“Los migrantes y los refugiados recuerdan a la Iglesia su dimensión peregrina, perpetuamente orientada a alcanzar la patria definitiva, sostenida por una esperanza que es virtud teologal.”
—Santo Padre León XIV, Mensaje para la 111.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
La historia de la Iglesia Católica en los Estados Unidos, al igual que la historia de los Estados Unidos, está entrelazada con el fenómeno de la migración. La primera ciudadana estadounidense en ser canonizada, Santa Francisca Javier Cabrini, fue la personificación de esto. Inmigrante de origen italiano, adoptó este país como suyo. Aunque enfrentando a menudo la discriminación y adversidades aparentemente imposibles, nunca cedió a la desesperanza. Con fe incesante, acompañó a sus semejantes inmigrantes y a otros viviendo al margen de la sociedad con un gran fervor misionero.
Pero los desafíos de la Madre Cabrini, y los desafíos de aquellos que sirvió, no son únicos entre las generaciones de católicos e inmigrantes en general que han venido a esta tierra. No es sólo una cuestión de historia. Es una realidad presente en la vida de nuestra Iglesia y nación.
Como católicos somos llamados a reconocer el rostro de Cristo en cada persona que encontramos, especialmente en las personas pobres y vulnerables. Jesús nos dice en sus propias palabras: “porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver” (Mateo 25:35). El Evangelio y la doctrina social de la Iglesia afirman continuamente la dignidad igual de todas las personas sin importar su raza, nacionalidad o estatus migratorio.
El Compromiso Cabrini es a la vez un recordatorio de nuestra herencia inmigrante y un llamado a una participación más profunda en nuestra fe como respuesta a los últimos acontecimientos. En un tiempo cuando nuestra cultura es dominada por divisiones políticas profundas y desacuerdos intelectuales sobre la política migratoria, el progreso pareciese ser imposible. Pero al dar testimonio de la dignidad dada por Dios a cada persona, incluidos los migrantes y refugiados entre nosotros, abrimos el camino para un enfoque arraigado en la misericordia, la justicia y el bien común. Y juntos, como la Madre Cabrini, podemos ser guardianes de la esperanza.
ME COMPROMETO:
Afirmar, en palabras y hechos, la dignidad inherente de cada persona, independientemente de su estatus migratorio o país de origen, viendo a cada uno como un hijo de Dios, antes que nada.
Comprometerme con las Escrituras y la doctrina social de la Iglesia, reflexionando sobre el papel de la migración en la historia de la salvación, la historia de los Estados Unidos y la historia de mi propia familia.
Escuchar y aprender sobre las circunstancias que enfrentan los migrantes y refugiados, incluidos los de mi comunidad, con el corazón y la mente abiertos.
Buscar oportunidades de encuentro para crecer en una comprensión y comunión más profundas que conduzcan a una auténtica solidaridad con los necesitados.
Considerar lo que significa ser un buen prójimo y cómo estoy llamado a reflejar el amor y la esperanza de Cristo a los demás.
Fomentar el diálogo cívico que coloque a la persona humana y la santidad de las familias en el centro de la formulación de políticas, especialmente hacia el final de una reforma migratoria significativa.
Unirse al Papa León en la oración por todos los migrantes y refugiados como compañeros de viaje en el camino hacia nuestra verdadera patria.