Misas de difuntos - Lecturas en las exequias de un niño no bautizado

Primera lectura

Isaías 25, 6. 7-8

El Señor destruirá la muerte para siempre.

Lectura del libro del profeta Isaías

En aquel día, el Señor del universo
preparará sobre este monte
un festín con platillos suculentos
para todos los pueblos.

Él arrancará en este monte
el velo que cubre el rostro de todos los pueblos,
el paño que oscurece a todas las naciones.
Destruirá la muerte para siempre;
el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros.

Palabra de Dios.

O bien:

Lamentaciones 3, 22-26

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

Lectura del libro de las Lamentaciones

La misericordia del Señor nunca termina
y nunca se acaba su compasión;
al contrario, cada mañana se renueva.
¡Qué grande es el Señor!

Yo me digo:
"El Señor es la parte que me ha tocado en herencia"
y en el Señor pongo mi esperanza.
El Señor es bueno con aquellos que en él esperan,
con aquellos que lo buscan.

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Salmo 25 (24), 4bc-5ab. 6 y 7bc. 17 y 20

R. A ti, Señor, levanto mi alma.

     O bien:

R. Cuantos en ti viven confiados, no serán confundidos.

Muéstrame tus caminos
e instrúyeme, Señor, en tus senderos;
haz que camine con lealtad
y enséñame a cumplir tus mandamientos,
pues eres tú mi Dios y Salvador
y en ti continuamente espero. R.

Acuérdate, Señor, que son eternos
tu amor y tu ternura,
Señor, acuérdate de mí
con ese mismo amor y esa ternura. R.

Alivia mi angustiado corazón
y haz que lleguen mis penas a su fin.
Protégeme, Señor, mi vida salva,
que jamás quede yo decepcionado
de haberte entregado mi confianza. R.

Aclamación antes del Evangelio

2 Corintios 1, 3. 4

Bendito sea el Padre, lleno de misericordia
y Dios que siempre consuela,
porque nos conforta en todas nuestras tribulaciones.

O bien:

Cfr. Apocalipsis 1, 5. 6

Jesucristo es el primogénito de los muertos;
a él sea dada la gloria y el poder por siempre.

Evangelio

Mateo 11, 25-30

Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera:.

Palabra del Señor.

O bien:

Marcos 15, 33-46

Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: "Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?" (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Miren, está llamando a Elías". Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo". Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: "De veras este hombre era Hijo de Dios".

Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.

Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro.

Palabra del Señor.

O bien:

Juan 19, 25-30

Ahí está tu madre.

Lectura del santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed". Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: "Todo está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Palabra del Señor.