Tommy O'Donnell

12 de febrero de 2016

Ensu reciente carta pastoral, "Crea en mí un corazón puro: respuesta pastoral a la pornografía", los obispos católicos de EE. UU. afirman que el amor auténtico se basa en la generosidad y explican cómo una sociedad que conoce el amor auténtico se edifica sobre la castidad y la misericordia.

El pecado de la pornografía hace que su usuario se centre en sí mismo. Él o ella persigue la autogratificación en vez de acciones generosas o abnegadas. Quienes están atrapados por la pornografía comienzan a perder su capacidad de establecer relaciones humanas saludables. Muchos incluso se vuelven adictos. En una sociedad cada vez más individualista y fragmentada, el uso de la pornografía aumenta la distancia entre los individuos y degrada a las comunidades. Los obispos observan que nadie puede impedir el efecto dominó de este pecado: "Todos sufrimos las consecuencias negativas de su visión distorsionada de la persona humana y de la sexualidad" (1).

"La Iglesia como un hospital de campo está llamada a proclamar la verdad de la persona humana enamorada" (19). La pornografía contradice esta verdad. Como resaltan los obispos, la pornografía pone en peligro las almas y amenaza la estructura de las relaciones. Una sociedad que se centra en sí misma es una sociedad que olvida cómo amar. Una sociedad que ha olvidado cómo amar lucha por la habilidad y el deseo de cuidar a los más vulnerables entre nosotros: los hambrientos, los enfermos, los no natos y los ancianos.

Ya que la pornografía "promueve e incluso celebra la promiscuidad y una visión de la sexualidad carente de amor o apertura a una nueva vida", está "involucrada en la anticoncepción y el aborto" (9). Como observan los obispos, también tiene nexos con la trata de personas con fines sexuales y la explotación sexual comercial, lo cual daña la dignidad y la vida de un sinnúmero de hombres, mujeres y niños en todo el mundo (11). Cultivar la virtud de la castidad significa aprender a amar a los demás con un corazón limpio, uno que se niega a cosificar o usar a los demás. Es un "trabajo arduo y riguroso", pero es un poderoso antídoto contra el egocentrismo, el individualismo y una cultura del deshecho que cosifica y explota a los demás, en especial a los débiles (5).

A todos los que son dañados por la pornografía, los obispos proclaman: "Jesús está con ustedes, y la Iglesia les ofrece amor y apoyo. Confíen en el Espíritu Santo y déjense guiar por Él. La misericordia y el perdón del Señor son generosos" (26). Dios nos da el misericordioso regalo de sí mismo en Jesucristo, el rostro de la misericordia del Padre. Jesús es "el camino a la libertad" que repara nuestra habilidad de amar con un corazón limpio (20).

Como escribe el Papa Francisco: "En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo de sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. ... Él viene a salvarnos de la condición de debilidad en la que vivimos. Y su auxilio consiste en permitirnos captar su presencia y cercanía. Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos" (Misericordiae vultus, 14). Esta Cuaresma, salgamos de nosotros mismos, alejémonos del egoísmo y la autogratificación. Que nos abramos a la misericordia de Dios. Que amemos a los demás con un corazón puro, cuidando ante todo a los hambrientos y los enfermos, los no natos y los ancianos, los que sufren y los que tienen dudas, todos los que necesitan amor y misericordia.

Asegúrese de leer las palabras de misericordia que los obispos ofrecen a todos los afectados por la pornografía en www.usccb.org/cleanheart.


Tommy O'Donnell es asistente de personal para el Secretariado de Actividades Pro Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.