TylerLomnitzer

9 de febrero de 2018

A poco más de 100 millas al sur de Berlín, en Alemania, está el pequeño pueblo de Lomnitz. A principios del siglo XX, cuando millones de europeos emigraron a Estados Unidos en busca de una vida mejor, un pequeño grupo de inmigrantes de Lomnitz fueron admitidos al país por vía de la Isla Ellis. El gobierno federal de EE. UU. les asignó el apellido "Lomnitzer" a estos inmigrantes.

No soy un Lomnitzer de sangre. Cuando mi abuelo paterno nació, fue abandonado por su madre biológica en la puerta de un convento católico. Las amorosas monjas encontraron un hogar para el bebé y fue dado en adopción. Lo llamaron Charles Lomnitzer y se convirtió en un amado miembro de la familia Lomnitzer. Es por la generosidad de los Lomnitzer, quienes acogieron a mi abuelo en su familia, que soy un Lomnitzer.

Los Lomnitzer reconocían la dignidad de cada ser humano. Aunque la madre biológica de Charles no pudo ocuparse de él, los Lomnitzer lo vieron como un regalo y una bendición para su familia. Así como Estados Unidos representó un faro de esperanza y la promesa de una vida mejor para los Lomnitzer, estos también representaron un faro de esperanza para mi abuelo.

El poder de mi historia familiar me conmovió de una manera nueva el año pasado en la Vigilia de la Marcha por la Vida, que se realiza en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington, DC, la noche previa a la marcha. Miles de católicos de todas partes del país se reunieron en la Basílica para rezar con el cardenal Dolan por la protección legal de los niños en el vientre materno, y por un aumento en el reconocimiento de la santidad de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. En ese tiempo de oración, reconocí en aquellos fieles el mismo compromiso con la vida de las monjas que encontraron un hogar para mi abuelo, y el mismo compromiso con la vida que tenían los Lomnitzer que recibieron en su hogar a un niño pequeño que necesitaba padres. 

Así como las monjas que cuidaron de mi abuelo y que se lo entregaron a una familia amorosa, muchos católicos que promueven los servicios de adopción y hogares de acogida siguen haciendo el mismo trabajo heroico hoy en día. Sin embargo, los gobiernos estatales y locales han estado impidiendo a organizaciones católicas el derecho de hacerlo. Boston, San Francisco, el Distrito de Columbia y el estado de Illinois han obligado a las organizaciones benéficas católicas locales a renunciar a ofrecer servicios de adopción y de acogida –revocando sus permisos, poniendo fin a los contratos con el gobierno o ambos– porque estas se negaron a asignar niños a parejas del mismo sexo o a parejas de sexo opuesto no casadas. 

Esto es una farsa. Fue el amor complementario de los padres adoptivos de mi abuelo –como marido y mujer, padre y madre– lo que creó un ambiente para que él saliera adelante. Llegó a convertirse en militar del cuerpo de infantería de marina, en veterano de la Segunda Guerra Mundial y un respetado maestro de historia por muchas décadas. Los niños necesitan una mamá y un papá casados, y el gobierno no tiene ningún derecho a obligar a los niños a alojarse en otro tipo de hogar. 

La Ley de Inclusión de Proveedor de Bienestar Infantil (CWPIA) protege la libertad de los proveedores de servicios de bienestar infantil, incluidas las agencias de adopción y hogares de acogida, para atender a niños vulnerables que necesitan hogares amorosos. La ley les prohibiría al gobierno federal y a cualquier estado que reciba cierto financiamiento ejercer discriminación contra proveedores de servicios de bienestar infantil por el hecho de que se nieguen a prestar servicio de bienestar infantil que entre en conflicto con convicciones morales o creencias religiosas verdaderas. Les pido que tomen la iniciativa en www.bit.ly/CWPIA para apoyar la libertad de los servicios de adopción basados en la fe de asistir a niños y familias de acuerdo con sus creencias religiosas o convicciones morales verdaderas. Sin la existencia de los proveedores católicos de servicios de adopción hace ya tantos años, yo no estaría aquí hoy. Asegurémonos de que otras instituciones católicas y basadas en la fe puedan seguir atendiendo a niños con necesidades.

 


Este artículo se publicó originalmente en www.usccb.org/issues-and-action/religious-liberty/generosity-of-the-lomnitzers.cfm y se ha impreso nuevamente con permiso. Tyler Lomnitzer es asistente ejecutivo en la Oficina de Asesoría Jurídica de la USCCB y se desempeña en el Comité para la Libertad Religiosa.