidad católica ordinariamente continúe absteniéndose de carne como elección libre, ya que antes se hacía en obediencia a la ley de la Iglesia. Nuestra expectativa se basa en las siguientes consideraciones:

a.  Así libremente y por amor a Cristo Crucificado mostraremos nuestra solidaridad con las generaciones de creyentes para quien esta práctica frecuentemente se convirtió, y especialmente en tiempos de persecución y mayor pobreza, en gran evidencia de fidelidad a Cristo y a su Iglesia.

b.  Así nos recordaremos como cristianos, que, aunque inmersos en el mundo y compartiendo su vida, debemos conservar una diferencia salvadora y necesaria del espíritu del mundo. Nuestra abstinencia deliberada y personal de carne, más especialmente porque ya no está exigida por ley, será un signo externo de valores espirituales internos que atesoramos.

25.  Todo cristiano católico comprende que las reglas de ayuno y abstinencia permiten cambios, a diferencia de los mandamientos y preceptos de la inmutable ley moral divina que la Iglesia hoy y siempre debe defender como inmutable. Dicho esto, enfatizamos que nuestro pueblo está de ahora en adelante libre de la obligación vinculante por tradición bajo pena de pecado en lo que se refiere a la abstinencia en viernes, excepto en lo que se indica más arriba sobre la Cuaresma. Subrayamos esto para que "no entre el escrúpulo" en el examen de conciencia, las confesiones, o las decisiones personales sobre este punto.

26.  Quizá debamos advertir a quienes decidan mantener la abstinencia en viernes por razones de piedad personal y amor especial que no deben juzgar a quienes eligen sustituir otras observancias penitenciales. El viernes, gracias a Dios, adquirirá entre nosotros otras formas de testimonio penitencial que podrían convertirse en parte de la vida devota en el futuro tanto como la abstinencia de carne de los viernes. En esta conexión tenemos primeramente en mente la necesidad moderna de autodisciplina en el uso de estimulantes y de un énfasis renovado en la virtud de la templanza, especialmente en el uso de bebidas alcohólicas.

27.  Daría gran gloria a Dios y bien a las almas si los viernes encontraran a nuestro pueblo haciendo trabajo voluntario en hospitales, visitando a los enfermos, sirviendo las necesidades de los ancianos y quienes están solos, introduciendo a los jóvenes en la fe, participando en asuntos comunitarios cristianos y cumpliendo nuestras obligaciones para con nuestras familias, amigos, vecinos, y comunidad, incluyendo nuestras parroquias, con un celo especial nacido del deseo de añadir el mérito de la penitencia a las demás virtudes ejercitadas en las buenas obras nacidas de una fe viva.

28.  En resumen, que no se diga que por esta acción, que hace vigente el espíritu de la renovación que surge del Concilio, hemos abolido el viernes, repudiado las santas tradiciones de nuestros padres, o disminuido la insistencia de la Iglesia sobre el hecho del pecado y la necesidad de penitencia. Más bien, que se demuestre por el espíritu en que entramos en la oración y la penitencia, que no excluye el ayuno y la abstinencia libremente elegidos, que estas decisiones y recomendaciones presentes de esta conferencia de obispos anuncien un nuevo nacimiento de fe amorosa y una conversión penitencial más profunda por la que nos hacemos uno con Cristo, hijos de Dios maduros y siervos del pueblo de Dios.

N.B. La fecha de entrada en vigor de estas reglas es el primer domingo de Adviento, 27 de noviembre de 1966.