Al examinar las formas en que la liturgia nos transforma en personas que cuidan de los enfermos y moribundos, que llevan el Evangelio a quienes están en los márgenes y periferias de la sociedad, y que defienden la dignidad de todas las razas y etnias, también reflexionamos sobre las formas en que la liturgia nos prepara para ser personas que reciben gustosamente a los migrantes, los refugiados y los pobres.

Teología

Las personas que migran, buscan refugio o carecen de lo necesario para la vida están creadas a imagen de Dios. Si bien cada persona lleva esta imagen en una identidad nacional, étnica y social particular, la imagen de Dios es la primordial, y cada ser humano la lleva igual y plenamente. Los hechos de la migración, la búsqueda de refugio o la falta de lo necesario para la vida no comprometen la imagen de Dios, sino que la manifiestan de maneras únicas. De hecho, como nos recordó el Papa Francisco: “Los pobres son sacramento de Cristo, representan su persona y remiten a él” (Mensaje, V Jornada mundial de los pobres, 13 de junio de 2021). Cristo habita en los “más pequeños” (cfr. Mt 25, 31-46), y se revela a través de ellos de manera especial. Este concepto de dignidad humana es el fundamento del cuidado que se debe brindar a los migrantes, los refugiados y los pobres, así como el fundamento de la política económica y migratoria.

También es importante reconocer que la persona humana es miembro de una familia, la “célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia” (Papa Francisco, Evangelii gaudium, n. 66). Por lo tanto, se debe brindar cuidado a los individuos y también a las familias, y las políticas o prácticas que perjudican a las familias deben evaluarse a la luz de sus derechos inherentes a permanecer juntas.

Además, las realidades humanas de la migración y la pobreza revelan algo sobre Dios y sobre nosotros mismos. Al crear el mundo, Dios sale de sí mismo en amor y, al restaurarlo, llama a las personas a migrar hacia él (por ejemplo, el llamado de Abraham). En la plenitud de los tiempos, Cristo salió del Padre, despojándose de sí mismo y haciéndose pobre por nosotros (Jn 16, 28; Flp 2, 7; 2 Co 8, 9). El llamado al discipulado es un llamado a hacerse pobres (Mt 5, 3) y a transitar de un modo de vida a otro (Lc 9, 57-62). En la Gran Comisión, Cristo manda a los apóstoles que emigren (Mt 28, 19) y anuncien a Dios, pues “la misericordia y el amor de Dios son muy grandes” (Ef 2, 4).

Liturgia

Cada otoño boreal, la Iglesia universal observa días dedicados a los migrantes, los refugiados y los pobres. La Jornada mundial del migrante y del refugiado se lleva a cabo el último domingo de septiembre, y la Semana nacional de la migración se celebra en los Estados Unidos en la última semana completa del mismo mes. La Jornada mundial de los pobres tiene lugar en noviembre, en el trigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario, día en el que también se lleva a cabo la colecta anual para la Campaña Católica para el Desarrollo Humano (CCHD) de los obispos de los Estados Unidos. Además, los días festivos de santa Josefina Bakhita (8 de febrero) y Nuestra Señora de Guadalupe (12 de diciembre) se observan con frecuencia como días de oración por los migrantes y los refugiados, y se pueden encontrar otras oraciones por los migrantes en JusticeForImmigrants.org/engage/prayer (en inglés).

Entre sus Misas y oraciones por varias necesidades y para diversas circunstancias, el Misal Romano contiene una Misa “Por los prófugos y exiliados” (n. 32). La Plegaria eucarística que puede usarse en las Misas para diversas circunstancias IV, titulada “Jesús, que pasó haciendo el bien”, se utiliza apropiadamente con este formulario de Misa.

Además, existen formularios de Misa que están relacionados con las realidades de la pobreza así como con las causas de la migración:

  • “Por los cristianos perseguidos” (n. 19)
  • “Por el progreso de los pueblos” (n. 29)
  • “Por la paz y la justicia” (n. 30)
  • “En tiempo de guerra o de desorden” (n. 31)
  • “En el tiempo de hambre o por los que padecen hambre” (n. 33)

Acción

Un buen lugar para comenzar es la carta pastoral conjunta de las Conferencias Episcopales de los Estados Unidos y México, “Juntos en el camino de la esperanza: Ya no somos extranjeros”, disponible en español y en inglés en USCCB.org/migration. Los individuos y las comunidades pueden actuar ofreciendo hospitalidad a los migrantes, los refugiados y los pobres: dándoles la bienvenida en las parroquias de la iglesia, satisfaciendo sus necesidades materiales y espirituales e invitándolos a compartir sus experiencias. Los miembros de estas comunidades no son sólo receptores de cuidados sino personas que enriquecen mutuamente a aquellos de quienes los reciben.

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