El Papa San Juan Pablo II nos enseñó:
“La paz no es una utopía, ni un ideal inaccesible, ni un sueño irrealizable.
La guerra no es una calamidad inevitable.
La paz es posible.
Y porque es posible, la paz es un deber. Un deber muy grave. Una responsabilidad suprema.
La paz es difícil, cierto, y exige una gran dosis de buena voluntad, sabiduría, tenacidad.
Y puesto que la paz, confiada a la responsabilidad de los hombres, continúa siendo a pesar de ello un don de Dios.”
Oremos,
Señor Jesucristo, Príncipe de la Paz,
anhelamos que tu paz reine en nuestros corazones y en los de todas las personas dispersas por el mundo.
Te pedimos que nuestros trabajos para fortalecer la cultura de la vida, la cultura de la verdad y la cultura de la paz sean eficaces para que nunca más volvamos a experimentar el estallido de la guerra nuclear que, tal como el mundo vio en Hiroshima y Nagasaki, solo dejó sombras y silencio allí donde antes abundaba la vida.
Confiamos en que tu misericordia nos acompaña al hacer memoria de todas aquellas personas que han sufrido la trágica huella de las armas nucleares.
Te lo pedimos por el mismo Cristo, nuestro Señor.
Amén.
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