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la pornografía es agresiva, astuta y regulada sólo de manera esporádica, a
pesar de que es ilegal producir, vender, poseer o ver pornografía infantil o
contenido considerado “obsceno”.
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Muchas empresas invierten grande-
mente en cabilderos para impulsar ordenanzas sobre “libertad de expresión”
que contrarresten acusaciones judiciales de indecencia y obscenidad.
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Los pornógrafos suelen utilizar contenido en línea gratis como cebo para
atrapar y volver adictos a nuevos usuarios que luego pagarán para acceder a
material “exclusivo”. Los vendedores se dirigen a los varones jóvenes sobre
todo con anuncios sexuales en sitios web de deportes populares y medios
sociales. Otros negocios, como cadenas hoteleras, empresas de cable y
farmacias, lucran grandemente con el uso generalizado de la pornografía y
contribuyen a su accesibilidad. La industria de la pornografía y su alcance
omnipresente es un claro signo de que la pornografía se ha convertido en
una estructura de pecado en nuestra sociedad.
Contenido
Toda pornografía explota tanto a las personas retratadas como al espe-
ctador, y está desprovista de amor y relación. Pero los tipos de con-
tenido disponibles en la actualidad son cada vez más groseros, violentos,
degradantes, e incluso satánicos con representaciones abiertas de prácticas
ocultas. La mayoría de escenas pornográficas incluyen agresión y violencia
física o verbal, comunicando el mensaje de que el sexo es abusivo, tosco
y degradante.
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Muchas escenas también incluyen actividad sexual entre
personas del mismo sexo, representaciones que son vistas por las perso-
nas independientemente de lo que les atraiga en la vida real. Las escenas
pornográficas emplean generalmente gente real, pero también pueden ser
generadas por computadora.
Usuarios y aumento de la vulnerabilidad
Teniendo en cuenta cuán generalizada y fácilmente accesible es la porno-
grafía en la sociedad actual, todo el mundo es vulnerable. Muchas personas
luchan con el uso de pornografía, incluyendo fieles católicos, personas de
fe, personas no creyentes, personas casadas y solteras, padres y madres,
jóvenes y viejos, clérigos y personas de vida consagrada.
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Algunas personas
sólo han visto pornografía un puñado de veces, tal vez involuntariamente;