Richard M. Doerflinger

 

8 de mayo de 2015

Hace poco estaba esperando un avión una mañana y me asaltaron varios mensajes de esperanza.

Había llevado dos periódicos para leer en el aeropuerto. El periódico local tenía una noticia de primera plana sobre una fiesta sorpresa para los 50 años de un hombre que había estado paralizado del pecho para abajo por más de tres décadas. Los médicos suponían que Greg Chambers moriría antes de cumplir los 30 años, y más de una vez estuvo cerca de la muerte. Pero terminó la escuela secundaria, realizó cursos universitarios y ha trabajado con computadoras para una empresa. “No hay lugar para el pesimismo. Lo único que logra es deprimirnos”, dice. “Llevo un estilo de vida bastante normal, excepto que no puedo rascar mi propia nariz” (South Bend Tribune, 27 de abril de 2015).

Luego, el periódico nacional contaba la historia de Amanda Berry y Gina DeJesus, dos mujeres que habían sido rehenes y habían sido abusadas sexualmente durante más de una década por un secuestrador y violador. Sintieron tal desesperación durante su cautiverio que quisieron quitarse la vida. Pero ahora habían co-escrito un libro titulado Hope: A Memoir of Survival in Cleveland (Esperanza: memorias de supervivencia en Cleveland). La Srta. Berry le dice a toda mujer en una desoladora situación similar: “Permanece fuerte y sé positiva, nunca abandones la esperanza” (USA Today, 27 de abril de 2015).

Por último, en la tienda de libros del aeropuerto, encontré la nueva edición de bolsillo de Ghost Boy. Es el relato personal de Martin Pistorius, quien se enfermó a los 12 años y pasó muchos años en un estado que todo el mundo calificaba como “vegetativo”. Durante años no pudo comunicarse pero estuvo plenamente consciente. Incluso pudo escuchar a su madre decir que sería mejor que él muriera. La afección del Sr. Pistorius siguió mejorando y ahora vive en Inglaterra, es un exitoso escritor que está felizmente casado. Ha perdonado a su madre por su momento de desesperación, dice: “Nadie sabe lo que puede soportar hasta que debe hacerlo”.

¿Por qué me sorprendió esta dosis triple de esperanza? Porque el mensaje que nuestra cultura parece promover cada vez más es la desesperanza. Estamos tan apegados a nuestra comodidad y seguridad, a nuestras facultades mentales y habilidades corporales, que al escuchar sobre gente que las pierde solemos decir: “Si me sucediera eso, preferiría morir”.

Pienso en las reacciones al caso de Brittany Maynard, la mujer californiana de 29 años cuya decisión pública de emplear la ley de Oregon de suicidio asistido fue explotada por los defensores de la eutanasia para promover dichas leyes en todo el país. Alguna gente dijo que se sintió inspirada por la valentía de la Srta. Maynard al “tomar el control” de su muerte. Pero de lo que ella habló fue del miedo: el miedo al dolor, a perder su dignidad, a ser una “carga” para su familia. Perdió la esperanza de que el resto de su vida pudiera tener sentido.

Su relato personal fue triste. Algunos legisladores lo han transformado en algo alarmante: están legislando la desesperación para todos los que están en circunstancias similares. Una vez que se le diga a la gente que solo tiene seis meses de vida, sabrá que el gobierno piensa que se debe “asistir” su suicidio en vez de prevenirlo, como es el caso para cualquier otra persona. Eso no fomenta la libertad personal. Afecta seriamente la elección entre la esperanza y la desesperación. La sociedad está diciendo: la esperanza es para otra gente. A ti solo te queda la muerte.

La esperanza que se halla en las historias que leí no es la esperanza de no padecer una enfermedad, dolor o sufrimiento. Es una esperanza en la vida y el amor más allá de esos desafíos, la esperanza de que cada vida tiene sentido y el espíritu humano puede triunfar. Ni siquiera el gobierno puede quitarnos la esperanza por medio de leyes. La tragedia es que lo intente.



El Sr. Doerflinger es subdirector del Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.

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