Misas de Difuntos - Salmos

Los salmos son ricos en imágenes, sentimientos y simbolismo. Ellos expresan con fuerza el sufrimiento y el dolor, la esperanza y la confianza de la gente de todas las épocas y culturas. Sobre todo, los salmos son cantos que nos hablan de la fe en Dios, de la revelación y de la redención. Ellos permiten a la asamblea orar con las palabras que Jesús mismo usó durante su vida en la tierra. Jesús, que conoció la angustia y el miedo a la muerte, “ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte … A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la cause de la salvación eterna para todos los que lo obedecen” (Heb 5, 7-9). En los salmos, los miembros de la asamblea oran en la voz de Cristo, que intercede en su favor ante el Padre (Véase Liturgia de los Horas, Principios y Normas Generales, núm, 109). La Iglesia, al igual que Cristo, se vuelve repetidas veces a los salmos como expresión genuina de dolor y de alabanza y como fuente segura de fe y esperanza en tiempos de aflicción. Los párrocos y otros ministros han de hacer, un sincero esfuerzo catequético, para conducir sus comunidades hacia una comprensión más clara y profunda de algunos de los salmos que se usan para los ritos exequiales.

Los salmos se usan en muchas partes de los ritos exequiales, por ejemplo, como repuestas a las lecturas, en las procesiones, y en la vigilia por los difuntos. Por ser cantos, los salmos deben cantar siempre que sea posible.



– Ritual de Exequias Cristianas, Observaciones Generales, núms. 25-26

Leccionario, no. 1013

Del Salmo 22

R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
O bien:
R. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace reposar
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para reparar mis fuerzas.
Por ser un Dios fiel a sus promesas,
me guía por el sendero recto. R.

Así, aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad. R.

Tú mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañaran
todos los días de mi vida,
y viviré en la casa del Señor
por años sin término. R.

Del Salmo 24

R. (1) A ti, Señor, levanto mi alma.
O bien:
R. (3) Cuantos en ti viven confiados, no serán confundidos.

Acuérdate, Señor, que son eternos
tu amor y tu ternura,
Señor, acuérdate de mí
con ese mismo amor y esa ternura.R.

Alivia mi angustiado corazón
y haz que lleguen mis penas a su fin.
Contempla mi miseria y mis trabajos
y perdóname todas mis ofensas. R.

Protégeme, Señor, mi vida salva,
que jamás quede yo decepcionado
de haberte entregado mi confianza;
la rectitud e inocencia me defiendan,
pues en ti tengo puesta mi esperanza. R.

 

Del Salmo 26

R. El Señor es mi luz y mi salvación.
O bien:
R. Espero ver la bondad del Señor.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién voy temerlo miedo?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién podrá hacerme temblar? R.

Lo único que pido, lo único que busco
es vivir en la casa del Señor toda mi vida,
para disfrutar las bondades del Señor
y estar continuamente en su presencia. R.

Oye, Señor, mi voz y mis clamores
y tenme compasión.
Te estoy buscando, Señor;
no rechaces con cólera a tu siervo. R.

La bondad del Señor espero ver
en esta misma vida.
Armate de valor y fortaleza
y en el Señor confía. R.

Del Salmos 41, 42

R. Estoy sediento del Dios que da la vida.

Como el venado busca
el agua de los ríos,
así, cansada, mi alma,
te busca a ti, Dios mío. R.

Del Dios que da la vida
está mi ser sediento.
¿Cuándo será posible
ver de nuevo tu templo? R.

Yo recuerdo -- ¡y mi alma
cómo lo echa de Dios, menos! –
cuando iba hasta tu casa,
mi Dios, hasta tu templo
entre vivas y cantos
y el júbilo del pueblo. R.

Envíame tu luz y tu verdad;
que ellas me guíen
y hasta tu monte santo me conduzcan,
ahí donde tú vives. R.

Me acercaré al altar de Dios.
al Dios que es mi alegría,
y a mi Dios, el Señor, le daré gracias
al compás de la cítara. R.

¿Por qué te acongojas, alma mía?
¿Por qué tu turbación?
Espera en Dios, que aún alabarás,
a ti Dios Salvador. R.

Del Salmo 62

R. Señor, Dios mío, mi alma tiene sed de ti.

Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco;
de ti sedienta está mi alma.
Señor, todo mi ser ti añora,
como el suelo reseco añora el agua. R.

Para admirar tu gloria y tu poder,
anhelo contemplarte en el santuario.
Pues mejor es tu amor que la existencia,
siempre, Señor, te alabarán mis labios. R.

Podré así bendecirte mientras viva
y levantar en oración mis manos.
De lo mejor se saciará mi alma;
te alabaré con júbilo en los labios. R.

Fuiste mi auxilio
y a tu sombra canté lleno de gozo.
A ti se adhiere mi alma,
y tu diestra me de segura apoyo. R.

Del Salmo 102

R. El Señor es compasivo y bondadoso.
O bien:
R. La salvación del justo es el Señor.

El Señor es clemente y bondadoso,
lento al enojo, pronto a la indulgencia;
no nos trata según nuestros pecados
ni según nuestras culpas merecieran. R.

Como un padre amoroso con su hijo
así es tierno el Señor con quien lo quiere;
pues sabe bien de lo que estamos hechos
y no olvida que somos barro débil. R.

La vida humana dura lo que el heno;
brota como una flor silvestre,
la roza viento, y ya no existe
y a verla, nadie vuelve. R.

El amor del Señor, por el contrario,
por siempre permanece,
y su justicia llega hasta los hijos
y la generación siguiente
de los hombres que cumplen con su alianza
y sus leyes recitan y obedecen. R.

Del Salmos 114, 115

R. Caminaré ante el Señor por la tierra de los vivos.
O bien:
R. Aleluya.<

El Señor es bueno y justo,
nuestro Dios es compasivo.
A mí, débil, me salvó
y protege a los sencillos. R.

No dejé de confiar, aunque exclamaba:
“Qué grande es mi desdicha”.
Y en mi aflicción pensaba:
“Los hombres son un saco de mentiras”. R.

Penoso es a los ojos del Señor
que sus amigos mueran.
Porque soy siervo tuyo,
rompiste mis cadenas. R.

Del Salmo 121

R. Qué alegría sentí cuando dijeron: “Vayamos a la casa del Señor”!
O bien:
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.

¡Qué alegría sentí cuando dijeron:
“Vayamos a la casa del Señor”!
Y hoy estamos, por fin, Jerusalén,
pisando tus umbrales. R.

Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según lo que a Israel se le ha ordenado
a celebrar su nombre;
porque allí, en el palacio de David
están los tribunales de justicia. R.

Para Jerusalén, pidan la paz:
“Que prosperen aquellos que te aman,
que reine la paz entre tus muros
y la seguridad en tus palacios”. R.

Por el amor que tengo a mis hermanos,
voy a decir: “La paz esté contigo”.
Y por la casa del Señor, mi Dios,
pediré para ti todos los bienes. R.

Del Salmo 129

R. Desde el abismo clamo a ti, Señor.
O bien:
R. Confío en el Señor, espero en su palabra.

Desde el abismo clamo a ti, Señor;
Señor, oye mi voz;
préstale oído atento
a mi clamor. R.

Si guardas el recuerdo de las culpas,
¿quién se podrá salvar?
Pero de ti, Señor, viene el perdón
que nos infunde un gran temor filial. R.

Confío en el Señor,
espero en su palabra que perdona.
Mi alma suspira ya por el Señor
más que los centinelas por la aurora. R.

Que suspire Israel por el Señor
más que los centinelas por la aurora,
pues del Señor viene el perdón,
la redención copiosa. R.

Y al pueblo de Israel redimirá
de su maldad y de sus malas obras. R.

Del Salmo 142

R. (1a) Señor, escucha mi oración.

Pues eres justo y fiel, Señor, escúchame
y a mi plegaria atiende.
No vayas a juzgarme,
pues ante ti ninguno es inocente. R.

Cuando me pongo recordar tus obras,
y pienso en tus proezas,
tiendo hacia ti mis manos,
de ti sediento, como tierra seca. R.

Señor, respóndeme enseguida,
pues me falta el aliento.
Hazme saber tu amor por la mañana,
puesto que en ti yo espero. R.

Ya que tú eres mi Dios,
enséñame a cumplir tus mandamientos.
Haz que ti bondadoso espíritu
me enseñe el buen sendero. R.

Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.