Tom Grenchik

17 de Noviembre de 2017

Losactos absurdos de violencia son demasiado comunes en nuestros días. Desde los fusilamientos en masa en conciertos, al acuchillamiento en tiendas departamentales, a familias asesinadas en iglesias, estamos trágicamente inmersos en la cultura de la violencia. La brutalidad se vive en las calles, en el hogar, entre familiares, e incluso en el seno materno.

La gente razonable debe sentirse horrorizada por esta epidemia despiadada. ¿Pero lo sentimos nosotros? ¿Cuántas películas populares no tienen una cantidad elevada de violencia? ¿Cuántos videojuegos no implican derribar o disparar a un oponente? ¿Cuanto nos fascinan los informes diarios de violencia en las noticias? 

El derramamiento de sangre comenzó con los mismos hijos de Adán y Eva, y la violencia está con nosotros desde entonces. ¿Pero no nos hemos vuelto muy insensibles ante esta cultura de violencia? ¿Cómo llegamos a ser así?

Hace casi 20 años, el entonces papa, ahora san Juan Pablo II, terminaba una visita a St. Louis, nos dejó este desafío: "Y entonces Estados Unidos: Si quieren paz, trabajen por la justicia. Si quieren justicia, defiendan la vida. Si quieren vida, abracen la verdad, la verdad que Dios nos revela". El plan del Santo Padre para poner fin a la violencia era maravillosamente simple:

     Abrazar la verdad de Dios nos lleva a defender la vida humana.

     Defender la vida humana es la base de la justicia.

     Y una cultura de justicia puede transformar una tendencia a la violencia en un
     movimiento por la paz.

San Juan Pablo II a menudo nos advertía que la violencia tolerada en el vientre materno comenzaría a terminar con el respeto por la vida humana en todos los ámbitos, hasta que la violencia se llega a convertir en la norma. Santa Teresa de Calcuta nos dijo: "El país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere. Es por eso que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto". Y el Papa Francisco sistemáticamente condenó nuestra cultura del descarte en la cual la gente es descartada por los que son más fuertes, más sanos o están en el poder.   

El cardenal Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, nos recordó en la reunión anual de los obispos estadounidenses en Baltimore que "…el civismo comienza en el seno materno. Si no podemos llegar a amar y proteger la vida inocente desde el momento en que Dios la crea, ¿cómo podemos cuidarnos adecuadamente unos a otros a medida que pasamos la mayoría de edad? ¿O cuando somos ancianos?"

El único camino hacia adelante para transformar la violencia en civismo y paz es volver a comprometerse con la defensa de la vida humana en todos los ámbitos. Considera unirte a los obispos en este esfuerzo realizando lo siguiente:

  • Reza y ayuna por un fin a la cultura de la violencia: Inscríbete para las campañas de oración de los obispos, 9 Días por la Vida (9daysforlife.com) y Llamado a la Oración (www.usccb.org/reza).
  • Estudia la amplia gama de asuntos de vida y comparte la enseñanza de la Iglesia con tu familia, amigos y compañeros de trabajo. Los recursos para el Programa Respetemos la vida están disponible en www.usccb.org/respectlife.
  • Ofrécete como voluntario en un centro local para embarazadas, refugio, maternidad o asilo de ancianos.
  • Prepárate para referir a alguien que busque sanación por un aborto pasado a un ministerio de sanación posaborto de la diócesis. Los ministerios diocesanos del Proyecto Raquel pueden encontrarse en esperanzaposaborto.org/?page_id=88
  • Promueve la vida uniéndote a redes de promoción con la Conferencia Católica de tu estado y con los obispos de EE. UU. Inscríbete para alertas de acciones federales pro vida en: www.humanlifeaction.org/signup.

Cada uno de nosotros puede hacer su parte para educar, defender, rezar y servir.

Que nuestras oraciones, obras y sacrificios personales (sí, incluso la abstinencia de entretenimiento con temas de violencia) nos inspiren a ser discípulos misioneros para un mundo que tanto necesita la misericordia y sanación de Dios.



Tom Grenchik es director ejecutivo del Secretariado de Actividades Pro Vida de la Conferencia de obispos católicos de los EE. UU. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.