Señor Jesús, cuando multiplicaste los panes y los peces, proveíste más que comida para el cuerpo, y nos ofreciste el don de ti mismo, ¡el don que satisface toda hambre y sed! Tus discípulos estaban llenos de temor y dudas, pero tú derramaste tu amor y compasión sobre la multitud migrante, acogiéndolos como hermanos y hermanas.
Señor Jesús, hoy tú nos llamas a acoger a miembros de la familia de Dios que llegan a nuestra tierra escapando la opresión, la pobreza, la persecución, la violencia y la guerra. Como tus discípulos, nosotros también estamos llenos de temor y dudas, e incluso sospecha. Construimos barreras en nuestras mentes y corazones.
Señor Jesús, ayúdanos con tu gracia,
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A erradicar todo miedo de nuestros corazones, para que podamos acoger a cada uno de tus hijos como nuestro propio hermano y hermana;
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A darle la bienvenida al migrante y al refugiado con alegría y generosidad, respondiendo a sus muchas necesidades;
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A darnos cuenta de que tú llamas a toda persona a tu montaña santa para conocer los caminos de paz y justicia;
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A compartir de nuestra abundancia mientras tú compartas un banquete frente a nosotros;
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A dar testimonio de tu amor por toda persona, al momento en que celebramos los muchos dones que traen consigo.
Te bendecimos y te damos gracias por la familia que has llamado a unirse de muchos pueblos. Observamos en esta familia humana una reflexión de la unidad divina de la Santísima Trinidad en quien realizamos nuestra oración: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amén.