Mary McClusky

11 de agosto de 2017

Los padres de un bebé de 3 meses de edad recientemente escribieron en el chat digital del crítico de comidas del Washington Post preguntando sobre la etiqueta para cenar afuera, en una ciudad donde muchos restaurantes no son accesibles para los cochecitos. El crítico respondió quejándose sobre los "cochecitos que tienen el tamaño de Zipcars," pero luego admitió que no era padre de un bebé e invitó a los lectores a dialogar sobre el tema. Los comentarios de los lectores fueron variados y ampliaron el tema para incluir a la gente que usa andadores. El chat dio mucho que pensar sobre las diferentes maneras en que podemos darles la bienvenida a quienes algunos consideran molestos cuando visitamos restaurantes, iglesias, parques, usamos el transporte público y otros lugares públicos. Nuestra amorosa bienvenida puede ayudar a los demás a ablandar su corazón y cambiar su actitud hacia las familias con niños pequeños o miembros mayores.

La primera persona en comentar sugirió que los padres comieran en horarios no pico para evitar la "consternación" de otros comensales. Con lo difícil que es de por sí criar a un niño en una ciudad, ¿ahora les pedimos a los padres que cenen fuera con los niños solo de 2 a 5:00 p.m.? Quizás como compañeros comensales podemos ser pacientes y comprensivos, y ofrecer ayuda cuando vemos a un padre que lucha con un cochecito o un niño temperamental. O sugerir que el restaurante tenga un lugar seguro para guardar los cochecitos y los andadores.

No olvidemos que la creación de Dios está hecha a "su imagen" (Gén 1,27), lo que significa que cada uno de nosotros está hecho para participar en una relación de amor con los demás. Incluso la comunidad más pequeña de amor, algunas veces conformada por solo dos personas, refleja la Divina Trinidad. Los miembros de una comunidad de amor cubren pacientemente las necesidades del prójimo.

Mi parroquia, cuando asistía a la escuela secundaria, exhibió esta aceptación y este amor cada semana cuando todos saludaban cordialmente a mi abuela mientras caminaba a paso lento pero seguro en la iglesia con su andador. Por otra parte, también he estado presente en una misa donde el sacerdote hizo una pausa durante una homilía y le pidió a un padre que quitara a su ruidoso hijo de la iglesia.

La manera en que tratamos a los indefensos y vulnerables entre nosotros no solo impacta nuestra salvación, sino que también envía un poderoso mensaje a quienes nos rodean. Nuestra aceptación de los demás puede dar testimonio de su existencia como regalo de Dios. Con nuestra ayuda atenta y bondadosa, proclamamos que la persona frente a nosotros, sin importar lo joven, frágil o vulnerable que sea, es una parte preciosa e irrepetible de la creación de Dios. Y, a su vez, cultivamos la virtud cada vez que elegimos sacrificarnos por el prójimo.

Entonces, preguntémonos: ¿es mi parroquia accesible para los cochecitos y las sillas de rueda? ¿Podemos instalar una rampa para sillas de rueda o un ascensor que puedan acoger mejor a los adultos mayores y a los que tienen capacidades diferentes? ¿Hay un lugar para guardar de manera segura los andadores y los bastones? ¿Hay mesas para cambiar pañales en los baños de hombres y mujeres? ¿O ajustes para que los padres participen de la misa lo más posible si sus hijos se convierten en una distracción? Quizás podríamos sonreír con comprensión cuando vemos a una madre y su hijo que llora caminando por el pasillo del avión, en vez de rezar en silencio para que no se sienten a nuestro lado. O aprender a ser más agradecidos por el regalo de que haya niños y familias presentes en nuestra celebración de la Eucaristía.

Con algunos ajustes pero también, y más importante, abriendo el corazón y teniendo actitudes bondadosas podemos fomentar una cultura que realmente le dé la bienvenida a la vida en todas las situaciones, incluso en una tan aparentemente insignificante como poder guardar un cochecito en un restaurante abarrotado.


Mary McClusky es directora adjunta del Desarrollo del Ministerio del Proyecto Raquel en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para recibir ayuda confidencial después de un aborto, visite www.esperanzaposaborto.com o www.hopeafterabortion.com.