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la pornografía como “entrenamiento” o como su “producto”.
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Toda porno-
grafía infantil es traficada automáticamente y es un delito, porque se trata
de la explotación sexual de un menor para ganancia comercial y va contra
la voluntad del niño debido a su incapacidad de dar consentimiento.
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Los
actores de películas pornográficas también se enfrentan a graves riesgos,
tales como contraer una infección de transmisión sexual (ITS) y altas tasas
de abuso de drogas y alcohol.
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También hay efectos colaterales del uso de pornografía en la cultura
en todas partes. Ver pornografía condiciona a los hombres (y las mujeres)
a mirar a otros seres humanos simplemente como objetos sexuales,
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y
no como personas que merecen respeto y amor. Son entrenados en una
“mirada pornográfica” y “hábito de cosificación”.
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Las mujeres en par-
ticular pueden comenzar a verse y presentarse como objetos sexuales,
vistiéndose o actuando de una manera sexual, incluso a temprana edad,
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y
persiguiendo una imagen idealizada y falsificada de la belleza femenina que
puede conducir al maltrato de sus cuerpos, incluidos trastornos alimenta-
rios. Las mujeres (y los hombres) pueden sentirse presionadas a participar
en actos sexuales degradantes que son presentados en la pornografía.
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También hay daños colaterales más serios en cuanto a violencia contra las
mujeres. Gran parte de la pornografía es violenta,
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y cuando, por ejemplo,
los hombres la ven, son más propensos a abusar sexualmente de una novia
o esposa.
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Visibilidad omnipresente
Las imágenes eróticas, sobresexualizadas y pornográficas están más presen-
tes que nunca en la sociedad estadounidense. Es común ver estas imágenes
al leer revistas y contenidos de los medios sociales, compras en línea o en
el centro comercial, o al mirar películas y televisión. Las mismas formas
masivas de entretenimiento se han hipersexualizado. Novelas que en algún
momento habrían sido clasificadas como “erótica” son ahora la corriente
predominante, por no decir nada del género de novela romántica abierta-
mente sexual. Juegos de video, letras de música, videos musicales, ropa e
incluso los disfraces se han vuelto cada vez más sexualizados, incluyendo el
contenido dirigido a niños y adolescentes.
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Mantener la pureza es un serio
desafío en este entorno, como lo es aprender los límites apropiados que son
necesarios para vivir castamente y tener relaciones saludables.