Deirdre A. McQuade 

5 de agosto de 2016

En la víspera de la Jornada Mundial de la Juventud 2016 en Polonia, el Papa Francisco proclamó un hermoso discurso instando a los dirigentes a que apoyen a la familia "el primer y fundamental núcleo de la sociedad". En especial, los instó a darle la bienvenida a la vida humana en todas sus etapas y a protegerla: "La vida siempre ha de ser acogida y protegida —ambas cosas juntas: acogida y protegida— desde la concepción hasta la muerte natural, y todos estamos llamados a respetarla y cuidarla".

El Santo Padre dijo que las instituciones del Estado, de la Iglesia y de la sociedad comparten de manera particular responsabilidades por las familias vulnerables:

todos estamos llamados a respetar la vida y cuidarla. Por otra parte, es responsabilidad del Estado, de la Iglesia y de la sociedad acompañar y ayudar de manera concreta a todos los que se hallan en graves dificultades, de modo que un niño jamás sea visto como una carga sino como un regalo, y que quienes son más vulnerables y pobres no sean abandonados.

En "Vivir el Evangelio de la Vida", los obispos de EE. UU. presentaron un desafío similar sobre "dar la bienvenida y proteger" a los ciudadanos comunes y también a los dirigentes poderosos. Sus reflexiones, escritas en 1998, siguen vigentes y son relevantes hoy.

Demasiado a menudo en los debates, la gente enfrenta la defensa de las vidas inocentes e indefensas con la labor que promueve la dignidad de otras personas vulnerables a lo largo del ciclo de la vida. Desde una perspectiva católica, estas cuestiones no se oponen, sino que deben considerarse relacionadas para promover el bien común. Nuestros obispos propusieron la hermosa imagen de la persona humana como "la casa viva de Dios" y enseñaron que el derecho a la vida es la base sobre la cual se construye dicha casa, junto con los demás aspectos de la dignidad humana que sirven como vigas y muros protectores de la casa.

"Oposición al aborto y a la eutanasia no excusa la indiferencia hacia los que sufren a causa de la pobreza, la violencia y la injusticia.… Los católicos deberán participar con entusiasmo en abogar por los débiles y marginados en todas esas áreas", explicaron. Y agregaron:

Si entendemos que la persona es el "templo del Espíritu Santo" –la morada viva de Dios– entonces estos asuntos mencionados son, lógicamente las paredes y las vigas de esa casa. Cualquier ataque directo a la vida humana inocente, tal como el aborto o la eutanasia, es un ataque a las bases de esa morada. Esos ataques violan directamente, y de modo inmediato, el derecho más fundamental de la persona –el derecho a la vida. Descuidar estos asuntos es el equivalente a construir una casa sobre la arena. Tales ataques no ayudan sino que entorpecen la conciencia social en modos que son, en última instancia, destructivos de otros derechos humanos. (Vivir el Evangelio de la Vida, 23)

Por lo tanto, el desafío de los obispos nos ofrece un modelo constructivo para pensar sobre asuntos sociales y políticos que son vitales. Antes de votar el próximo noviembre, considere leer la declaración completa junto con el documento más reciente, "Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles (2015)", para enriquecer sus conversaciones con amigos, familiares y colegas sobre estas cuestiones críticas.


Deirdre A. McQuade es directora asistente de las comunicaciones pro vida en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.  Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.