General

Declaración del Día del Trabajo 2024

Year Published
  • 2024
Language
  • Spanish

Reverendísimo Borys Gudziak
Arzobispo de la Archieparquía Católica Ucraniana de Filadelfia
Presidente del Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano
y
Reverendísimo Mark J. Seitz
Obispo de El Paso
Presidente del Comité de Migración

Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos
2 de septiembre de 2024

Trabajando por una economía más justa

“Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. - Mateo 20,4

En este Día del Trabajo, volvamos a comprometernos a construir juntos una sociedad que honre la dignidad humana de todos los que trabajan. Gracias al tesoro de la Doctrina Social de la Iglesia, tenemos una larga historia1 de proclamar el papel esencial que desempeña el trabajo para ayudar a las personas a vivir su dignidad humana.2

Nuestra fe católica nos llama a orar, trabajar y abogar a favor de protecciones que permitan que todos los trabajadores prosperen, tanto los recién llegados a nuestro país como aquellos cuyas familias han estado aquí durante generaciones. Creemos en la dignidad del trabajo precisamente porque cada uno de nuestros hermanos y hermanas es un hijo amado de Dios, hecho a su imagen y semejanza, e imbuido de una dignidad inherente. A lo largo de las Escrituras, vemos una y otra vez cómo Dios nos muestra que debemos cuidar a los que son vulnerables y honrar el carácter sagrado de todos, sin importar sus circunstancias en la vida. En el Evangelio de Mateo,3 leemos la parábola de los trabajadores de la viña como un ejemplo del amor desbordante del padre por cada uno de sus hijos. En esa parábola, el dueño paga a todos los trabajadores un salario “justo” a pesar de que algunos laboran más que los otros. Su remuneración se da simplemente porque el desea que todos tengamos los recursos para prosperar.4 El trabajo digno refleja que nuestra humanidad nos da un papel activo que desempeñar en la construcción del mundo que nos rodea. A través del trabajo, ejercemos dominio sobre cómo proveemos las necesidades materiales para nosotros mismos y nuestras familias.5 Dios desea que hagamos más que simplemente sobrevivir, sino que prosperemos.

Sin embargo, en la economía actual, demasiadas personas y familias viven en la pobreza debido a trabajos con salarios bajos que a menudo ofrecen pocos o ningún beneficio, horarios de trabajo erráticos y ofrecen protecciones insuficientes. Al mismo tiempo, la representación sindical ha disminuido, especialmente en el sector privado, dejando a los trabajadores con menos protección y una posición de negociación debilitada. Sabemos que no tiene por qué ser así.

Muchas comunidades y sectores de la economía están lidiando con la escasez de mano de obra debido al cambio demográfico y otros factores, y algunos recurren a los inmigrantes para llenar los puestos vacíos. El Papa Benedicto XVI señaló,6 siguiendo a sus predecesores y confirmado consistentemente por la investigación, los inmigrantes impulsan la innovación y la producción económica general. En los Estados Unidos, las contribuciones de los inmigrantes tienen un impacto neto positivo en el déficit federal.7 A pesar de estos beneficios económicos, el progreso que hemos logrado como sociedad hacia condiciones de trabajo más seguras y justas, y la enseñanza esencial y consistente de la Iglesia, a menudo vemos que los trabajadores inmigrantes son maltratados a un nivel más alto que sus contrapartes nacidos aquí, incluso a través del mal de la trata de personas. Además, los inmigrantes se enfrentan a situaciones de hostilidad y discriminación debido, en parte, a conceptos erróneos y a una retórica política dañina que menosprecia a la persona humana.

La Iglesia apoya tanto a los trabajadores como a los inmigrantes en todo el país, especialmente aquellos que a menudo trabajan en la agricultura y otras industrias sin protección debido a su estatus migratorio. Estos trabajadores contribuyen a la economía local, pagan impuestos y son propietarios de viviendas. Sin embargo, a menudo son víctimas de robo de salarios y temen legítimamente represalias si denuncian el robo de salarios o prácticas injustas. Con el apoyo de la Campaña Católica para el Desarrollo Humano (CCHD por sus siglas en inglés), la organización Escucha mi voz empodera a las comunidades de inmigrantes y refugiados en Iowa, incluyendo ayudar a 25 trabajadores a recuperar sus salarios robados solo en la primera parte de 2024. Este trabajo es impulsado, en parte, por los católicos de Iowa que trabajan juntos por una economía que apoye mejor a los trabajadores vulnerables.

Durante décadas, la Iglesia ha abogado por cambios en el sistema de inmigración, reconociendo que no aborda adecuadamente las necesidades de las familias estadounidenses, los empleadores, las comunidades o los inmigrantes. Estas deficiencias, sumadas al problema de la escasez de mano de obra, han aumentado las oportunidades de explotación de los inmigrantes y han llevado a algunos a recurrir a menores de edad como fuente complementaria de mano de obra. Hemos sido testigos de afrentas preocupantes a la dignidad de los menores de edad, tanto los nacidos aquí como los inmigrantes, cuya inocencia ha sido comercializada a cambio de mano de obra barata y a menudo peligrosa.

Dado que el número de violaciones de la legislación sobre el trabajo infantil ha aumentado drásticamente en los últimos años, varios estados también han tomado medidas para debilitar aún más las normas sobre el trabajo de los menores de edad exponiéndolos a condiciones peligrosas y largas horas de trabajo. Los menores de edad de familias que viven en la pobreza son los que más daño sufrirán, pero se debe proteger la inocencia y la dignidad de todos ellos. Como hemos enseñado los obispos, “mejores leyes para proteger a los niños obreros tienen que ir acompañadas de ayuda económica adecuada para la familia, de modo que éstas no dependan de la explotación de los niños para sobrevivir económicamente”.8

Las reformas legales y las inversiones en infraestructura son esenciales para crear un sistema de inmigración justo y una economía próspera que juntos promuevan el bien común. Es posible y necesario crear un sistema de inmigración que respete la dignidad inviolable de todos los recién llegados.9 Sin embargo, a falta de una reforma integral, las mejoras incrementales siguen siendo una señal de progreso. Sólo con un compromiso con tales esfuerzos nuestro país podrá abordar sus cambiantes necesidades laborales, beneficiándose al mismo tiempo de manera moral y sostenible de las contribuciones de los trabajadores inmigrantes.

La Iglesia ofrece una visión del futuro que no requiere que nuestra sociedad elija entre la justicia económica, las condiciones dignas para todos los trabajadores y la protección de los más vulnerables entre nosotros. Los católicos han implorado constantemente a los líderes civiles que reconozcan y protejan el carácter sagrado de la persona humana. Debemos rechazar una economía de exclusión.10 Podemos trabajar junto con grupos comunitarios como Escucha mi voz para organizarnos y buscar el cambio. Podemos abogar por mejoras políticas, como la Ley de Modernización de la Fuerza Laboral Agrícola, y por políticas que promuevan, preserven y amplíen las protecciones para todos los menores de edad.11

En este Día del Trabajo, reconozcamos a todos los trabajadores de la viña del Señor y abracémoslos por lo que realmente son: nuestros hermanos y hermanas: “Amen, pues, al forastero, porque también ustedes lo fueron en Egipto.”12 Esforcémonos sin cesar por proteger el carácter sagrado de la vida humana y construyamos juntos una sociedad que respete y promueve la dignidad humana de cada persona.

 

Copyright © 2024, United States Conference of Catholic Bishops, Washington DC. Todos los derechos reservados. Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Todos los derechos reservados. Utilizados con permiso. Ninguna parte de los Leccionarios puede ser reproducida en cualquier forma o por cualquier medio sin el permiso por escrito del propietario de los derechos de autor.


1Conferencia Católica de los Estados Unidos (ahora Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos), Reflexiones de los obispos católicos de Estados Unidos: Informe resumido del grupo de trabajo sobre la enseñanza social católica y la educación católica, 19 de junio de 1998.
2Papa San Juan Pablo II, Laborem Exercens, n. 9.
3Mateo 20, 1–16.
4Papa León XIII, Rerum Novarum, nn. 44-45.
5Papa San Juan Pablo II, Laborem Exercens, n. 25.
6Papa Benedicto XVI, Caritas in veritate, n. 62.
7Congressional Budget Office [Oficina de Presupuesto del Congreso], “Effects of the Immigration Surge on the Federal Budget and the Economy” [Efectos del aumento de la inmigración en el presupuesto federal y la economía], 23 de julio de 2024.
8Conferencia Católica de los Estados Unidos, Los niños y las familias son lo primero, 1991.
9El Obispo Mario E. Dorsonville, presidente del Comité de Migración de la USCCB en el momento de escribir este artículo, “Migration and the Judgement of Nations“ [La migración y el juicio de las naciones].
10Papa Francisco, Evangelii gaudium, n. 53.
11Consulten el Obispo Mark J. Sietz, presidente del Comité de Migración de la USCCB, “Letter to Congress on Safeguarding Unaccompanied Children“ [Carta al Congreso sobre la protección de los niños no acompañados], 9 de noviembre de 2023; presidentes de la USCCB, “Letter to Congress Regarding Policies to Support Women and Families“ [Carta al Congreso sobre políticas que apoyan a mujeres y familias], 26 de octubre de 2022.
12Deuteronomio 11, 18

 

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