MaryMcClusky
23 de marzo de 2018
La Pascua es un tiempo de gran gozo, esperanza y celebración. Entonces, ¿por qué la Iglesia pone énfasis a nuestra pecaminosidad y la gran necesidad de misericordia en el Segundo Domingo de Pascua, el "Domingo de la Divina Misericordia"? La lectura del Evangelio ese día y las palabras de Jesús a santa Faustina Kowalska dejan en claro que la conexión es bastante acertada y siempre apropiada: Jesús sufrió y murió por nuestros pecados para que podamos recibir Su misericordia y el gozo de la vida eterna.
La destrucción de la vida por medio del aborto, el suicidio asistido y la eutanasia están entre los pecados más graves. Sin embargo, Jesús dice que incluso aquellos que han cometido grandes pecados no solo pueden recibir el perdón, sino que tienen prioridad. Santa Faustina, una monja polaca canonizada por san Juan Pablo II en 2000, registró las palabras de Jesús en su diario: "Dejen que los más grandes pecadores pongan su confianza en mi misericordia. Ellos mas que nadie tienen derecho a confiar en el abismo de Mi misericordia... No puedo castigar aún al pecador mas grande si él suplica Mi compasión, sino que lo justifico en Mi insondable e impenetrable misericordia" (Diario de santa Faustina, Divine Mercy in My Soul, 1146).
Como se narra en el Evangelio según san Juan (Jn 20:19-31) proclamado el Segundo Domingo de Pascua, el Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Habían sido presa del temor, pero se alegraron al verlo y recibir el Espíritu Santo, la paz y el poder para perdonar pecados. Dios nos invita, como a los discípulos, a pasar del temor a una gran alegría. A pesar de nuestra gran pecaminosidad, podemos recibir el perdón, la gracia y la sanidad en el sacramento de la reconciliación y sentirnos inspirados para mostrar misericordia hacia los demás.
Ahora es el momento perfecto para considerar cómo podemos recibir la misericordia de Dios y extenderla a los demás. Una opción es rezar la novena de la Divina Misericordia del Viernes Santo al Domingo de la Divina Misericordia. Jesús mismo le pidió a santa Faustina que rezara la novena durante este tiempo. Además, la Iglesia otorga una indulgencia plenaria por celebrar el Domingo de la Divina Misericordia. Todos los que lo hagan, de acuerdo con las condiciones habituales, reciben el Espíritu Santo y "cultivan así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y, una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonan generosamente a sus hermanos" (Decreto de indulgencia, Penitenciaría apostólica, 2002). Al recibir la misericordia, podemos ser más misericordiosos para con los demás.
El papa Francisco reflexionó sobre el desafío de encontrar el gozo a pesar de la experiencia del pecado en su descripción de las mujeres que entraron a la tumba de Jesús aquella mañana de Pascua. Se encontraron cara a cara con la muerte de Jesús y de su propia existencia como pecadoras que necesitaban el perdón de Dios. Al mismo tiempo, encontraron Su amor, que es más grande que los más grandes de los pecados. El poder de la Resurrección nos da el valor para enfrentar nuestros pecados, confesar nuestros errores y, luego, recibir con humildad el perdón de Dios y aceptar la alegría que viene con la nueva vida en Cristo.
El Viernes Santo, en nuestra celebración del Domingo de la Divina Misericordia, durante el tiempo de Pascua, y después, que cada uno de nosotros se sienta inspirado a arrepentirse de sus pecados, recibir el perdón por medio del sacramento de la reconciliación y seamos facultados por Cristo para ser misericordiosos para con los demás. Recemos con fervor para que muchos busquen y reciban el infinito don de Dios de la Divina Misericordia.
Mary McClusky es subdirectora para el Desarrollo del Ministerio Proyecto Raquel en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de obispos católicos de los EE. UU. Para recibir ayuda confidencial después de un aborto, visite www.esperanzaposaborto.org o hopeafterabortion.org.