Kimberly Baker

15 de junio de 2018

Durante las últimas décadas, la anticoncepción y el aborto han tenido efectos de gran alcance en nuestra cultura, dando forma a actitudes sobre conducta sexual de forma masiva. De manera contraria a las promesas de libertad, empoderamiento o igualdad, la anticoncepción y el aborto han llevado a una mayor degradación de la mujer, en especial en sus relaciones con los hombres.

En 1968, en su encíclica Humanae vitae, el beato Papa Pablo VI advirtió lo siguiente:

"… el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como la compañera, respetada y amada." (HV 17)

Como ha demostrado la historia recientemente, la amplia disponibilidad de anticonceptivos y del aborto permitió a los hombres traspasar los límites, antes respetados, con las mujeres con una mayor insensibilidad e impunidad. Esto no solo ha tenido un impacto en las relaciones maritales (infidelidades extramatrimoniales, divorcio, etc.) y noviazgos, pero, incluso de manera más triste, esto ha permitido que los acosadores y los traficantes sexuales ocultaran sus delitos, lo cual aumentaba el sufrimiento de sus víctimas.

La amplia promoción de los anticonceptivos y del aborto, al permitir una cultura hipersexualizada, injustamente ha puesto a todas las mujeres en riesgo, participen o no de la mentalidad de la anticoncepción. La falta de respeto y victimización sexual de las mujeres por parte de los hombres se ha tornado cada vez más evidente con el surgimiento del movimiento #MeToo (A mí también) y el aumento de la cultura de la violación en las universidades, como así también la prevalencia de relaciones vacías que carecen de profundidad o permanencia. Las mujeres con razón expresan dolor e indignación por el aumento de la objetivación, falta de respeto y relaciones insatisfactorias con los hombres.

Una cultura que promueve la anticoncepción y el aborto falsamente enseña a las mujeres que su liberta proviene de una conducta sexual sin trabas. No podemos sino evitar ver la ironía de una cultura que afirma condenar la violencia sexual contra las mujeres, sin embargo continuamente la idealiza en la industria del espectáculo.

A pesar de los clamores por el empoderamiento femenino, se espera que las mujeres supriman su funcionamiento biológico natural y se ubiquen en un estado de medicación utilizando pastillas, químicos, parches y dispositivos, como si la fertilidad saludable fuera una enfermedad, con el fin de estar disponibles sexualmente para los hombres. El aborto es el último recurso que se ofrece cuando fallan los anticonceptivos y una mujer se siente abandonada y sin apoyo en su embarazo Desafortunadamente, a menudo debe enfrentar el posible trauma psicológico y físico en soledad que puede resultar de ese procedimiento. La destrucción de una vida humana inocente y la represión de la capacidad propia dadora de vida de la mujer doblemente lastima a la mujer de maneras muy profundas.

¿Cómo se vería la sociedad si una mujer fuera valorada y respetada por precisamente quién es: sin pastillas y sin parches que alteren su cuerpo? ¿Qué sucedería si su sexualidad se considerara como algo preciado y potencialmente dador de vida, en lugar de una oportunidad barata para el placer de otra persona?

La anticoncepción y el aborto prometieron más libertad y empoderamiento para las mujeres, pero los dos han minado el respeto por la mujer y han tenido un impacto negativo en sus relaciones con los hombres. Si el sexo no está ligado a un amor conyugal auténtico y sus dimensiones dadoras de vida, se degenera y se distorsiona, perdiendo su sentido original y su importancia. Una mujer nunca debería tener que ponerse en riesgo a sí misma, su cuerpo, su fertilidad, o a su hijo por medio de la anticoncepción y el aborto para sentirse amada o respetada.

Entre la devastación que ha causado la revolución sexual, las mujeres tienen una oportunidad increíble para dar nueva forma a la conversación cultural y tener un impacto positivo en sus relaciones. Las mujeres pueden dar un testimonio poderoso rechazando las mentiras de la anticoncepción, preservando el don sagrado de la sexualidad para el matrimonio, y ofreciendo compasión, cuidado y apoyo para otras mujeres que tienen embarazos no planificados, para que el aislamiento y el aborto nunca tenga que ser la última respuesta.


Kimberly Baker es coordinadora de programas y proyectos para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los EE. UU.  Para más información acerca de las actividades pro vida de los obispos, vea: www.usccb.org/prolife.